La proliferación de huertas vecinales en el Conurbano y la ciudad durante la pandemia puso en primer plano la importancia de cuidar el reservorio de semillas, clave para poder seguir produciendo, intercambiando y regalando a la comunidad. “Tenemos un banco de semillas que consta desde siete variedades de lechugas hasta frutales y árboles nativos, pero hay algunas de las cuales tenemos poca cantidad y necesitamos multiplicarlas. Entonces, buscamos apadrinamientos, es decir, vecinos que puedan comprometerse a reproducir alguna semilla a la cual le vamos dando seguimiento”, cuenta Tamara Caserotto Miranda, fundadora de la Red de Huertas Comunitarias y también miembro de Huerta Viento, que desde 2013 funciona en un terreno de 14 metros cuadrados al costado de la estación de tren, frente a la Plaza Callegari, en Florencio Varela.
Una de las madrinas para reproducir semillas es Adriana Degeneve que hizo espacio en su vereda para seguir apostando a este proceso colaborativo: “Tengo una pequeña huerta en mi casa con aromáticas, plantas de hoja, ajíes, tomates, zapallos. Como ya no me quedaba espacio en mi huerta, decidí sembrar el girasol morado en la vereda con un pequeño tejido alrededor para resguardarlo”, relata la vecina de Florencio Varela.
En la Huerta Viento participan 13 vecinos en forma activa y van rotando los voluntarios. Hay reglas de convivencia y de respeto para su uso adecuado, y una grilla de tareas para regar, supervisar, cosechar, revolver el compost, entre otros. Antes de la cuarentena, se llevaban adelante talleres y jornadas de regalo de plantines con la red (todos los domingos se regalan 200), aunque la comunidad puede acercarse en cualquier momento al espacio teniendo en cuenta la siguiente consigna: “Si te llevás algo, dejá algo”, como semillas, tierra, un brote, residuos orgánicos para compost.
FUENTE: LA NACIÓN