Daniel Massera llegó a un local de Villa Ballester junto a sus cinco nietos y todos se hicieron el mismo dibujo. La historia.
Está orgulloso y cada vez que puede, Daniel Massera muestra su brazo derecho y enseña el tatuaje que lleva. Ese sentir no es solo porque se animó a tatuarse sino porque representa el lazo extraordinario que tiene con Mariel, Melina, Tomás, Cecilia y Lucía, sus cinco nietos.
Fueron ellos quienes lo motivaron para “escracharlo”, como se dice en la jerga de los tatuaje. “El día que cumplí 86 años, mis nietos, encabezados por Mariel, la mayor, vinieron todos juntos a hablarme. ‘Abuelo, queremos pedirte algo’, me dice y me contaron que querían hacerse un tatuaje entre ellos y conmigo, y les dije inmediatamente que sí y se asombraron. Nunca me gustaron los tatuajes para mí, claro que nunca tuve nada contra ese arte, que ya es muy normal, pero no me gustaba para mi, pero como iba a ser el mismo dibujo y compartido con ellos, ¡cómo decirles que no, si mis cinco nietos son todo para mí, son mi locura!”, dice Daniel emocionado desde su casa de Villa Raffo, en la provincia de Buenos Aires.
El jubilado, que hace unos días pasó por Los 8 escalones del millón (canal 13) y conmovió a todos por ese gesto, le cuenta a Infobae que hace nueve años perdió a su esposa y compañera durante 61 años y, pese al dolor, aprendió a sobreponerse. “Tuvimos una vida muy feliz juntos y formamos una hermosa familia, que era nuestro sueño desde el día que nos conocimos”, asegura. En sus años trabajó de mecánico, practicó deportes y desde hace un tiempo se dedica a la artesanía sobre madera en el taller que tiene en su casa.
También confía que aunque no le gusta el fútbol sigue atento a la Scaloneta durante el Mundial de Qatar y que para el próximo año su mayor deseo es “seguir vivo y con buena salud”.
Haber compartido esa experiencia con él significa para Mariel, su primera nieta y la que en octubre de 2021 les propuso a su hermana y primos hacerse un tatuaje con el abuelo, una experiencia única. “Desde que aceptó, hacernos el tatuaje juntos y todo lo que vino después es realmente maravilloso porque él es un abuelo, super presente, amoroso y que está siempre presente para nosotros”, asegura.
La conmovedora historia
Daniel nació en Buenos Aires en 1935. Antes de comenzar a contar su rica historia aclara que “lamentablemente mi apellido es como el del tristemente famoso almirante (Emilio Massera)”, pero no tienen nada que ver porque, en realidad, en su DNI debía decir Rodolfo Masera, tal es su apellido real, pero como a su abuelo paterno lo anotaron mal al llegar a la Argentina y luego a su papá, toda la descendencia quedó anotada con doble “S”.
“Cuando fui a hacerme la ciudadanía italiana noté el error. Como perdí la partida de nacimiento de mi abuelo, necesaria para iniciar el trámite, tuve que buscarla y al encontrarla noté que en los documentos oficiales, en los que se escribe primero el apellido y luego el nombre, él figuraba como Rodolfo Masera Marcos Giovanni o sea, que su nombre era Marcos Juan, pero lo anotaron como ‘Rodolfo’ de nombre y Masera, de apellido. A partir de ahí, todos fuimos Masera de apellido, pero en la partida de nacimiento de mi papá, que nació en Santa Fe en 1899, lo anotaron como Francisco Massera y a partir de mi papá todos somos con doble S”, explica.
Más allá de las distracciones de quienes estuvieron a cargo de esas actas, su infancia juntos a sus padres y hermano fue muy feliz, sin necesidades, hasta que cumplió los 14 años.
“Mi papá era obrero, trabajaba en el ferrocarril San Martín y mi mamá era una gran administradora y no nos faltó nada. Lo necesario, lo imprescindible estaba y pasamos una niñez muy linda, pero mi mamá murió cuando tenía 46 años a causa de la tuberculosis. Yo tenía 14 años. Después de la pérdida, mi padre se suicidó. Desde mis 15 años, con mi hermano, estuvimos a cargo de un tutor, un tío. Yo viví con él y mi hermano con otro tío y tuvimos que ganarnos el sustento, pero no dejamos de estudiar. Pese a todo, ahí empezó mi carrera y fui muy feliz en mis trabajos”, recuerda con emoción y se disculpa: “¡Me emociono fácil!”.
En medio del inicio de su vida laboral, le tocó hacer la conscripción en la Marina (era 1957) y en el primer fin de semana libre fue a un “asalto”, como solían llamar a las reuniones organizadas en alguna casa en las que las mujeres llevaban para comer y los varones las bebidas.
“Apenas la vi supe que era la mujer con la que iba a formar una familia y lo hicimos. Primero fuimos amigos y luego nos pusimos de novios. Estuvimos cuatro años de novios y 57 casados. Su familia me aceptó enseguida y siempre nos llevamos muy bien. Compartimos una vida hermosa ”, asevera.
Hablando de su presente, Daniel reconoce que no le gusta la tecnología porque “saca el tiempo” y hay otras cosas que le gustan más. “Me compré una computadora y al poco tiempo se la regalé a una de mis nietas porque me quitaba tiempo y preferí usarlo para otras cosas que me encantan. Yo hago artesanías, ese es mi entretenimiento, y mi cable atierra. Soy un poco maníaco, no puedo estar sin hacer algo: hago anillos de madera, reparo cosas. Últimamente me dedico a la madera como reparar muebles antiguos”, asegura y cuenta que en sus años de trabajo remunerado era mecánico. “Trabajé 40 años en una empresa de elaboración de plomo, que trabajaba mucho con la Comisión de Energía Atómica, por ejemplo”.
Fue su nieta Mariel, a quien nombró como la líder del grupo de primos, la que lo anotó para que participara del programa que conduce Guido Kaczka por la pantalla de Canal 13 y que tiene dos emisiones, a la tarde y a la noche. Daniel apareció en la emisión del martes 6 de diciembre de las 21.00 y allí contó sobre el emotivo tatuaje con sus nietos y recitó un poema que emocionó a todos.
“No participé por el premio sino porque soy muy competitivo y como me gusta jugar, y me gusta el programa, mi nieta me anotó y, la verdad, me saqué las ganas de ir. ¡La pasé muy bien!”, reconoce.
La locura de Daniel: sus cinco nietos
Dicen que lo que los padres no le dan a sus hijos, se lo dan a los nietos. Y algo de verdad hay en eso para Daniel y por sus cinco nietos hizo aquello que jamás pensó hacer en su vida: tatuarse.
Cuando aceptó la propuesta puso también la condición de elegir el diseño de un libro fotocopiado que guarda celoso y que tiene más de 1500 ilustraciones de símbolos de las diferentes comunidades de los pueblos originarios de América, desde Ushuaia hasta Alaska. “Elegimos uno de una cerámica azteca que representa un caracol marino, una forma muy estilizada, que ellos lo usaban para comunicarse entre sí, para llamarse y reunirse. El símbolo representa la unión”, explica.
Sobre la relación con ellos, cuenta: “Los trato como nietos y también como a hijos, vigilo que vayan por la vida por el camino correcto aunque realmente no me hace falta porque está muy bien educado por mis hijos. Considero que formé una familia a la que considero casi perfecta. Todos mis nietos me dan satisfacción”, asegura con orgullo.
Respecto al día del tatuaje, revive: “Fuimos en el auto de mi nieto hasta un local de Villa Ballester para hacernos el tatuaje. Teníamos turno a las 5 de la tarde y estuvimos hasta las 10 y media de la noche. ¡Imaginate! El chico nos dijo que batía dos récords: era la primera vez que le hacía el mismo tatuaje a seis personas, y la primera vez que tatuaba a una persona de 86 años”. Todo quedó registrado y sus nietos lo compartieron en la cuenta de Instagram @elabuelodaniel, que crearon en honor a él.
Sin planes ni deseos por cumplir, Daniel vive feliz, goza de buena salud y se dispone a disfrutar cada día como si fuera el primero. “Soy muy feliz, solo me falta mi compañera, que hace 9 años que la perdí, pero son cosas de la vida y uno tiene que aprender a sobreponerse a todo eso, yo lo hice. Siempre tuve un montón de amigos, siempre tuve varios grupos y ahora los tengo también en WhatsApp, que es lo único que manejo. Estoy rodeado de gente querida, con amigos, mis hijos y mi familia. El año que viene lo quiero seguir viviendo y, sobre todo, gozar de buena salud. No necesita más”, finaliza.
FUENTE: INFOBAE