El mendocino Leandro Manitta ingresó al cuartel de Bomberos Voluntarios de Luján de Cuyo cuando tenía ocho años y desde entonces es miembro de la asociación. Días atrás obtuvo el título universitario en la sede de Godoy Cruz de la Universidad Católica Argentina y el festejo inesperado lo emocionó hasta las lágrimas
Si algo le faltaba a Leandro Manitta para terminar de estallar de nervios cuando se dirigía a la Universidad Católica Argentina (UCA), sede Mendoza, para rendir el último final de Licenciatura en Psicología, fue contemplar el camión de los Bomberos Voluntarios de Luján de Cuyo –que él integra desde niño–, estacionado en la puerta.
Los nervios se mezclaron con una emoción profunda. No era para menos: Leandro tenía ocho años cuando pisó por primera vez el cuartel junto a su hermano. Toda esa película desde pasó por su cabeza en ese minuto.
Por eso contuvo el llanto cuando, aún sin haber rendido, observó a sus compañeros vestidos de bomberos, además de sus padres, amigos y otros familiares. Mientras tanto, como para agregarle suspenso a la situación, la sirena comenzaba a sonar.
Hijo de Marisa y Felipe Manitta –comerciante y, en otros tiempos, miembro de la comisión directiva de la asociación— Leandro se crió en el cuartel, al igual que sus dos hermanos, Lucas y Luciano, este último de 16 años. En 2014, al finalizar la secundaria “de un día para el otro” se decidió por estudiar Psicología. “La carrera me llevó muchos años porque mientras estudiaba trabajaba como acompañante terapéutico de niños integrados en escuelas. Fue duro, demandó esfuerzo, pero acá estoy”, reflexionó.
El pasado miércoles 3 de agosto, exactamente a las 15.50, Leandro llegó a la UCA para defender su tesis que –no por casualidad– se denominó “Síndrome Burnout: Dimensiones de Agotamiento y Cinismo en Bomberos Voluntarios de Mendoza”, frente a los profesores Cecilia Beatriz Moreno, Paula Moretti y Franco Donadel.
“Desde el primer día en que ingresé a la universidad supe que la tesis abordaría el tema de los bomberos y así fue. Evalué varios aspectos y me decidí por el estrés laboral, una especie de fatiga psicológica por el trabajo realizado, algo muy frecuente entre estos trabajadores”, relató. Y agregó que entró al aula con muchísimos nervios, aunque luego se fue “aflojando” de a poco. “Incluso fue un examen que terminé disfrutando muchísimo”, recordó.
“Salí del aula casi una hora después con el examen aprobado, como esperaba y cumpliendo una cábala que mantuve durante todos los años de la carrera: no decir la nota”, dijo riendo. La salida al hall y luego a la vereda de la sede universitaria, situada frente al Parque San Vicente de Godoy Cruz, a esa hora plagada de gente, fue digna de novela.
Mientras la sirena seguía sonando, de a poco se acercaban amigos, familiares y hasta el personal de la universidad a saludarlo. Es que Leandro transcurrió en esas aulas nada menos que ocho años y, a esta altura, es un estudiante conocido y apreciado. También por eso se había “corrido la bola” que Leandro, el alumno-bombero, por fin iba a recibir su título de psicólogo.
El momento más conmovedor, sin dudas, fue cuando se acercaron Lucas y Luciano, sus hermanos, para darle el primer abrazo. Inmediatamente se cumplió la guardia de honor, que implica el acompañamiento y celebración de parte de la institución en ese momento tan importante.
“Sentí una explosión de emoción y felicidad, algo muy difícil de describir. Me contenía para no llorar, pero cuando vi que se acercaba mi hermano me desahogué completamente. Jamás me imaginé recibir tanto cariño. No tengo más que palabras de agradecimiento inmenso a muchísima gente, especialmente a mis compañeros del cuartel que me dieron esa hermosa sorpresa”, relató.
Y completó: “No podía controlar la sonrisa, la tenía dibujada. Entre las fotos y los saludos, la sirena sonaba y mucha gente se detenía para ver qué sucedía”. El “bautizo” no finalizó allí: sus amigos del cuartel abrieron la manguera en su dirección. “Se mezcló el agua helada con el huevo y la harina que me habían arrojado un rato antes. Fue un desastre, pero estábamos todos felices”, relató.
Lea, como lo conocen en la facultad y en el cuartel, siguió recordando su carrera como bombero voluntario. Después de muchos años de acudir al cuartel, se convirtió en cadete a los 17 años. Poco después pasó a otra jerarquía: aspirante de primera, algo así como una “prueba” con el fin de observar el comportamiento en las primeras salidas.
“Siempre fue una actividad que me gustó muchísimo, por eso nunca se me ocurrió abandonar. Eso sí, desde la institución nos inculcan que la prioridad es la familia y el estudio. Insisto, demoré años en recibirme pero la recompensa es fabulosa”, reflexionó, para cerrar con algunas anécdotas.
“Es muy reconfortante estar al pie del cañón en los momentos críticos. Claro, a nadie le gustan las situaciones de emergencia, pero es muy gratificante y más aún cuando lo hago junto a mi hermano mayor, como sucede en varias ocasiones. Luciano todavía es menor de edad y no está habilitado para ese tipo de tareas, pero es otro apasionado, al igual que nosotros, y espera ese momento”, relató.
Una de las más importantes intervenciones que compartió con su hermano fue durante un incendio forestal de grandes dimensiones en Monte Comán, localidad del departamento San Rafael, cuando se pidió apoyo al cuartel de Luján de Cuyo. Aquel día confluyó en el lugar una gran cantidad de servidores públicos. Así, nunca olvidará cuando el gobernador de la provincia de Mendoza le entregó en mano un diploma “por la destacada y comprometida labor durante los incendios forestales en los departamentos de General Alvear y San Rafael”. Muestra ese certificado con orgullo.
Hoy lo que más felicidad le produce es el diploma que acaba de entregarle a sus padres, quienes le brindaron valores y el apoyo que necesitó durante todo este proceso: el que lo distingue como Licenciado en Psicología.