Por el mensaje que transmite su mirada, se puede intuir que detrás de la mascarilla Adriana Macías lleva una sonrisa deslumbrante. Esta mexicana nació con una discapacidad física: no tiene brazos desde que era un bebé. Pero gracias a sus ganas de vivir, comenzó a hacer de sus piernas el mejor aliado. «Se lo debo a mi hermana que es un añito más grande que yo. Ella solamente veía a su compañera de juegos, no veía una niña que nació sin brazos«, explica. Por eso, juntas jugaban a las muñecas y para ello, Macías tuvo que aprender a peinarlas y vestirlas con sus pies.
A través de estos juegos, su hermana, quizás sin saberlo, convirtió su vida en un reto: “Mi hermana me decía: ‘oye, no te quedó tan bonita, ¿no? Tienes que peinar de nuevo’. Se convirtió en maestra las 24 horas del día y los 7 días de la semana”. De esta forma, Macías comenzó a perfeccionar, repetición tras repetición, la técnica perfecta para usar sus pies. “Me doy cuenta de lo increíble que es nuestro cuerpo, no tiene límites. Empecé haciendo pequeñas cosas con los pies y cada vez me iba poniendo retos más grandes”, cuenta.
Así, sus pequeños desafíos no tardaron en ampliarse: ahora, puede peinarse, maquillarse, vestirse e, incluso, tocar el chelo. Para conseguirlo, destaca la importancia de dos elementos fundamentales: la práctica y la creatividad.
Una niña con “garfios”
Para hacer de su discapacidad una fortaleza, explica que lo más importante ha sido la actitud: “Debes saber elegir las actitudes dependiendo del reto, así como nos tomamos el tiempo para elegir zapatos o collares, tenemos que elegir la actitud que requiere el reto al que nos enfrentemos”.
Su hija, su inspiración
Los seres humanos somos muy observadores y, por ello, Macías explica que su hija, desde el momento en que abrió la boca, le pregunto por qué no tenía brazos: “Ella me observaba desde que tenía dos meses, viendo que yo agarraba el celular con los pies para tomarle fotos”. Desde ese momento, su hija comenzó a imitarla, cogía también el móvil con los pies.
Tocar el chelo
A lo largo de los años, esta mexicana ha conseguido numerosos premios que valoran su trabajo y esfuerzo. Incluso llegó a recibir el premio Guiness 2017 al ser capaz de encender 11 velas con sus pies en un minuto. Pero, sin duda, su gran reto ha sido aprender a tocar el chelo.
“Estuve 15 años casada. Cuando te divorcias comienzas desde cero y tienes tantas emociones encontradas que no sabes cómo gestionarlo”, explica. Por eso, decidió enfocar su emoción en aprender a tocar uno de los instrumentos más complicados.
Su propósito final en todo lo que desempeña, como la práctica musical, es poder demostrar la valentía que hay dentro de cada persona. “No soy la chelista que el mundo espera, pero quiero compartir esta historia de perseverancia“, explica.