Dialogamos con Jorge Danylyszyn referente de una de las comunidades más numerosas en Argentina.
POR ALEXANDRA BARRETO
Las oleadas migratorias ucranias estuvieron signadas por la política y las guerras y se sucedieron una tras otra desde el siglo XIX hasta la actualidad: de 1897 hasta 1914; de 1920 a 1939; de 1946 a 1960, y la última a partir de 1994. Es una de las pocas que no figura en el Registro Nacional de Inmigración porque Ucrania perdió su independencia en la segunda mitad del siglo XIX y la recuperó recién después de la caída del Muro de Berlín, con el fin de la Unión Soviética. En ese período de tiempo, muchos llegaron con pasaportes austro-húngaros, rusos o polacos.
Los primeros inmigrantes se trasladaron a Misiones y se dedicaron a la agricultura. En las oleadas posteriores se instalaron en Capital Federal y alrededores. Éstos tenían otro perfil; no eran sólo agricultores, sino técnicos, profesionales y artistas que veían en la ciudad, oportunidades más atractivas de inserción laboral y las supieron aprovechar.
Los que iniciaron la historia migratoria se desempeñaron como obreros de frigoríficos, de empresas estatales y extranjeras, al igual que la gran mayoría de los inmigrantes de aquel entonces. En las oleadas posteriores arribaron grupos de profesionales, principalmente ingenieros, que en la segunda mitad de los años 30 y en años de la posguerra iniciaron emprendimientos industriales de renombre asociados a la metalúrgica, industria e instrumentos eléctricos.
Para conocer más de la presencia de la colectividad, conversamos con el arquitecto Jorge Danylyszyn, vicepresidente regional del Congreso Mundial Ucraniano y presidente de la Fundación Ucrania de cultura Prosvita, institución que nace en el viejo continente en 1868 y cuya meta es educar, dar conocimientos y formar.
El 1 de agosto de 1924 se creó Prosvita en Buenos Aires, que posee filiales en el Conurbano (Avellaneda, Berisso, Wilde, Hudson, Berazategui, Villa Caraza, San Martín, Villa Adelina y Zárate), y en las provincias de Neuquén y Chaco en las ciudades de San Bernardo y Roque Sáenz Peña.
Jorge es argentino, su padre emigró en 1927 y su madre en 1932, ambos se conocieron en Argentina y de esa unión nació Jorge, tres hermanos y una hermana.
“Mi padre vino en forma temporaria para tratar de ganar unos pesos y poder regresar a su tierra, pero lo agarró la Segunda Guerra. En cambio, mi madre llegó cuando tenía 17 años, tiene una historia un poco particular, una de sus hermanas había sacado el pasaje para venir a trabajar y en el trayecto se enamoró y se casó, desistiendo la idea de venir y de esta manera, mi madre aprovechó el boleto”.
La primera colectividad ucraniana se originó en Canadá y la segunda en Argentina y Brasil. “Si vamos a hablar por poderío, Canadá es la usina intelectual de los ucranianos en la diáspora. Brasil y Argentina son diásporas antiguas que pertenecen a los años 1927 y 1930”. Aunque no hay una estadística oficial, son 300.000 los ucranianos residentes. “Una cuarta migración que arribó en los ’90 estaba constituida por alrededor de 7000 personas, de las cuales, el 50% re emigró una parte a Estados Unidos y otra a Europa”.
Algunos de los principales legados de la diáspora son la creación de las cooperativas y el famoso conjunto musical Camerata Bariloche.
El cooperativismo fue una actividad nueva en el país porque recién en 1926 salió la primera ley que la reglamentaba. En Ucrania Occidental se había formado, para esa época, un fuerte movimiento cooperativista y algunos inmigrantes intentaron implementarlo con sus connacionales de la Argentina. En este rubro de destacan la cooperativa de crédito Renacimiento y Fortuna, ambas con sede en Capital Federal y otras localidades; funcionaron con prosperidad hasta los años 80, cuando la actividad se vio obstaculizada por el proceso inflacionario.
“Otro de los legados es que la asociación se dedica particularmente a popularizar la cultura del pueblo ucranio, funcionan alrededor de 10 sedes que están en Capital y el Conurbano. Son lugares donde nos reunimos, practicamos tradiciones, y difundimos los valores distintivos de la parte cultural que tiene más de 1000 años de existencia”.
En cuanto a la religión que profesan, comenta que la mayoría son ortodoxos, el resto greco católicos y reconocen a la figura del Papa Francisco. La Catedral Ucraniana Católica del Patrocinio de la Virgen está situada en la calle Ramón Falcón 3960, la construyó el arquitecto, Víctor Hrynenko. Hay diversas celebraciones en español y ucraniano.
“Los inmigrantes que vinieron se convirtieron en citadinos y trabajaron mucho en obras del puerto, en el frigorífico de Berisso, y en las centrales eléctricas. En ese momento Argentina era la quinta potencia mundial. Vinieron artistas, tanto en la primera y segunda oleada, los cuales terminaron regresando a Ucrania. Son pocos los que se quedaron. Normalmente usaron al país como de paso para ir a Estados Unidos y Canadá”.
Entre las personalidades, sobresale la figura del violinista Alberto Lysy, profesor y director, que nació en Buenos Aires, hijo de padres ucranianos. En 1965 creó la Camerata Bariloche la cual goza de prestigio internacional.
Además podemos mencionar al bioquímico y ganador del premio Nobel de Medicina, César Milstein; la pianista Marta Argerich; el folclorista Horacio Eugenio “Chango” Spasiuk; la poetisa Alejandra Pizarnik; el escritor César Tiempo; el luthier Marcos Mundstock; el periodista Jorge Balanda; el cineasta Héctor Babenco; José Néstor Pekerman, director técnico de fútbol quien fue campeón con las juveniles y entrenador de la Selección Nacional; y la tenista Nadia Podoroska.
La labor que las organizaciones de la comunidad ucraniana realizan es cada vez mayor En la actualidad, la Representación Central Ucrania presidida por el neurocirujano y cónsul honorario de Ucrania en la Provincia de Buenos Aires, el doctor Pedro Lylyk, nuclea a más de 30 asociaciones, entre cuyos miembros está Prosvita y la Asociación Renacimiento, dirigida por Víctor Budzinski.
“Me siento identificado con todo lo que es Ucrania, con tradiciones y folclore. Sentí la necesidad de representar esos valores y llevar adelante el legado. Prosvita tiene como objetivo la popularización de la cultura. Obviamente a la vida de la asociación se acercan todos los que están interesados en este objetivo social, algunos lo hacen porque se han casado con ucranianas o viceversa, o con descendientes de ucranianos, y participan de manera intensa”.
La sede de la entidad está situada en el barrio de Palermo (Soler 5039). Poseen dos lotes, un salón para eventos, una biblioteca, aulas donde se imparte el idioma y clases de bandura (instrumento oficial). Cada sábado antes de la pandemia se reunían 80 jóvenes, participaban en danza y otras disciplinas artísticas.
“Muchas personas interesadas en aprender el idioma ucraniano”, reconoce y agrega: “El interés de descendientes ha crecido de manera notable y hasta la participación de descendientes de países limítrofes”.
Jorge se muestra orgulloso de ser argentino y tener raíces ucranianas. “Nada mejor que el mosaico de colectividades que está en la Ciudad de Buenos Aires, culturas del mundo que aportan a una sana convivencia en paz y armonía. Hay algunas diferencias entre países que sorprenden. El ucranio viene de una historia milenaria que tiene un montón de costumbres, y el pueblo argentino todavía está formando sus tradiciones antiguas. La carne vacuna en Europa no se consume tanto como acá; cuando vino la migración en los ’90 no podían creer como para nosotros el asado es muy importante”.
Para concluir, destaca que el mayor tesoro de vida que le dejó su familia es el amor por Ucrania. Amor que inculca en cada inmigrante, descendiente y en cada una de las colectividades que viven en Argentina.
Felicitaciones !!!!!!nos sentimos muy orgullosos de ser hijos de inmigrantes ucranianos