Desde hace 3 décadas, Susana Estévez Sosa es profesora de la disciplina: “Empecé a conocer mi cuerpo, mi mente y saber respirar”
POR ALEXANDRA BARRETO
Lo primero que transmite Susana es mucha paz y tranquilidad. Sus clases en varios parques de Buenos Aires (Rosedal, Palermo, Rubén Darío) son muy concurridas por personas que van desde hace más de 20 años. Arriban de diversos rincones de la Ciudad y de la Provincia. Los sábados de 13 a 15 se desconectan de todo.
“En la década del ochenta estudié gimnasia y baile. Pasaron años y una amiga me convenció hacer yoga. No quería saber nada de eso, fui a una clase, no podía hacer algunas posturas, de inmediato me dijeron que cuando me relajara llegaría a cualquier lado”.
Susana se enganchó con la disciplina, se sumergió en el mundo de la meditación y relajación para lo cual se preparó. Hace 10 años fue a la India, Sri Lanka, Tailandia y Bali, aprendió que allí la gente meditaba en medio del caos. “En India hablan todos a los gritos, no me molestaban, porque para ellos no puede ser que mediten y no vuele una mosca. El yoga cambió mi paradigma, empecé a conocer mi cuerpo, mi mente y aprender a respirar. Puedo estar en un espacio ruidoso sin que me afecte, eso da el yoga”, afirma.
Remontándonos a sus comienzos, cuenta que desde hace 20 años es instructora de yoga del programa Plazas Activas del Gobierno de la Ciudad, las cuales se ofrecen de manera gratuita al aire libre y tienen como objetivo promover vida saludable a través de la práctica del deporte y la recreación.
“La práctica de yoga aumenta la flexibilidad, favorece el drenaje linfático, musculación más fuerte, mejora el estado cardiovascular, disminuye la presión arterial, ayuda a mantener peso saludable, disminuye el estrés, la depresión, serena la mente, aumenta la autoestima, y mejora la postura”, contó la instructora respecto de los beneficios de la actividad.
Contrario a lo que algunos afirman que tras una práctica de yoga hay que aquietarse, Susana aclara que después se puede hacer lo que quiera. “La mayoría de mis alumnos, terminada la clase hacen baile inmediatamente, la idea es disfrutar sin barreras”.
Reitera que el yoga es para todo el mundo. “Mi nieta de 3 años empezó a practicarlo porque me ve hacerlo y copia algunas posturas. Siempre le hablo a mis alumnos que hacer las posturas no es obligación, mi método es dinámico, les pido que cierren sus ojos y mentalmente digan: ‘Que bien que lo estoy haciendo’”.
En su vida personal, Susana se levanta a las 6 de la mañana, empieza su rutina meditando sola, luego pasea a su perra, y desayuna saludablemente. Además, da clases privadas en algunas instituciones y de manera online.
“El yoga no es una religión, enseña a respirar, el manejo del cuerpo y de la mente. Soy feliz de enseñar y especialmente de estar en contacto con la naturaleza. Tengo una alumna de 90 años que viene hace más de 20. También concurren médicos que con la práctica se sienten liberados del estrés. Sólo hay que decidirse y probar”.