Se llama Luna de enfrente, está entre Soler y Gurruchaga y se trata de la primera huerta comunitaria de ese barrio. Está dedicada a los cultivos orgánicos y tienen composteras de uso vecinal. Los alimentos se destinan a instituciones sin fines de lucro, escuelas y comedores comunitarios
Por un lado, la huerta funciona como una actividad recreativa para los vecinos, mientras que fomenta la autogestión de la producción de alimentos orgánicos y la sustentabilidad, a través de talleres y la participación en todo el proceso de cultivo. Como resultado: da un valor agregado a la sociedad con la donación de frutas y verduras orgánicas, destinadas según disponga la Comuna 14.
La huerta utiliza un sistema bancal profundo con unas macetas de 80 cm de altura que permite un volumen mayor de cultivos. Los trabajos que se realizan en la tierra y cosechas seguían por un calendario lunar biodinámica que tiene en cuenta las constelaciones astrológicas, que es supervisado por la huertera Ana Armendariz.
La primera cosecha fue de acelga, apio, brócoli, cebolla de verdeo, lechuga morada, rabanitos, remolacha y rúcula; y esta semana trabajan con amapola, acelga, romanesco, kale, habas y arvejas.
Lenny, una vecina de la comuna que diariamente asiste en las actividades del espacio, sostiene que en conjunto con los voluntarios: “Ayudamos en todo lo que sea, a sembrar y a cosechar, para después donarlo”. Para ella, el espacio representa una forma de contención que la ayudó a estar en compañía cuando su hija se mudó. Hizo que la soledad sea menos dura. Disfruta las tardes junto a su perro conectándose con la naturaleza. Al igual que muchos vecinos, comenta que antes la plaza era un lugar que se evitaba y prefería cruzar de cuadra, ya que era muy habitual los robos y las situaciones de violencia producto del consumo problemático de drogas y alcohol en la zona. “Daba miedo pasar por la entrada”, remarca.
Por otro lado, los desechos de los vecinos se convierten en abono para las próximas cosechas. Las cuatro composteras se llenan y las lombrices californianas hacen su trabajo cuando cierran las tapas. Los residuos orgánicos se transforman en abono. Cada cuatro meses el compost se incorpora en las macetas para proporcionar nutrientes a la nueva vegetación.
Patricia, una vecina, comenta: “A mí me salvaron, tengo una compostera chiquita en mi casa pero no me alcanza, así que vengo a tirar acá”. La huerta para ella significó una reafirmación en sus hábitos de consumo, ya que al ser vegetariana genera residuos orgánicos. Para Patricia la vida es distinta, lo que antes era una plaza seca en la que hace más de 20 años traía a su hija, hoy es una huerta en la que puede sentir que hace un cambio al tirar en la compostera los residuos que produce en su casa. Se volvió fanática de la experiencia y utiliza su mini compostera hogareña para generar menos residuos, y también continuando con la experiencia sostenible cultiva plantas aromáticas en su balcón.
Rivero es dueño de los restoranes Don Julio y el Preferido, que se encuentran entre los mejores sitios gastronómicos de toda Latinoamérica, y recientemente recibieron el reconocimiento del Sello Verde por parte del Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana de la Ciudad de Buenos Aires, por sus prácticas sustentables— la experiencia es “una manera diferente de disfrutar una plaza, en contacto con la naturaleza, y todo lo que necesita una ciudad moderna: lo responsable, lo amigable con el medio ambiente, y las buenas internacionales para los que más necesitan alimentos, y los que conocen y necesitan vincularse con la producción de alimentos y la naturaleza”.
En sintonía con las tendencias internacionales del ecologismo, y la posibilidad de ser replicado en otros espacios de la Ciudad de Buenos Aires, Rivero sostiene: “Seguro que va a ser replicado, mucha gente estuvo viniendo a preguntar. Lo importante es que sea parte del paisaje del barrio donde se haga. Para nosotros va a ser muy motivador porque tendría un impacto más allá de nuestro espacio.” Mientras que el cocinero de El Preferido, Martin Lukesch, al recorrer la huerta, comenta: “Ojalá sea un referente para otros barrios, muchos de los que vienen aquí piden que se haga en otros barrios”.
Rivero tenía una intención: poder poner un grano de arena donde vive y trabaja y cuidar el proyecto para que este barrio sea un mejor lugar. Para él, mejorar el lugar que habitamos es posible y el resultado es visible. “Es único porque es del barrio, conecta a la gente, une a todos los vecinos al trabajar en común en algo tan noble que es la producción de alimentos, es único como la naturaleza que se desarrolla en este lugar, la biodiversidad que se está desarrollando en un punto de Palermo con las aves y los árboles, las abejas, las mariposas que se generan con los cultivos autóctonos. Y es único sobre todo porque es el primero de este carácter en Buenos Aires y este barrio”, señala.
El presidente de la Comuna 14, Martin Cantera, dice sobre la huerta: “Generar la primera huerta urbana comunitaria de Palermo fue un gran desafío. Es un concepto relativamente nuevo que en varias ciudades del mundo es tendencia, cada vez hay más”. También resalta que la práctica institucional que utilizaron para llevar a cabo el proyecto es el Padrinazgo, a través de la firma de un acuerdo de colaboración entre ambas partes, votado en la junta comunal y firmado por ambas partes. Ya existen varios antecedentes en espacios públicos que son resultado de la ordenanza N 43.7942, entre ellos el Parque 3 de Febrero, la Reserva Ecológica, y el Skate Park del Velódromo de Palermo, que reciben mantenimiento por parte de distintas empresas.
Pero a pesar de no ser el primer espacio apadrinado en la Ciudad de Buenos Aires, es la primera huerta de este tipo, y es la Comuna 14 la que decide a qué institución sin fines de lucro se destinan los bolsones. Todas las cosechas quedan registradas en el acta comunal y pueden ser chequeadas en la página web de la Comuna 14.
Cantera continua: “Creemos firmemente en la participación público privada para el desarrollo de nuestro barrio. Los resultados están a la vista: generamos un espacio de calidad donde también se rompe el paradigma de que una plaza solo es atractiva si tiene hamacas. Hoy en la huerta Luna de enfrente los vecinos se pueden capacitar, colaborar con las tareas diarias, llevar sus residuos orgánicos a las composteras, participar de las cosechas y las entregas”. Para el Comunero, se generó una comunidad alrededor del proyecto y eso es lo principal.