Silencios, omisiones, distorsiones, indiferencias, indolencia, prejuicios, egoísmos, mezquindades, intereses e ignorancia explican porque este 18 de julio, 30 años después, todavía sigan reinando la injusticia y la impunidad ahondando la herida. Una inacción perversa que profundiza el dolor y nos impide a todos, y en especial a los familiares de las 85 víctimas, elaborar el duelo. Ausencia de respuesta que les niega a los muertos descansar en paz.
Llega un nuevo aniversario, y los que fuimos testigos volvemos una y otra vez a esas escenas congeladas en nuestra memoria. Sabemos en detalle donde estábamos aquel día de 1994 a las 9.53. Recordamos bien que hicimos, que nos pasó. Y también podemos recorrer nuestras vidas, ver todo lo que sucedió con nosotros y en nuestro derredor. Y corroboramos que la bomba sigue estallando. Que el dolor, el enojo y la tristeza no cesan. Como tampoco disminuye nuestra fuerza como hombres y mujeres de bien para exigir por justicia.
No se trata de venganza. Cuando las imágenes se vuelven cada día más borrosas y lejanas, más estamos obligados a honrar la memoria y actuar en consecuencia en cada lugar. Asumiendo que el atentado que todos los argentinos estamos implicados. Todos, sin distinción, somos sobrevivientes.
La justicia no dio respuesta y la política por mucho tiempo tampoco. Un gobierno eligió aliarse con el mal y darle la espalda a las víctimas. Hoy estamos en otro escenario.
Desde hace 7 meses Argentina se alineó nuevamente, como corresponde, con los países que enfrentan decididamente el terrorismo y defienden los valores de la libertad, la democracia, la paz y la vida. En este día ello trae nuevamente la esperanza. Nos dice que no estamos solos en esta lucha sagrada e irrenunciable por la verdad y que los culpables sean juzgados y condenados.
Hoy es tiempo de recordar, de homenajear, de decir, exigir, de enseñar. Estamos en este mundo para repararlo, en hebreo decimos Tikun Olam. Es lo que debemos hacer. Es nuestra responsabilidad.
Por Claudio Avruj
Director de Optimism
