No se detiene. El tiempo avanza irremediablemente y el calendario anuncia que nuevamente es 18 de julio en el país de los desmemoriados.
Sin embargo y afortunadamente, si es que se puede utilizar esta palabra en este contexto, siempre habrá quien recuerde. Aquellos que abogan por el olvido deberán enfrentar a los familiares de las víctimas y a los sobrevivientes que estarán dando una y otra vez sus testimonios únicos e irrefutables. Los verán compartiendo todos sus pesares, no para mendigar lástima, sino que será con la misma postura de los últimos 27 años: con altura y dignidad ejemplar para exigir justicia y castigo. Y lo harán una y otra vez hasta el final de los tiempos. Se pronunciaran también para enseñar, desde sus experiencias personalísimas, el verdadero sentido de la resiliencia. El esfuerzo que conlleva sobreponerse cada día a los dolores por los sueños truncados, a las tristezas por las ausencias, a convivir con las heridas que nunca cierran. Explicarán que santificar la vida no son palabras de ocasión sino valores profundos e irrenunciables que los seres humanos llevamos adentro y debemos honrar con nuestras acciones, que ejercer el respeto y reconocimiento del prójimo es maravilloso. Hablarán de la belleza del diálogo, de las oportunidades que da el encuentro, y sobre todo la paz. Clamarán para que se entienda y tome conciencia sobre el peligro cierto y real del fanatismo, y la tragedia que representa el terrorismo. Lo harán incluso cuando sientan que nadie los escucha. Y hablarán como siempre, sin sentimiento de revancha alguno.
Y en este país de adormecidos y desmemoriados también estará la comunidad judía en su conjunto, con el aprendizaje de siglos de enfrentarse y sobreponerse a la persecución y a la muerte, al antisemitismo y a la discriminación, señalando, reclamando, exigiendo y educando en base a la memoria y al no olvido.
Dice Manuel Vilas en “Ordesa”, un impresionante libro autobiográfico que da cuenta sobre la vulnerabilidad de las personas: “Ojalá pudiera medirse el dolor humano con números claros y no con palabras inciertas. Ojalá hubiera una forma de saber cuánto hemos sufrido y que el dolor tuviera materia y medición”.
¿Cuánto nos ha sucedido en estos 27 años, desde aquel 18 de julio de 1994, cuando la traffic se incrustó sobre el edificio de la AMIA en la calle Pasteur 633, dejando 85 víctimas fatales y centenares de heridos?
Siete periodos presidenciales y veintisiete ciclos parlamentarios y judiciales que nos dejaron en el mismo lugar, pero que en rigor de verdad es haber retrocedido cada día un poco más, cediendo lugares que la impunidad los ocupa con su manto impiadoso.
Casi tres décadas con los mismos comportamientos como sociedad que demuestran que tragedias como el atentado son de las víctimas y de los sobrevivientes, nunca del conjunto.
No termina de madurar una conciencia colectiva que se haga cargo de sus heridas.
Así el tema desaparece de la agenda de todos el día posterior al acto de recuerdo para volver en el inicio del mes de julio del año siguiente.
Mientras, un trabajo silencioso y continuo queda en manos de los familiares y de las instituciones judías para despertar conciencia, para no dejar el que olvido venza.
Argentina padece muchos males, lo sabemos y acostumbrarnos no ha de ser la mejor respuesta. Los problemas exigen de la rebeldía con valentía e inteligencia para encontrarles solución. Y es esa rebeldía de no resignarnos jamás, es la que invocamos cada año al rendir tributo y homenajear a nuestros muertos, repudiar al terrorismo y sus cómplices, y, por sobre todas las cosas, exigir justicia.
Este nuevo acto convocado por la AMIA y los familiares, y al que adhieren millones de personas de buena fe, tiene la palabra Conectados como premisa. Que esa conexión sea una alarma que no se detenga, que vibre fuertemente, que nos saque del adormecimiento y la desmemoria. Que truene fuerte y haga despertar la conciencia de los insensibles, de los indiferentes. Que despierte y sensibilice a quienes tienen en sus manos la potestad de decirnos la verdad y hacer justicia.
Por Claudio Avruj
Director de Optimism