Gabriel Rueda se prepara para el Ultra-Trail de Mont-Blanc: 170 km atravesando Francia, Italia y Suiza. Se recibió en el instituto de Bariloche en 3 años y está en Málaga para hacer un Máster en Ingeniería. El corto “100″ es parte del Festival de Cine de Aventura que llegó a Argentina y cuenta su vida
Cuenta los días y espera la tarde del 27 de agosto. Ese día, Gabriel Rueda se calzará sus zapatillas y será uno de los más de dos mil corredores de todo el mundo que andará por los senderos de alta montaña en este gigantesco evento de trail running, la carrera a pie de esa especialidad más prestigiosa del planeta.
Llegar allí fue un sueño y teniendo en cuenta la marca de los campeones, entre 20 y 21 horas, espera terminar su propio desafío en 25 horas. Hasta allí llega con sus raíces salteñas a flor de piel, con el recuerdo de su infancia en el Paraje El Candado, con la voz de su madre que le aconsejó que estudiara y saliera al mundo, con los mensajes de aliento de sus cinco hermanos y el orgullo de su padre que hoy ve que había para su hijo menor algo más en la vida que el trabajo sacrificado y mal pagado en la industria de café, y que creyó debía heredarle.
Con 21 años, Gabriel dejó su provincia natal y se mudó a San Carlos de Bariloche. Había sido becado por el Instituto Balseiro para estudiar allí la carrera de Ingeniería Nuclear, la hizo en tres años. Hace un año, se mudó a Málaga para realizar un Máster en Ingeniería y desde hace un mes se prepara para la ultramaratón que desde 2013 miraba desde lejos.
“Siempre soñé con este momento”, admite que mientras descansa de su entrenamiento en Los Alpes franceses. “Estoy en medio de un valle rodeado de montañas, a unos 800 metros del suelo donde la montaña más alta está a más de 2.500 metros. Todo este lugar es soñado, lleno de senderos, pasa un arroyo por aquí cerquita, se respira aire puro y mucha paz. No diría que es un lugar de desconexión sino de conexión con uno mismo”, describe el sitio donde en ocho días se realizará la competencia.
“100”, un documental de Alejandro Rivera, que refleja las vivencias del reconocido corredor argentino Gabriel Rueda, mientras completa el Bariloche100 Ultra Trail.
Emocionado cuenta que el 11 de agosto se estrenó en la ciudad rionegrina “100″, un documental de 18 minutos de Alejandro Rivera, que refleja su recorrido durante la Bariloche100 Ultra Trail, una de las competencias de trail running más duras de la Argentina, en plena montaña. “Regresé en marzo solo para participar y porque pese a que corrí los últimos 10 años, mi familia nunca me vio hacerlo, pero esa vez estuvieron todos alentándome”, revela. Ese corto es parte del Banff, el festival internacional de Cine Aventura a realizarse en el Teatro Coliseo de Buenos Aires los días 29, 30 de agosto y 5 de septiembre, y que proyectará otras cinco películas argentinas.
La conmovedora historia
En el paraje El Candado no tenían agua, ni electricidad. Allí vivían solo cinco familias y entre cada vivienda la distancia era superior a un kilómetro. Había una sola escuelita rural donde iban los niños de lugar, entre ellos Gabriel y sus cinco hermanos.
Vivieron allí hasta que él y su hermano mayor por un año cursaban los últimos grados. “Mi mamá (Rafaela) quería que todos estudiáramos y cada vez que los más grandes terminaban la escuela, buscaba que algún familiar los alojara en su casa para que ellos puedan seguir la secundaria. Así lo hicieron y continuaron su vida académica en otras ciudades: algunos son docentes y uno es médico. Por eso, cuando los más chicos estábamos terminando la primaria, yo con 10 años, ella decidió que todos nos mudáramos a Aguas Blancas, una ciudad chica que para mi, entonces, era una metrópolis… ¡Había luz y agua! Fue todo un mundo nuevo”, resume el hombre de 31 años la que fue su primera etapa.
Ya en la secundaria comenzó a desarrollar especial amor por las Matemáticas, lo que lo llevó a participar de las Olimpíadas regionales y nacionales. Compitiendo en Córdoba conoció al Instituto Balseiro y supo que existía la posibilidad de anotarse para obtener una beca que otorgaba la Comisión de Energía Atómica para estudiar allí Física y todo lo relacionado a la Energía Atómica.
“¡Fue descubrir un mundo nuevo! Aunque en ese momento no sabía mucho qué era, me pareció interesante, me anoté y apliqué estando ya en el segundo año de la universidad”, resume sobre la oportunidad de obtener una beca completa para estudiantes y que ameritaba un ingreso muy exigente: “La prueba escrita fue de Física y Matemática, cuando las aprobé seguí con el proceso de selección, porque los últimos aspirantes que quedan son becados con una beca full time para dedicarte solamente a estudiar en Bariloche, y me fue bien. Ingresé en el año 2011 y en 2014 me recibí. Luego trabajé para la Comisión de Energía Atómica en el mismo Centro Atómico hasta el año hasta el año pasado donde apliqué para hacer una especialización en España y desde entonces estoy en Málaga”.
Adaptarse al cambio de aire, y clima, le llevó un poco de tiempo. “Tuve que adaptarme, pero después me di cuenta de que más allá de cualquier cambio uno siempre puede encontrarle el lado lindo a cualquier sitio donde viva. Y en Bariloche aprendí a esquiar, y lo hacía todos los inviernos, y en el verano practicaba mountain bike y kayak”, recuerda.
La motivación, lo más importante en una competencia que exige al cuerpo y a la mente
En 2012, gracias a un amigo del instituto que practicaba deporte en montaña, comenzó a correr en esos terrenos y al ver un documental de ultra maratones supo que había algo allí que lo llamaba, casi como una sirena.
“Comencé corriendo 5 km y desde hace seis años empecé a correr distancias un poco más largas como ultra maratones de 42 kilómetros; cuando logré pasar esa barrera, corrí 50 km, después 60, 80 y así fui avanzando, pero siempre hacia un horizonte y el Ultra-Trail de Mont-Blanc, que es como el Tour de Francia para el que anda en bici, y que es algo grandioso a nivel montaña mundial, fue mi motivación. Para mi es cerrar una etapa a nivel personal y, también, una posibilidad de decir quería hacer esto y lo voy a hacer ahora”, admite.
Gabriel siente felicidad. Dice que una gran satisfacción y una gratitud enorme lo colman al solo pensarse en ese desafío que le implican por estos días hasta 28 horas de entrenamiento semanal y que lo tendrá una noche completa corriendo en el frío extremo.
Para hacerlo, cargará una mochila de unos tres kilos. Peso extra para llevar con él el par de zapatillas para cambiarse a mitad de carrera, un rompe viento, un buzo de abrigo y alguna manta además de algo para comer y beber, y alguna linterna además de los elementos que la organización solicite para participar. Serán otros tres kilos en sus hombros que, inevitablemente, sentirá cuando los pasos le pasen factura.
“¿Que con qué me voy a encontrar? A nivel competencia deben ser como que te diga hacer unas 15 cumbres, más o menos, a lo largo de todo el de toda la carrera, pero lo que creo que me espera es una noche larga porque arrancamos a las 6 de la tarde. Entonces me esperan muchas horas de mucho frío, en las zonas altas de montaña pasaremos por picos muy altos, a 2.600 metros. Después lo que me espera es esa acumulación de muchos kilómetros, de muchas horas, todo junto en el cuerpo, y eso es una sorpresa. Es muy diferente cómo responde el cuerpo cuando pasan 10 horas, 15 horas de estar corriendo todo el tiempo”.
Cuando llegue a su meta (reconoce que estar allí y llegar es lo único que hoy tiene en mente), agradecerá a la vida por la oportunidad. Posará en su mente el rostro de Rafaela, su mamá de 71 años a quien llamará para contarle cómo le fue, le agradecerá porque desde que era un niño lo alentó a seguir sus sueños: “Salí del pueblo, de la provincia y anímate a salir al mundo”, recuerda casi quebrado sus palabras.
No sabe aún cuánto tiempo más estará en España luego de finalizar el Máster en marzo. Sí sabe que al regresar visitará a su familia y volverá a su Aguas Blancas querida para dar nuevamente una charla en la escuela que lo vio dar sus primeros pasos en Matemáticas.
“Aliento a los chicos a que salgan del pueblo, porque cuando uno vive allá no se ve más allá de los límites del propio lugar; no se sabe qué hay afuera, es casi imposible imaginar la capital de la provincia, que ya se plantea como otro mundo. Les cuento a esos niños que ocupan las aulas en las que aprendí mucho, que el país es inmenso y les cuento todo lo que se puede hacer y cuando se sale de Argentina, y todo lo que se puede lograr estudiando y teniendo un sueño por cumplir. Eso siempre es lo que importa”, finaliza.