Es la historia de Matías Fernández Burzaco, vecino de Flores. Padece fibromatosis hialina juvenil, una enfermedad generada por una alteración del código genético de la que sólo hay 65 casos en el mundo. Desde que tiene memoria, Matías se somete a partes médicos, operaciones y al constante cuidado de los otros.
Como peroidista y escritor, hace tres años comenzó a narrar su historia, que tomó cuerpo en un primer libro, “Formas Propias: Diario de un cuerpo en guerra”, un registro tan lacerante como magnético. Retrata una verdad personal; lo bello, lo malo y lo horrible de estar en sus zapatos. Al escribir, Matías pronunciaba lo que nunca había dicho; aquello que quisiera hacer y no puede: nadar en una pileta, enamorarse de una mujer, poder estar solo.
“Mi cuerpo es flashero, sé que no es genérico pero no lo cambiaría”. Hace poco contó la cantidad de tumores que tiene en el cuerpo y llegó a 172. Como paciente, toda su vida se sometió a un tratamiento, como periodista comenzó a interrogar a su enfermedad cuando cumplió 20 años. Las palabras son su movimiento. Hace unos años se metió en el mundo del rap y hace freestyle con su hermano Agustín. “¿Quién es ese niño?” es su primer tema; ni monstruo ni pibito, sus rimas tienen flow. Registra el mundo desde abajo y se ríe de la mirada ajena.
El mundo del rap
Quién es ese niño, qué es lo que tiene? Tiene demasiado FLOW”, rapea Matías Fernández Burzaco, “Troti” para los amigos. Si respondemos la pregunta de su primer single, aparte de flow, Mati tiene toda la actitud del mundo y no es exageración. Según Wikipedia, la “actitud es el comportamiento que emplea un individuo frente a la vida. En este sentido, se puede decir que es su forma de ser o el comportamiento de actuar”. No quedan dudas, Troti tiene toda la actitud en su máxima expresión.
Sólo 60 personas en el mundo tienen fibromatosis hialina juvenil, una enfermedad muy rara de la piel, Mati es una de ellas. En Argentina es el segundo caso. En su día a día se traslada en silla de ruedas y por las noches usa un respirador para dormir y no ahogarse.
Sin embargo, esta condición física no es obstáculo para él. Relató partidos de fútbol, publicó sus crónicas y cuentos en perfiles como La Nación, Perfil, Página 12 y muchos sitios más. El arte es su motor para el desarrollo de sus metas y de querer siempre más. La música y la escritura son su medio de expresión, son la posibilidad de alzar una voz para poder hablar de la inclusión.
No me traba nada, miro el mundo desde abajo
“Me defino como una persona normal, rapero, periodista, como una persona que le gusta vivir, que escribe y que se acepta como es. Una persona que no piensa tanto en lo que hace, que tiene un millón de amigos”. Así empezó Matías una extensa charla que pasó por todos los matices.
Repasar su camino transitado fue como una de sus crónicas, de esas que te mantienen expectante por lo que va a suceder, que encienden la ansiedad y te permiten disfrutar.
¿Cómo llegó a tu vida el periodismo?
En la secundaria yo era un desastre, me juntaba con mis amigos y nos íbamos a fumar antes de entrar al colegio, me copiaba bastante, me sentaba al fondo de todos. Mi vieja me anotó de prepo en el Éter, la escuela de Comunicación y Periodismo. Yo miraba partidos de fútbol, de tenis, de todos los deportes soy fanático, y también los relataba, entonces creo que de ahí nacieron estas ganas de fusionar el periodismo con el deporte.
Igualmente, creo que la curiosidad mía era más grande y desde ahí pude encontrar el periodismo más a secas, que es esto del mirar, preguntar, cuestionar y tratar de encontrar una mirada diferente de las cosas. Por eso fui buscando historias de personajes puntuales. Después me fui del periodismo deportivo para mezclar la literatura con esto de preguntar y de conocer realmente a una persona, de ir hasta el fondo y de contar todo.
¿Cómo llegaste a la música?
El nexo de haber llegado a la música está en mis amigos, en el boom del rap y el trap que empezó con las batallas de freestyle. Yo desde chico escuchaba rap, pero creo que lo conecté y viví a través de la palabra. Empezamos a jugar con mis amigos y a combinar las palabras y de pronto decir: “Che, bueno, yo quiero improvisar y también expresar lo que siento con rimas”.
En mi casa mi hermano es músico, toca la guitarra y el piano. Mi mamá es bailarina y coreógrafa, mi casa es la casa del barrio, es como un centro cultural. Y ahí salió la idea de “yo también puedo hacer trap”, contar mi mirada a través de la palabra, tratando de darle un sentido poético. Yo quiero poder alzar una voz, un grito, porque para mí el rap es una voz de protesta, un grito con ganas de sacar todo lo que uno tiene adentro y soltarlo con flow y con los poderes que uno tenga.
¿Cuál es ese grito que querés alzar con el rap?
Quiero alzar el grito de una música que represente a otras personas. Quiero mostrar que yo no tengo cadenas, incluso estoy todo roto físicamente, pero quiero mostrar que puedo romperla estando en esta situación y también dando un poco de visibilidad a los y las discapacitadas que quieren y tienen un deseo. Que tienen un montón de herramientas para mostrarse.
Primero empecé improvisando que es algo que hago todos los días con una base de rap y así rapeo. Comencé con dos productores amigos de mi hermano, que también se sumaron a esta idea de romper con lo hegemónico y de poder contar una historia, no importa si la pista es de trap, de rap, regeton o bachata, sino simplemente a través de un momento poder crear imágenes, jugar con lo sensorial. Las palabras son mi mayor movimiento, entonces yo me expreso a través de mi voz y desde lo que puedo rapear, porque cantar todavía no sé, en cuestiones técnicas.
Busco eso, pero no busco dar ningún ejemplo de superación, porque no me creo ejemplo de nada, pero sí decir: estoy en este cuerpo difícil, que está lleno de agujeros, escaras, hay una paleta de colores en mi cuerpo y hay un montón de formas, pero está todo bien. Estoy acá y trato de buscar los problemas, de solucionarlos y de hacer.
Ni ejemplo de vida ni superación
Matías vive con su familia en el barrio porteño de Flores. Al año y cuatro meses de vida le diagnosticaron esta enfermedad, que tiene como característica la presencia de contractura y dolor articular, lesiones osteolíticas y nódulos en el cuerpo, sobre y debajo de la piel, producto de la acumulación de un material amorfo hialino similar al colágeno. Todo esto atenta contra el normal desarrollo motor.
Lo dice en su canción, “No soy ejemplo de vida ni superación”, pero construir esa actitud, lleva su trabajo y tiene su propia fuerza, fuerza que Matías alimenta y construye a través de sus vínculos más cercanos.
“La fuerza la tengo a través del amor de mis amigos, de mi familia que está siempre. Mi mamá es lo más, hasta me hace bailar con la silla, que no tengo mucho movimiento pero me mueve los brazos. También me lleva corriendo por la orilla del mar y ese momento es único.
Me da fuerzas proyectar en un futuro lejano o cercano, viéndome tocando en un escenario con una silla súper tecnológica, yendo de un lado para el otro. Me da fuerza el trabajo, yo relaciono la vida con el trabajo. Todos los días tengo una reunión diferente o tengo que hablar con un mánager o un productor, entonces no tengo ningún motivo para estar deprimido en la cama tirado, sino simplemente tener el deseo de rapear, de escribir, de leer y de moverme, de salir de este cuerpo que está como apretado, contraído y un poco estático. Me da fuerzas mostrar que no tengo un cuerpo genérico y eso también me empodera porque ‘che, yo soy deforme y tengo esto para decir’, entonces, allá vamos”.
Foto Instagram @mati.fernandezb. Matías y sus amigos.
Con hambre de gol, “Troti” valora y se aferra a la vida, la disfruta y elige a pesar de sus circunstancias. La música hoy su trabajo al que dedica el 100% de sus días. La inclusión es un mensaje que está fuertemente marcado en sus letras, pero Mati no es el primero, porque también hay otros chicos y chicas con diferentes discapacidades que cuentan sus intensas historias a través de las rimas.
“Mis referentes son Somadamantina y Cecilio G, de España, que tienen también una discapacidad: trastorno esquizoide. Ellos fueron los primeros (que yo sepa) en hacer trap en español y contar historias sin hacerse los pobrecitos. Junto a Yung Beef y otros no diagnosticados, me apoyé en ellos.
De Argentina me encanta Olimac Rizas, que está sacadísimo y rapea lo que se le canta: es el punk. Y Tiago, que con su última canción ‘Sola’ habla sobre la violencia del padre hacia su madre y me pareció muy valiente de su parte contarlo en un tema, de convertir una vivencia trágica en una obra linda. Apuesto a las historias descarnadas y a que se trabaje la palabra de un modo delicado y especial, rapear sobre cualquier ritmo y no encerrarse en lo que pide el mercado”, expresó en referencia a sus musas.
Otros de sus ídolos, pero en la escena local, son Trueno y Wos.
“A Trueno lo conocí en el rodaje de su tema ‘Atrevido’ que fue su primer single de su álbum nuevo que está en todos lados sonando, a pesar de que él no quería soltarlo en cuarentena, la explotó. Trueno es un pibe normal, no es lo que se ve en las redes, de hecho, en uno de los temas dice: ‘¿Querés saber quién soy? Te doy una pista: todo lo contrario a lo que viste por el Instagram’. Es un pibe sencillo, estuvo en la Boca sacándose fotos con todo el mundo, charlando con los vecinos. Lo respeto un montón y lo admiro, admiro su empuje, la soltura que muestra en el escenario, siempre está tranquilo.
A Wos lo conozco de Niceto. En uno de sus shows, pedí su contacto porque le quería hacer una nota y al segundo me pasó su teléfono. Después lo fui a ver a varios de sus espectáculos con él y su mánager, que aparte me está ayudando con la distribución de mis canciones y ahora con mi single de estreno. Está todo conectado. Wos es un capo e ídolo del freestyle, de la música, me encanta cómo escribe”.
Si bien Matías tiene un amplio espectro musical y literario en sus manos y que consume a diario, no hay mejor inspiración para él que contar su propia historia. Una historia que empuja a romper esquemas impuestos, a “empoderarse” a través de la diferencia, a contar que el aspecto no hace a la persona, y que la mirada de los otros y otras a él no le afecta, más bien “los entiende”.
“Pensamos en soltar este tema ‘¿Quién es ese niño?’ como carta de presentación mía, porque hay un montón de personas que me ven por la calle y se asustan, me miran, se hacen preguntas, hay muchas viejas que me tocan la cara y me hacen la cruz en la frente, las odio (risas). Hay un jardín de infantes a media cuadra de mi casa y todos los mediodías salen los nenes, y si yo paso, se hacen todos para un costado porque ven la silla que viene a toda velocidad, se abrazan a las piernas de las madres, o se esconden y me dicen ‘ahí va el mono o el bebé’.
Por todo esto, me dieron ganas de contar lo que me pasa y cómo lo tomo yo también. Cómo tomo yo la mirada de los otros, porque en realidad la tomo súper bien, a los nenes los entiendo, me hacen reír. ¿Quién es ese niño? es flow, una persona deformada, que tiene una voz y que puede rapear como un montón de otras personas, porque yo trato de decir ‘éste soy yo’ con mi flow y con mis formas propias de expresarme”.
A través de su letras, Mati también apunta directamente contra la sociedad, una sociedad que ve a la personas discapacitadas, como expresa él mismo: “nos ven como pobrecitos, como héroes, como seres especiales, como distintos, pero yo aprovecho eso para empoderarme y para decir: soy deforme, estoy todo hecho pelota, soy ‘feo’ entre comillas, porque no me siento feo la verdad, así que bueno, estoy acá”.
“El video es fuerte” dice Troti, “Hay un autobullying, yo me río de mí y creo que eso puede llegar a ser potente, mostrar esto de reírse de uno mismo y ya está ¿qué me pueden decir? ya me mostré como soy: crudo, desnudo y listo”.