Nancy Roqueta conoció el fenómeno en la pandemia y nunca paró. Comparte videos bailando, cocinando y tocando instrumentos. “Ni pienso en los seguidores, esto me hace feliz”, dijo.
Banana y nuez son los ingredientes estrella del budín que se cocina en el horno. Antes, cuando aún faltaban unos minutos para las 17, en una mesada repleta de harina y manteca, Nancy Roqueta apoyó su celular y relató, sin prisa y con una sonrisa, el paso a paso de la preparación.
El budín es para la merienda, aunque también servirá para alimentar a las casi 3.5 millones de personas que la siguen en TikTok. “Me ayudó a pasarla bien durante la pandemia, a conectarme con la gente. Nunca pensé que todo podía llegar tan lejos”, contó.
Roqueta nació en Colonia del Sacramento, República Oriental del Uruguay, hace 72 años. Es madre de Fernando (52) y Elisa (45). Tiene cinco nietos y un mote adquirido a partir de su popularidad, de la cual no reniega: “Soy la abuelita tiktoker más famosa”.
La historia de la abuela más famosa de TikTok
“Descubrí TikTok por medio de una prima que me pasó un video con una voz rara, que no era la de ella, pero graciosa. Le pregunté cómo lo había hecho y me dijo que era una aplicación. Le pedí que me lo mandara bien escrito, cómo tenía que poner para buscarla y descargarla”, recordó.
Aquella casualidad fue su salvataje. En plena cuarentena estricta, sin poder ver a su familia e inmersa en su mundo de dos ambientes, descubrió que además de una amplia terraza en el departamento que habita en Hurlingham, sus días eran más amenos gracias a una burbuja de gente que lograba divertirla.
Sus primeros videos fueron de prueba y error. Nancy desconocía cómo borrar aquellos que no le gustaban, entonces todo el material era publicado sin excepción. Se volvió fanática de Darío Barassi, a tal punto que pensó que TikTok se trataba de imitar a los famosos y publicar videos idénticos a los que ellos realizaban.
“Me esforcé y traté de cada día poder hacer algo mejor. Todavía me falta un montón, pero también es cierto que los videos los realizo en cinco minutos. Yo ni pienso en los seguidores, esto me hace feliz”, explicó.
Nancy arribó a Buenos Aires en 1985. Lo hizo junto a sus hijos, sin dinero y con la obligación de encarar un nuevo proyecto de vida. “Me casé dos veces y enviudé en las dos. Mis hijos son de ambos matrimonios. Vine a la Argentina con ganas de salir adelante, con mucho esfuerzo, porque no es fácil llegar a otro país”, dijo.
Sus padres se habían ido de Montevideo algunos años antes. Su desembarco en Buenos Aires tuvo como propósito revalidar su título de docente de Música, algo que tardó varios meses en conseguir.
“Fui empleada doméstica y trabajé en las cocinas de varios colegios. Después me compré una bicicleta y cuando pude revalidar mi título iba a dar clases a todos lados pedaleando. Hasta que junté un poco de dinero y me compré un terreno. Allí empecé a edificar mi casa”, contó Nancy.
Una vida dedicada a la música
Su apego a la música comenzó desde muy pequeña. Una pasión inculcada por sus padres, quienes tanto a ella como a sus hermanos mayores los enviaron a diversas clases instrumentales. “A los cuatro años ya me gustaba. Me habían regalado un acordeón de cartón, mi mamá dijo que tenía que estudiar música. Y me anotaron en el conservatorio. Empecé con piano, estuve dos años con teoría y solfeo. Después me dejaron tocar, porque ya me aburría. Ahí fui creciendo”, sostuvo.
“Era la única mujer, la nena de la casa tenía que estudiar el piano, y los varones estudiaban instrumentos de varones. Cuando veía a mi hermano tocar el acordeón yo quería también, pero estaba prohibido porque era de varones. Mi mamá me lo bajaba para que tocara cuando él se iba a estudiar”, agregó.
Nancy recuerda su adolescencia como una etapa “reprimida” por la imposibilidad de concurrir a recitales o descubrir nuevos artistas. “No había plata para eso. Me hubiera gustado salir con mis amigas, hacer ese tipo de cosas. En ese sentido eran muy estructurados en casa. Mis hermanos sí podían salir, pero yo no”, dijo.
“Con mis hijos también fui estricta y celosa. Acá, a diferencia de lo que vivía en Uruguay, todo quedaba lejos. Y me costó soltar. Mi hija estudiaba y se tenía que quedar en la casa de una amiga, venía más tarde y yo siempre con el corazón en la boca. No me gustaba que anduvieran en cosas que la familia no viera”, indicó.
Nancy manifestó que todo ese bagaje le permitió liberarse como abuela: “Con mis nietos soy muy permisiva, los disfruto. Mis hijos nunca me tuvieron como una abuela que tiene que estar ahí en la crianza o enseñanza. Yo los disfruto: los llevo al cine, salimos a pasear, me encargo de ser abuela. Lo que no hice con mis hijos por tiempo o trabajo”.
“Hoy siento que soy una persona que hace cosas, que disfruto mucho más de lo que hago. La gente se siente bien, me apoya, y eso me lleva a seguir haciéndolo”, remarcó.
Qué siente al ser reconocida por sus videos
“Me encantan que me digan abuela tiktoker. Cuando otra persona me comenta, me dice que le alegré el día o la mañana o ‘quiero que seas abuelita’, me llena de satisfacción. A querer seguir, mantenerme en esto todo lo que pueda”, narró.
Nancy aseguró que este renacer le permitió disfrutar otras facetas de su vida, relacionadas íntimamente a los vínculos humanos y familiares: “Es bueno que la gente me conozca, que vea cómo soy realmente. Que si hago un video riéndome o mostrándome triste es porque soy así. Me siento liberada”.
“Si los jóvenes se animan a hacer lo que sea, se van a dar cuenta de que se sentirán libres. Que reírse es una manera de olvidarse de los problemas. De no darle lugar ar a hacerte mala sangre por las cosas. A reírse más y preocuparse menos”, continuó.