Rubén y su mascota recorren juntos la ciudad de Buenos Aires. Mikito lo acompaña desde que le descubrieron el cáncer. Los pasajeros se sorprenden y le dejan propina. “Busco dejar un mensaje: no al maltrato animal”, dijo.
Hace unos días decidí tomarme un taxi para no llegar tarde a la redacción. Estiré la mano cuando vi que venía uno con la luz roja iluminando el “libre”. El auto se detuvo y me sorprendí porque en el asiento delantero venía sentado un perro. Sonreí por debajo del barbijo y me subí. Le dije al chofer que iba hasta Lima y San Juan. Encendió el reloj y arrancamos. Fue un viaje corto, pero con tiempo suficiente para preguntarle por qué llevaba un perro, cómo se llamaba la mascota y cuánto hacía que giraban juntos por las calles de la ciudad de Buenos Aires.
Por el espejo retrovisor me miró y contestó las preguntas. Desde atrás pude observar que “Mikito” estaba acostumbrado a ese trajín. No me pude contener y le acaricié la cabeza. Llegamos a destino y nos quedamos charlando un rato más.
Atrás de esa simpática imagen hay una historia, por eso le pregunté a Rubén si podíamos encontrarnos otro día con más tiempo y le propuse hacer una nota. Me dijo que aceptaba porque quería dejar un mensaje: “No al maltrato animal. El amor en cuatro patas también existe”.
Entonces anoté su teléfono, le escribí y arreglamos el encuentro para unos días después de su última quimioterapia. Ambos llegaron puntuales a la entrevista. Rubén llevaba un pañuelo en la cabeza con una vincha del grupo Riff y “Mikito”, una camiseta argentina y la visera con su nombre.
Un día con “Mikito”
El perrito llegó a su vida hace unos meses cuando a Rubén “Chumi” González le descubrieron cáncer. Se lo regaló su amigo Alberto Coronel. Juntos viven en un departamento de San Cristóbal y para no dejarlo solo decidió subirlo al taxi y llevarlo a trabajar con él. “Arriba del auto estamos de 9 a 11 horas. Se porta muy bien y en general es bien recibido por los pasajeros que hasta le dejan propina. Con esa plata le compro la ropa”, contó el hombre.
Entre viaje y viaje hace algunas paradas en las plazas para que “Mikito” haga sus necesidades y tome agua. Pero qué pasa cuándo un pasajero se queja por la presencia del animal. “Si a alguno no le gusta, no lo llevo. Que se tome otro auto y listo”, explicó.
Los días con Mikito arrancan entre juegos y paseos por el barrio. “Es el rey de la casa. Está siempre al lado mío. Es mi terapia y mi compañero de vida. Él me saca de pensamientos malos que a veces vienen a mi cabeza. Tengo una enfermedad terminal y hay días muy difíciles. Un día con ‘Mikito’ es un día agraciado por Dios. Siempre le agradezco haberlo puesto en mi camino. Es muy agradable estar con él”, dijo emocionado.
Alrededor de las 11:30 salen del departamento, almuerzan juntos y se preparan para la aventura que les espera arriba del taxi. Cuando termina el día vuelven a su casa cansados de trabajar, pero con la complicidad y la alegría de seguir estando juntos.
“Estoy en tratamiento y muy esperanzado”
A pesar de tener una salud frágil, Rubén la pelea día a día. “Estoy bajo tratamiento médico por mi enfermedad y tengo fe de que todo va a salir bien. Espero seguir por unos 10 años más, sobre todo para seguir cuidando a ‘Mikito’ que es cachorro”, dijo.
Además de taxista, Rubén es relator de carreras de ciclismo en distintos puntos de la Ciudad de Buenos Aires. Siempre estuvo ligado al deporte porque fue corredor profesional hasta los 48 años. Ahora, mientras sortea los obstáculos de la vida, pone primera y deja atrás los malos tragos. No sabe cuántos viajes más podrá hacer en el taxi, pero tiene la seguridad de que su mascota estará ahí para acompañarlo.