Se trata de Yaina y Mimí Sosa. La menor es arquera en el conjunto nacional de fútbol, mientras que la mayor es una jugadora histórica de Las Panteras del vóley.
A las hermanas Sosa las une mucho más que la sangre, mucho más que el apellido. La estrecha conexión entre ambas está basada, además, en la pasión por el deporte y por la intensidad con la que viven la posibilidad de vestir la camiseta celeste y blanca. Mimí, la mayor, es una histórica jugadora de Las Panteras, la selección argentina de vóley, mientras que Yanina está dando sus primeros pasos en el arco del combinado nacional de fútbol.
“A las dos nos gusta mucho el deporte y, cuando vemos que nos sale bien algo, nos enfocamos en eso. Físicamente también nos parecemos bastante. La manera en cómo nos entrenamos individualmente es lo que nos llevó a las dos a estar en la Selección”, sostuvo Emilce Sosa, conocida por todos como Mimí, en diálogo con Infobae.
Mimí y Yanina Sosa son hermanas por parte de padre y, a pesar de no dedicarse a ninguna disciplina de manera profesional, fue él quien les transmitió el amor por el deporte.
A fuerza de arduo trabajo, Mimí se convirtió en una de las grandes figuras del vóley nacional. Tras su paso por Córdoba dio el salto a Buenos Aires para jugar en Boca y en 2011 se fue al exterior: estuvo tres años en Rumania y siete en Brasil. Luego de una década fuera del país (y sin ver a sus hermanos y hermanas), decidió volver en el 2021 para sumarse a San Lorenzo. “La experiencia afuera me formó como persona: tuve que aprender otros idiomas, otras culturas, otros tipos de entrenamientos y hasta encontrarme con entrenadores con los que no estaba de acuerdo. Haber vivido en otros países y pasar sola muchas cosas me ayudó a estar en los últimos años de la carrera disfrutando de lo que hago”, sostuvo.
Los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 significaron un quiebre en su carrera, a tal punto que lleva tatuados en su muñeca derecha los aros y el logo de la competencia. “Los resultados no fueron los que queríamos, pero fue la primera vez en la historia que nuestra bandera estuvo en el vóley femenino en los Juegos. Fue increíble y fue el objetivo de mi vida. Hubo un antes y un después para mí: antes siempre jugaba presionada por ganar, hoy disfruto del vóley y de lo que hago”, recalcó Mimí.
“A todo el mundo le cuento orgullosa que soy la hermana de Mimí Sosa”, asegura Yanina, y la veracidad de la frase se constata en el brillo de sus ojos y en su enorme sonrisa. De la jugadora de vóley aprendió a ser una deportista profesional: suele pedirle consejos en materia de entrenamientos, comida, descanso y hasta sobre cómo responder en las entrevistas ante la prensa.
Para la arquera, plantearse objetivos a corto plazo ha funcionado como un motor en su crecimiento. Primero, pagó de su propio bolsillo entrenamientos específicos para su puesto y logró asentarse en el arco de Belgrano. Luego, con el anuncio de la profesionalización del fútbol femenino, se planteó jugar en un equipo de Buenos Aires. La recomendación del cuerpo técnico de la selección argentina durante una visoría en Córdoba de buscarse un equipo en la primera división de AFA no hizo más que confirmar los planes que ya tenía en la cabeza. Yanina armó videos con sus atajadas y contactó al representante Luis Loredo para que le buscara club. En agosto de 2020 llegó a Racing y tan solo unos meses más tarde recibió la primera convocatoria para entrenar con el conjunto nacional en el predio de la AFA en Ezeiza.
Luego de una década separadas por miles de kilómetros, Mimí y Yanina por fin coinciden en Buenos Aires. Cada vez que pueden se juntan a comer y a charlar de sus vidas. Mientras, el grupo de Wathsapp que comparten con sus hermanos (son seis en total) explota de mensajes cada vez que hay una novedad en sus carreras deportivas. “Están atentos a nuestros triunfos y a nuestras derrotas. Estamos en contacto todo el tiempo y nos dicen que están orgullosas de nosotras”, comenta Yanina con la misma sonrisa que se le dibuja cuando piensa en la próxima vez que estén todos juntos en Formosa. Ese día, como de costumbre, el tiempo se dividirá entre los picados de fútbol y los partidos de vóley, a los que ya se sumarán sus sobrinos para confirmar que el legado familiar de la pasión por el deporte está más vigente que nunca.