En un rincón verde con vista al Lago de Regatas de Palermo, donde el bullicio de la ciudad se mezcla con el canto de los pájaros y el murmullo del viento, Octavio Mármol espera que caiga el sol para estacionar su motorhome. Su hogar es su camioneta, un refugio itinerante que comparte con su perra Maca. “Aquí no solo vivo, también renuevo mi conexión con lo esencial, con la tierra, con el aire libre”, dijo a TN.
Cada mañana traslada dos baúles y despliega dos telas sobre el césped. En ellas coloca las herramientas para una nueva sesión de entrenamiento ancestral, un enfoque que “no busca solo mejorar la apariencia física, sino garantizar una calidad de vida longeva”.
Octavio, preparador físico y dedicado durante décadas a preparar atletas de alto rendimiento, decidió dejar los modelos deportivos de entrenamiento tradicionales para descubrir algo más profundo. Eso que trascendía la búsqueda de un cuerpo perfecto o de un rendimiento sobresaliente.
“Me cansé de los gimnasios y de la idea de que el ejercicio es solo para verse bien”, explicó. En paralelo, se compró un vehículo en el que montó una cama, una cocina y lo justo y necesario para vivir una vida minimalista. Octavio inició un viaje de introspección y exploración que lo llevó a descubrir las raíces de la condición física humana: el entrenamiento ancestral.
El entrenamiento ancestral, según Octavio, no es solo una rutina de ejercicios, sino una forma de vida. “Volvemos a lo básico, a los movimientos que nuestros antepasados realizaban diariamente para sobrevivir”, sostuvo. La práctica se basa en el modelo antropológico evolutivo, utilizando herramientas y técnicas que el ser humano empleaba hace miles de años.
Este enfoque, explicó Octavio, tiene como objetivo que “sus alumnos lleguen a los 90 años, incluso a los 100, con una salud y vitalidad envidiables. No solo es vivir más, sino vivir mejor”. El entrenamiento incluye una variedad de movimientos funcionales: levantar, empujar, trepar y balancear, utilizando herramientas como las clavas indias, mazos y otras réplicas de instrumentos ancestrales que el propio entrenador confecciona.
Las clases de Octavio se desarrollan en un entorno natural, aprovechando cada rincón de los parques de Palermo. La jornada comienza temprano, cuando el sol aún está bajo, y Octavio ya está allí, preparado para guiar a sus alumnos a través de una serie de movimientos que activan cada articulación del cuerpo.
Del motorhome al entrenamiento ancestral
“Comenzamos con una entrada en calor que moviliza todas las articulaciones en su máximo rango de movimiento”, comentó, ante la atenta mirada de su perra, mientras revoleaba una clava india con una destreza que solo los años de práctica pueden otorgar.
El entrenamiento incluye una combinación de fuerza básica, agilidad y movilidad. Los ejercicios son pendulares, circulares y helicoidales, lo que permite, tal como enumeró Octavio, recuperar la flexibilidad y la fuerza funcional de manera natural. “El cuerpo responde mejor cuando se le entrena como un todo, no como partes aisladas”, explicó Octavio, mientras demostraba cómo levantar un mazo largo con fluidez y precisión.
Cada sesión dura aproximadamente 60 minutos, y en tan solo cuatro semanas, los alumnos comienzan a notar cambios significativos. “En ocho semanas, la adaptación a las herramientas se hace evidente, y en doce semanas, el cambio es notable, tanto en fuerza como en movilidad”, aseguró.
Para Octavio, la diferencia entre su método y el entrenamiento en un gimnasio es clara. “En un gimnasio te enfocás en partes específicas del cuerpo, aquí entrenamos el cuerpo como un todo. No buscamos rendimiento o saturar el cuerpo de dolor, sino eficiencia en el movimiento”, precisó.
“Con estas herramientas ancestrales te podés volver ágil, fuerte y resistente en un tiempo mucho más corto”, aseguró. Su promesa fue más allá: “Entrenar conmigo no solo te hará más fuerte, sino que te dará una salud de hierro. Vas a vivir hasta los 90 años, como mínimo”.
Su estilo de vida es tan inusual como su método de entrenamiento. Vivir en un motorhome fue una decisión que tomó en busca de una vida más simple y conectada con la naturaleza. “Aquí tengo todo lo que necesito: una cama, una cocina, un baño. Es un espacio minimalista, pero suficiente”, comentó.
Su día comienza con el amanecer, cuando sale a caminar descalzo por el pasto húmedo, sintiendo la tierra bajo sus pies. “Estar en contacto con la tierra y la luz solar es fundamental para la salud”, explicó. Su alimentación es sencilla, basada en lo que considera una dieta natural para el ser humano: “Somos omnívoros, así que como lo que la naturaleza nos ofrece, siempre respetando mi cuerpo y mi entorno”.
La rutina diaria de Octavio es un equilibrio entre el trabajo y el disfrute de la naturaleza. “Mis alumnos son mis amigos, mi familia. Con ellos comparto charlas profundas y momentos de conexión humana”, dijo. Los fines de semana suele escapar de la ciudad, buscando la paz de la montaña o el mar, donde puede practicar kayak o escalada, dos de sus pasiones.
Para Octavio, la clave para una vida longeva y saludable radica en tres pilares: la naturaleza, el movimiento y la alimentación. “Volver al contacto con la naturaleza es esencial. La tierra, el sol, el aire, el agua, todos son elementos que nos nutren y nos dan vida”, afirmó.
El movimiento es otro aspecto crucial. “El sedentarismo es nuestro peor enemigo. Tenemos que estar activos, movernos constantemente, no solo entrenar, sino vivir en movimiento”, enfatizó. Luego remarcó la importancia de la alimentación: “Debemos comer lo que nuestro cuerpo realmente necesita, alimentos naturales que nos den energía y vitalidad. Entrenar como lo hacían nuestros antepasados no solo es eficaz, es el camino hacia una vida plena”, concluyó con una sonrisa.