A diferencia de otras disciplinas de la medicina, la psiquiatría carece de marcadores específicos para combatir con precisión farmacológica determinado trastorno. Los tratamientos se basan mucho en el ensayo y el error. Por eso, a veces los resultados alentadores tardan meses en llegar, justamente por no poder dar en el blanco con la droga adecuada.
Ahora existe una nueva tendencia, que consiste en incorporar en las terapias una mayor cantidad de parámetros del paciente y, por medio de la inteligencia artificial, encontrar una respuesta acertada en el menor tiempo posible.
Los resultados de un ensayo llevado a cabo por un equipo de investigadores argentinos encabezado por el psiquiatra Ricardo Corral, presidente de la Asociación Argentina de Psiquiatras (AAP), y la neurocientífica y psiquiatra Gabriela Nielsen, avanzan en ese sentido.
El trabajo fue presentado ya en congresos de psiquiatría nacionales e internacionales. Se trata de un Software de Apoyo a Decisiones Clínicas (CDSS), que integra información clínica, genética y biomarcadores sanguíneos, y se está validando en un estudio multicéntrico.
Corral, que además es médico del Borda, explicó a Clarín que “los medicamentos se metabolizan de manera diferente según cada persona, según los factores genéticos. Las mutaciones del ADN hacen que las enzimas sean distintas en unas personas y en otras. Con un análisis de sangre podemos saber si el medicamento va a ser metabolizado bien, muy rápido o muy lento. Buscamos esas mutaciones genéticas y conseguimos mayor precisión. La vía tradicional es más azarosa”.
Los investigadores reclutaron pacientes con diagnóstico de depresión unipolar. Quedaron fuera del estudio los que padecen trastorno bipolar. Fueron divididos en dos grupos. El primer grupo recibió tratamiento según las pautas clínicas tradicionales de psiquiatría. El segundo grupo recibió el soporte adicional del CDSS al inicio del tratamiento. El seguimiento se realizó a las 8 y 12 semanas.
Según un análisis preliminar de resultados con los primeros 20 voluntarios, los expertos afirman que “los pacientes cuyos psiquiatras recibieron el resultado del CDSS al inicio del tratamiento mostraron menos signos y síntomas de depresión (a las 8 y 12 semanas), en comparación con aquellos que lo recibieron más tarde”.
Concluyeron que “el enfoque de combinar diferentes biomarcadores en la selección del tratamiento farmacológico podría llevar a herramientas de CDSS válidas para el psiquiatra”. Y que sería importante continuar el estudio para tener una muestra más amplia de pacientes y confirmar que este tipo de CDSS puede conducir a tratamientos más precisos, reduciendo los bucles de prueba y error”.
Nielsen contó a Clarín que “si bien fueron presentados hasta ahora los resultados de 20 pacientes, ya llevan reclutados 70 y esperan llegar a los 300. Los psiquiatras que quieran incluir a sus pacientes en el protocolo (como requisito deben tener entre 18 y 65 años y depresión unipolar) pueden escribir al mail info@neomente.com. Se toma una muestra de sangre y se manda a analizar a la Universidad de Milan. Luego, el resultado le da una sugerencia al médico, no una indicación. La última palabra siempre es del psiquiatra”.
Medicina de precisión
Clarín consultó a dos psiquiatras ajenos a la investigación para saber si este tipo de herramienta puede ser valiosa para combatir la depresión. Marcelo Cetkovich, psiquiatra investigador de INECO y vicepresidente de la AAP, explicó que este proyecto se enmarca dentro de la llamada “medicina de precisión”.
“La ciencia de datos en la psiquiatría se ha abierto hace unos años y tiene que ver con un problema: no hay marcadores biológicos. Sabemos mucho sobre la depresión, pero no hay estudios que nos den marcadores. Si uno encuentra la forma de incorporar mucha información sobre la persona, y esa información se puede cotejar con grandes bases de datos de salud mental de pacientes, eso permite hacer comparaciones en tiempo real”, explicó Cetkovich.
Agregó que en el caso del CDSS, “utilizan datos genéticos e investigan la capacidad de predecir la respuesta y los efectos colaterales de algunos medicamentos. Es una muy buena idea, porque en salud mental hay más ensayo y error que en otras disciplinas por dudas diagnósticas y otra gran cantidad de variables”.
El psiquiatra Pedro Horvat también ponderó la iniciativa. Dijo que puede ser valiosa para evaluar los “riesgos de interacciones de medicamentos (por drogas que toma el paciente para cualquier otra afección) y las comorbilidades. Hay antidepresivos que tienen problemas con patologías orgánicas. Un paciente que toma algo para el Parkinson, por ejemplo, no debe recibir determinado tipo de antidepresivo porque le aumentaría el temblor”.
Horvat agregó: “Muchas veces no podemos afirmar a ciencia cierta cuál es el mejor antidepresivo para una persona. Tendemos a agruparlos, si el paciente tiene más ansiedad o menos ansiedad. Eso nos orienta dentro de grupos de antidepresivos. Con lo cual llegamos a un inconveniente: comenzamos un tratamiento con la esperanza de que nos vaya bien. En mi caso, en el 80 por ciento de los casos se plasma y a veces hay que hacer correcciones de dosis”.
Pero aparece otro inconveniente, explica el experto: “Los antidepresivos tardan entre 14 y 21 días en hacer efecto. Y hay pacientes que al cabo de 20 o 30 días de tratamiento hay que cambiarles la medicación y empezar de nuevo. Eso efectivamente es un problema. Es la típica situación en la que uno queda mal. Y hay un factor muy importante que es la confianza en el médico”.
A pesar del valor de la tecnología, Horvat consideró que “debe ser un complemento y no reemplazar un elemento clave: mucho del éxito se basa en la relación y el vínculo que el médico construye con el paciente. En esto hay ciencia pero también mucho de sugestión”.
A propósito, el psiquiatra contó el caso de un paciente adulto que toma dosis pediátricas de un medicamento para poder dormir bien. “Lo parte milimétricamente en ocho y toma un octavo cada noche. Es decir, hay gente que toma lo que le da la gana y le funciona. Y no se sabe por qué. Si no es algo que le esté haciendo mal, uno se rinde y concluye: ‘Equipo que gana no se toca’”.
Fuente: Clarín