Todos los hablantes experimentan la falta de fluidez y algunos tienen tartamudez, una condición que afecta al 1% de la población.
La tartamudez es la pérdida involuntaria de la comodidad al hablar, se manifiesta con repeticiones bloqueos o prolongaciones. Es variable y no en todas las personas tiene la misma severidad.
Cada 22 de octubre se conmemora el Día Internacional de la conciencia sobre la tartamudez, un día para compartir lo que sienten y experimentan las personas que tienen esta condición.
Magdalena Torrandell es licenciada en Fonoaudiología especializada en tartamudez y explicó a Diversidad que su origen es neurológico y “nada tiene que ver con las emociones o la inteligencia”. “Se detecta desde temprana edad, y cuanto antes mejor”, agregó.
“Lo más importante es que debemos darle sentido a la comunicación y al mensaje, y no a la forma en que decimos o en que se pierde la comodidad. La persona que experimenta la pérdida de control en el habla sólo necesita que le demos tiempo”, recomienda.
La tartamudez no se cura, porque no es una enfermedad es una condición que acompaña en toda la vida, explica Torrandell y agrega que en el tratamiento lo que se busca es aceptación y comodidad en la comunicación.
Danisa Álvarez, tiene 40 años y tartamudea desde los 2 años. Asegura que el mayor desafío que se enfrenta en la sociedad es “la desinformación, la falta de visibilidad y naturalización en cuanto a las diferentes formas de hablar o las dificultades que pueda haber en la comunicación, nosotros tenemos algunas dificultades y algunas situaciones para comunicar como nosotros queremos y cómo la sociedad espera”.
En ese sentido Danisa asegura que hay que dejar atrás los supuestos: “Cuando partimos de un supuesto es cuando está el error: ‘yo supongo que la tengo que ayudar a terminar la frase’”.
Trastornos del lenguaje
Mitos y causas de la tartamudez
En la escuela vivió momentos poco amigables, recordó que “intentaba no hablar, no comunicarse”, hasta que a los 8 años, una maestra le dijo a su mamá que era “muy tímida, que no hablaba, no salía en los recreos”.
“No es que yo era tímida, es que no había el apoyo, el acompañamiento y la información que tenía que haber en ese momento”, recordó.
Más tarde cuando quiso hacer una carrera universitaria tampoco encontró el apoyo necesario, su sueño era ser docente y le dijeron que no iba a poder estar frente a un aula porque “a sus alumnos se le iba a pegar la tartamudez, al intentar imitarla”. Nada más equivocado.
Con el tiempo Danisa logró formar una familia, enamorarse, tener hijos y retomar su carrera, ahora en una universidad pública donde estudia el Profesorado de Educación Primaria.
“Cuando formé mi familia pude enfrentar miedos, aceptar mi tartamudez, informarme más”, afirmó.
“Yo sé que hay muchos con miedo a comunicarse, a hablar, a tener familia, a trabajar de lo que les gusta. Todo esto parte del condicionamiento que tenemos que llevar a veces en las espaldas nosotros, cuando es de la sociedad y eso no nos tendría que afectar pero nos afecta y mucho”, reflexionó.