El juego tiene dos funciones muy importantes: comprender el mundo y obtener placer. Cómo ayuda a construir una salida segura para las emociones y les enseña a resolver situaciones conflictivas.
El juego es una forma natural de expresión para los niños y niñas y desempeña un papel crucial en su desarrollo emocional y social. Constituye el motor del aprendizaje y del descubrimiento, aunque no nazca para ello. Desde el bebé que mira absorto el móvil arriba de su cuna, lo patea y suena e intenta repetirlo, al niño que escudriña una lombriz o la niña concentrada en una partida de ajedrez o pateando el gol que recordará toda su vida, el juego es deseo. Se desea eso mismo que se está viviendo y no otra cosa. Es puro presente.
El juego libre, el jugar por jugar sin buscar un beneficio inmediato, es una aspecto esencial de lo humano. Tiene consecuencias serias en el desarrollo.
A lo largo de la historia
El juego y su relación con la infancia ha sido un tema investigado por muchas disciplinas. Si bien cada estudio ha arrojado resultados según las culturas y las costumbres, algunas de las variables que se conocen acerca del juego son las siguientes:
En la antigüedad, los niños participaban en una variedad de juegos tradicionales que a menudo reflejaban aspectos importantes de su cultura y sociedad. Estos podían incluir juegos de pelota, de tablero, de imitación de roles, con muñecas y juguetes, entre otros.
Los niños jugaban a imitar a los adultos, recreando escenas de la vida cotidiana, como actividades agrícolas, comerciales o rituales. Algunos juegos tenían un carácter ritual o religioso en la antigüedad, y tenían un significado simbólico o espiritual. En algunas culturas antiguas, el juego también estaba integrado en la educación formal. Los niños podían aprender a través de juegos y actividades que se relacionaban con su futuro papel en la sociedad.
En la Antigua Grecia se practicaban diversos juegos y deportes. Uno de los juegos más conocidos era el “episkyros”, que era con un balón, similar al fútbol actual.
En Egipto se han encontrado tableros y piezas para juegos de mesa, como el “Senet” y el “Mehen”. Además, los niños jugaban a juegos de simulación con muñecas y juguetes.
Los romanos jugaban el “Harpastum”, un juego de pelota similar al “Episkyros” griego, y el “Pila”, una especie de lanzamiento de balón. Los romanos también jugaban juegos de mesa como el “Ludus Duodecim Scriptorum” (similar a las damas) y los dados.
En la antigua China, los niños disfrutaban de una variedad de juegos y juguetes. Algunos de los tradicionales incluían barriletes, trompos, títeres, marionetas y bloques de construcción. También jugaban a juegos de mesa como el “Xiangqi” (ajedrez chino) y el “Weiqi” (go).
Las civilizaciones precolombinas en América también tenían juegos y actividades recreativas. Los mayas jugaban un juego de pelota conocido como “Juego de Pelota Mesoamericano”, y los aztecas tenían su versión llamada “Tlachtli un juego de pelota que requería de un patio que tenía forma de “H” acostada. A ambos lados del travesaño de la H se extendían los muros y en el medio de cada uno se insertaba verticalmente un anillo de piedra o de madera, a diferencia de la posición horizontal del aro en el juego del básquet que hoy conocemos.
Desde los juegos se han inculcado hábitos, costumbres y disciplinas, así como los roles de género y condición social. La descripción de juguetes no es variada en los estudios, se mencionan siempre los mismos: el caballito de madera, el molinillo de viento, la soga y las muñecas, entre otros. Los dos primeros juguetes mencionados pertenecen al campo de los masculino mientras que las muñecas pertenecen al ámbito de lo femenino.
La representación artística de estos juegos y juguetes aparece en ámbitos hogareños donde un niño juega solo o en compañía de su madre, o con otros niños, aunque en ocasiones se representan espectáculos y juegos infantiles colectivos que se llevan a cabo al aire libre.
Jugar para estar bien
Los niños y niñas utilizan juguetes, muñecos, figuras y escenarios imaginarios para representar situaciones y personas relevantes en sus vidas, para comprender el mundo y para obtener placer. Los elementos simbólicos les permiten expresar y explorar sus sentimientos y experiencias sin la necesidad de hablar directamente sobre ellas.
Además el juego proporciona una salida segura para las emociones intensas que pueden experimentar. Así expresar enojo, miedo, tristeza o alegría a través de la dramatización y la interacción con juguetes y otros compañeros de juegos los hacen sentir seguros.
Durante el juego, los niños tienen la oportunidad de enfrentar y resolver situaciones conflictivas. Pueden experimentar diferentes roles y escenarios, lo que les ayuda a desarrollar habilidades sociales y emocionales para lidiar con desafíos y problemas en la casa, en la escuela y en el barrio.
El juego en grupo también fomenta la comunicación, la cooperación y la empatía. A través de la interacción con otros niños y niñas, aprenden a compartir, negociar, tomar turnos y trabajar en equipo. A través del juego de roles, los niños pueden crear y desarrollar narrativas que reflejan sus pensamientos y emociones internas. Esto les permite darle sentido a sus experiencias y crear una estructura para comprender el mundo que los rodea.
El juego también ayuda a los niños a desarrollar un sentido de identidad y autoconocimiento. Pueden experimentar con diferentes roles y expresar aspectos de sí mismos que quizás no se sientan cómodos mostrando en otros contextos.
Su importancia en terapia
En el psicoanálisis, especialmente en la terapia psicoanalítica con niños, el juego se considera su lenguaje natural y se utiliza como una herramienta terapéutica para comprender y abordar sus pensamientos, emociones y conflictos internos.
Los niños y niñas pueden tener dificultades para expresar sus sentimientos y conflictos a través del lenguaje verbal. El juego y el dibujo proporcionan una forma no verbal de comunicación donde los niños pueden expresarse de manera simbólica y libre.
Dentro del marco de la terapia los juegos son una parte muy importante del proceso terapéutico. El juego proporciona un medio para desarrollar una relación de confianza entre el terapeuta y el niño. Al jugar juntos, se crea un ambiente seguro y empático donde el niño o la niña se sienten cómodos y confiados para explorar su vida y sus circunstancias.
A través del juego, los niños y niñas pueden investigar acerca de sus sentimientos y experiencias en los objetos y personajes del juego. Aquello que puede ser muy duro de contar en primera persona se le atribuye al peluche, por ejemplo.
El juego también es un medio a través del cual los niños y niñas pueden transferir sus sentimientos y relaciones pasadas o presentes con figuras significativas en su vida al terapeuta o a los personajes del juego. Esto brinda la oportunidad de explorar dinámicas emocionales y relaciones del ámbito intra y extrafamiliar.
Al jugar, los niños pueden recrear situaciones estresantes o traumáticas y buscar soluciones o formas de enfrentarlas. A través de estas representaciones simbólicas, pueden intentar comprender y asimilar lo que han vivido.
Espacios para jugar
La importancia que se le da a la actividad lúdica libre es reveladora de los rasgos culturales de cada nación.
La planificación de espacios tiene en cuenta las necesidades, intereses y seguridad de los niños y niñas con entornos diseñados para fomentar el juego, la exploración, el aprendizaje y el desarrollo son fundamentales.
Incluir en el diseño arquitectónico, especialmente de las ciudades que son poco amigables con los niños debido a lo riesgoso del tráfico y seguridad vial, peligrosidad, contaminación, etc. áreas de juego seguras que estimulen la creatividad y la imaginación es fundamental. También proyectar parques infantiles diseñados cuidadosamente con estructuras de juego interactivas, hamacas, toboganes y espacios para trepar son ejemplos de elementos que promueven el juego activo y saludable. Así como juegos para niños y niñas con diversas capacidades incorporando equipos y estructuras de juego que sean accesibles y adecuados por ejemplo, columpios adaptados, estructuras con rampas, paneles táctiles, etc.
Los espacios deben ser accesibles para niños y niñas de todas las edades y habilidades. Rampas, pasillos anchos y ascensores facilitan la movilidad de cochecitos de bebé, sillas de ruedas y niños pequeños.
El uso de colores brillantes y sonidos atractivos puede estimular la creatividad y el interés de los niños y niñas en su entorno. Incluir salas de lectura, integrando el sistema Braille materiales táctiles, como libros en relieve, mapas táctiles y objetos manipulables, para enriquecer la experiencia de todos los niños y niñas.
También áreas de descubrimiento científico y espacios interactivos como diseñar entornos que promuevan la interacción con la naturaleza, como jardines sensoriales, áreas de juego con agua y senderos para explorar.
La participación infantil en el proceso de diseño puede ayudar a crear espacios que realmente atiendan sus necesidades y preferencias. Consultar a los niños y niñas sobre cómo les gustaría que fueran los espacios donde jugar y cómo les gustaría usarlos, y qué juguetes son los necesarios, es la llave del éxito y les ofrece su lugar como sujetos activos de sus derechos.
Francesco Tonucci, también conocido como “Frato”, un psicopedagogo e ilustrador italiano ha abogado por la importancia del juego y la participación activa de los niños en su entorno. Ha expresado la idea de que los niños son “expertos en infancia” y tienen un conocimiento profundo de sus propias necesidades y deseos. Por ello, involucrar a los niños y niñas en la toma de decisiones sobre su entorno, incluidos los espacios arquitectónicos y urbanos en los que viven y juegan es fundamental y eso es escucharlos.
* Sonia Almada: es Lic. en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Magíster Internacional en Derechos Humanos para la mujer y el niño, violencia de género e intrafamiliar (UNESCO). Se especializó en infancias y juventudes en Latinoamérica (CLACSO). Fundó en 2003 la asociación civil Aralma que impulsa acciones para la erradicación de todo tipo de violencias hacia infancias y juventudes y familias. Es autora de tres libros: La niña deshilachada, Me gusta como soy y La niña del campanario.
Fuente: Infobae