Myriam Arrranz es una maestra de segundo grado, turno tarde, en la Escuela Manuel Láinez, de la Quinta Sección, de la capital mendocina. Como nos sucedió a todos, la seño Myriam tuvo que reinventarse y adaptarse a las circunstancias que propone la pandemia. Tecnología, internet, YouTube, creatividad y mucha voluntad para garantizar el aprendizaje…
Al comienzo, Myriam aplicó los métodos ya conocidos de educación a distancia. Sin embargo, se sentía muy distante con sus alumnos. Comenzó la pandemia grabando clases y subiendo el material a YouTube, para que los chicos y chicas directamente lo vean por ahí. Pero no todo eran clases grabadas: dichos videos tenían su efecto en lo didáctico, pero se quedaban cortos en lo afectivo. Por eso, Myriam realizó algo más personalizado y comenzó a enviar audios o videos cortos por WhatsApp, contándoles algo o proponiéndoles un juego a sus alumnos.
Además, la seño Myriam también sabía que varios chicos no contaban con la posibilidad de conectarse a internet, y por eso los fue a visitar a su domicilio. No entró a sus hogares, pero los saludó en la puerta para animarlos y darles fuerzas para finalizar el año escolar. Pero no quedó ahí… ¡También pasó a saludar a sus 27 alumnos! gastó litros y litros de combustible, dinero y tiempo para ir a visitar a sus 27 alumnos, repartidos por todo el Gran Mendoza. Le tomó 4 o 5 horas por día, durante varios días. Cada vez que llegaba a una casa, se bajaba con unos brazos improvisados en goma espuma, sostenidos por palos de madera, para generar distancia con los alumnos, pero poder “abrazarlos”. Además, les llevaba un ejemplar del libro Arco iris de esperanza, que es una recopilación de las fábulas que sus propios alumnos han escrito. Vocación y mucha creatividad para acompañar a sus alumnos durante la pandemia…