Juan Pablo es ciego de nacimiento y tiene oído absoluto, con esta habilidad, mucho entrenamiento y disciplina se ha convertido en uno de los pocos sonidistas de naturaleza que hay en América Latina.
Su trabajo forma parte de un área de la ciencia que se dedica a estudiar y registrar el patrimonio sonoro de la naturaleza.
En vez de registrar paisajes con una cámara de fotos, lo hace a través del sonido, y así recorre el mundo registrando el sonido de un bosque, de una selva, del mar.
“A un paisaje sonoro lo hago con varios objetivos, uno es para emplear en relajación y meditación, en esa parte más cerebral y humana, pero también lo utilizo como herramienta de conservación”, explicó a Diversidad.
Gracias a su trabajo, puede reconocer si un mismo espacio natural se va degradando. ¿Cómo lo hace? A través de cómo cantan las aves.
“Lo primero que grabé fue el sonido de un Martín Pescador y eso me abrió la percepción de todo. A los ciegos nos entrenan y dicen que tenemos que estudiar derecho, psicología, letras y yo estaba en ese proceso de buscar ser abogado, cuando grabé a ese pájaro y ahí me vino a la cabeza que quería hacer esto”, reveló.
Para eso, pensó en convertirse primero en biólogo, pero señaló que: “Lamentablemente en América Latina el sistema educativo discrimina mucho a las personas con discapacidad. Yo no fui la excepción a eso y fui autodidacta en esta rama de la ciencia. Dije ‘es lo mío’ y fui encontrando maestros en el camino, para comenzar a dedicarme a esto de manera más profesional”.
Juan Pablo asegura que esta especialidad no está muy divulgada en el continente, pese a que en América del Sur existe la mayor diversidad de aves y fauna.
Entre sus obras se encuentra Birds of Iguazú (Pájaros de Iguazú), que se grabó en Misiones, donde hacía más de 30 años que no se registraba ni publicaba nada sobre aves, y otra sobre el Bosque Atlántico.
“Nunca se había hecho algo así en Argentina y las selvas, en Misiones, en las Cataratas, sufren una gran presión por parte del hombre al talarlas y modificarlas. Ojalá que la gente pueda escuchar estos sonidos en vivo y no simplemente por una grabación”, reflexionó.
Como la mayoría de los paisajes que captura suelen empeorar con el paso del tiempo, dice que trata de no volver a esos lugares. “El patrimonio sonoro natural se está degradando y la gente no se da cuenta”, alertó.
En su trabajo, Pablo selecciona qué pedazo de todo lo que grabó representa ese ecosistema. Para ello pasa dos o tres semanas recorriendo el campo de trabajo, buscando tres o cuatro puntos precisos para registrar, lejos del sonido de la civilización, de los aviones, de los ruidos que produce el hombre.
“Es muy difícil cuando vas a hablar con las personas y preguntas dónde hay un sonido limpio. Al principio toca ir recorriendo los lugares solo para encontrar esos sitios y hacer grabaciones que pueden llevar 24 horas”, relata.
“Es una situación nada controlada, un día no podés grabar porque está lloviendo mucho y uno siempre tiene que contar con que las cosas van a salir mal. Si no se estudia previamente y se tiene esa información se puede perder todo. El trabajo en la naturaleza es intenso los primeros días y cuando entiendo que tengo lo que busco uno baja las revoluciones y se vuelve muy bonito, super relajante, pero no es fácil”, detalla.
¿Cómo se estudia el sonido de las aves?
Juan Pablo comenzó a realizar grabaciones en 2002, por aquel entonces en internet no había tanto material disponible, pero asegura que actualmente hay muchas bibliotecas, plataformas colaborativas que junto a la población local que lo acompaña en las expediciones le permiten estudiar y reconocer a los diferentes pájaros.
“Internet simplifica las cosas, pero entender y compilar todo eso sigue siendo complicado como antes”, subraya.
Cada especie tiene de tres a cuatro sonidos distintos, y Juan Pablo se los memoriza todos, en una tarea que no es tan fácil.
Su oído absoluto fue una ventaja en este sentido, pero esa cualidad fue entrenada además de pequeño con clases de piano. “La música jugó un papel preponderante muchos años y tengo oído absoluto por lo que entiendo cómo son las frecuencias, a partir de ese momento traspongo todo lo que aprendí de piano a memorizar el sonido de aves”, manifiesta.
Patrimonio sonoro
Aunque es un concepto que no se conoce mucho y se está perdiendo, son pocas las personas que captan paisajes sonoros de manera profesional en Latinoamérica.
“De cada 1.000 fotógrafos de naturaleza, uno solo graba. Somos muy poquitos y ojalá fuéramos más”, precisa.
Entre estos profesionales, Juan Pablo no conoce a ningún otro que sea ciego, pero sí se ha vinculado con expertos que registran sonidos naturales de Australia, Inglaterra y Estados Unidos, quienes lo ayudaron a mejorar la técnica y el trabajo que hace.
“Cada selva, cada ecosistema tiene su propia marca y yo a veces me divierto mucho en películas o series que ambientan en Argentina y tiene sonido de Europa. Falta educación para los sonidistas y los diseñadores de sonidos de ser auténticos a la hora de diseñar y crear paisajes sonoros cuando se ambienta una película”, cuestiona.
En ese sentido, contó que en la película de James Bond “Casino Royal” dicen que están en África cuando se escucha un ave que habita únicamente en Suramérica.
“Yo siempre el mensaje que doy a los generadores de contenido a los youtubers, es que, si se dedica a viajes que lo haga bien, que invierta también en sonido, en captar un sonido directo bueno, en grabar sonidos de la naturaleza de ahí”, concluyó.
El trabajo de Juan Pablo se puede escuchar en su sitio https://www.sonidosinvisibles.com.uy/ y en sus canales de YouTube y Spotify.
FUENTE DIVERSIDAD