“Yo sé lo que es que te ayuden”, dice este papá de tres chicos con autismo. Con la guerra decidió ayudar él. Ya hizo dos viajes y va por más.
El último fin de semana, mientras llovían bombas rusas sobre Lviv -la ciudad ucraniana a 70 kilómetros de la línea que separa de Polonia- y el presidente estadounidense Joe Biden, de visita en la zona, aseguraba que Vladimir Putin no puede permanecer en el poder, el argentino Lucas Berga descargaba en la frontera tres mil kilos de comida, remedios, ropa de invierno y un generador de electricidad que le había prometido al padre Roman, el ucraniano que está a cargo del orfanato que se está poblando cada vez con más nenes que la guerra deja huérfanos.
Es papá de Tiziano -de 16 años-, Nazareno -de 15- y Marco -de 7-, tres varones con trastornos del espectro autista, que nacieron en Argentina y hoy siguen sus tratamientos en España, adonde la familia se mudó en diciembre de 2019.
Es la segunda vez que Lucas viaja desde su casa, en Alcalá de Henares, a 30 kilómetros de Madrid, hasta la frontera entre Polonia y Ucrania, para llevar ayuda humanitaria que recolecta entre vecinos, amigos y seguidores de su canal de YouTube.
Esta vez, se turnó con Alex, Oscar y Luis para manejar los casi 7.000 kilómetros de ida y vuelta que recorrieron, en una casa rodante y en una combi, para aliviar el sufrimiento de la invasión rusa en Ucrania. Esta madrugada de martes, rendido, volvió a Alcalá, la ciudad española en la que nació Cervantes en el siglo XVI y en la que Lucas vive desde hace poco más de dos años.
Trajo a Svetlana, a Marina, a Alejandra, a Valentina y a Angelina, de dos meses, que se quedaron a dormir en su casa y este martes por la tarde serán recibidas por la hija de una cordobesa que les dará alojamiento y comida. “Hubo dos casas de acogida que nos cancelaron en medio del viaje y eso me complicó todo. Hice un directo por mi canal de YouTube el sábado diciendo que estaba enojado porque la gente se ofrecía y después se echaba para atrás y ahí me llamaron varias personas y nos consiguieron dos casa nuevas de acogida“, deslizó.
A principios de marzo, Lucas ya había viajado hasta la frontera con su amigo español Alejandro, un mecánico dental al que conoció a través de su canal de YouTube: con la ayuda de una asociación de comerciantes, llevó diez mil raciones de alimentos y rescató a Anastasia, una mujer ucraniana, y a sus dos hijos adolescentes. Los chicos, hace unos días, ya comenzaron a ir a la escuela en España, cuenta Lucas con alegría.
“¿Por qué lo hago?”
“¿Que por qué lo hago? Es tener empatía con lo que está sucediendo -define su motivación para llevar ayuda humanitaria y traer personas a España-. Hay muchos papás que tienen que dejar que su familia salga sola de Ucrania. Y es una situación, si lo pensás bien, en la que no podes ganar nunca”, reflexiona. “Pensás: ‘Si se quedan conmigo, se pueden morir. Si los dejo ir, no sé lo que les puede pasar’. Entonces, ¿qué rogás? Que se crucen con gente buena en el camino que los ayude. Es eso.”
A pesar de sus buenas intenciones, Lucas tuvo que aprender a tomar recaudos. Anastasia, que había recorrido más de 500 kilómetros a pie y sola con sus dos hijos, llevaba escondido un cuchillo. “Ella me lo contó, por suerte, antes de que tomáramos el avión que nos trajo de Berlín a Madrid -dice Lucas-. En el control de seguridad del aeropuerto le sacaron un cortaplumas, una tijera, un termo vacío.”
Lucas va y viene a la frontera ucraniana con su pasaporte argentino y su tarjeta de residencia en España. “Ahora, que llevo ya dos años viviendo acá, voy a tramitar la ciudadanía europea -dice-. Mi esposa y los chicos la tienen porque ella es de familia italiana“.
Historia de familia
Los Berga habían viajado a España por primera vez en 2017 para realizarle a Nazareno una intervención que le permitiera caminar y que por entonces no se hacía en nuestro país. “Me había puesto a juntar plata con una productora chiquitita que tenía. En 2016, tenía algo, pero no llegaba a los 4 mil y pico de euros que costaba la operación, más los pasajes, más la estadía”, recuerda.
“Daba clases de audiovisual en Tigre y, entre los alumnos, había una señora de 80 años que era artista plástica y quería aprender lo nuevo en materia audiovisual. Me dijo: ‘¿Por qué no hacemos una campaña para juntar el dinero para la operación?’ Le dije que no. Y me mató con su respuesta: ‘¿Quién sos vos para evitar que ayuden a tu hijo?’, me dijo”.
Hubo festivales, el municipio de San Martín, en la provincia de Buenos Aires, cedió un predio y algunos contactos de Egle, la esposa de Lucas que era profesora de inglés en siete colegios públicos, colaboraron para que el viaje a España fuera posible.
De regreso en Argentina, Lucas y Egle comenzaron a coquetear con lo que les había dicho Carmela, la española que les había alquilado las dos habitaciones en las que vivieron mientras duró la intervención y el postoperatorio de Nazareno en España: “Véngase a vivir acá. Tienen esta casa hasta que encuentren una para ustedes”.
La muerte del papá de Egle se sumó el diagnóstico de Marco, también con autismo, y la pesadilla que fue para Lucas tramitar en Buenos Aires, por tercera vez, el certificado de discapacidad para su hijo más chiquito.
Hoy vive con Egle, sus tres hijos, su suegra, Firulaina -la perrita de 9 años que se trajeron desde Argentina- y un gato callejero que recuperaron. El hace algunos trabajos para el Ayuntamiento, cuando lo contratan, y Egle da clases de inglés en un instituto privado de Alcalá.
“La clave es aceptar lo que no vas a poder cambiar en la vida -sostiene Lucas-. Aceptar y, a partir de ahí, empezar a construir. Siempre fui de darle a una mano a quien podía y nunca me había pasado estar del otro lado. Me dije: ‘Hay que devolver’”, afirma.
En su página web, Lucas Berga se presenta como “Youtuber, emprendedor, creador de contenido, escritor y cantautor argentino. Radicado en España desde 2019”. Al costadito de la pantalla, abajo, en el extremo derecho, se abre un chat. “¿En qué puedo ayudarte?”, pregunta Lucas.