Gabriel Graziano vive en Viedma y es traumatólogo. En sus tiempos libres se sumerge en las profundidades y recolecta los residuos. “Me encanta y lo hago siempre, pero nunca había sacado ni una foto”, dice.
Primero se enamoró del buceo. Luego notó que podía dar un paso más y combinar su pasión con el cuidado del medioambiente. Gabriel Graziano es un médico de Viedma que hace 15 años se sumerge en el lago Nahuel Huapi para recoger los residuos que duermen bajo el agua.
Traumatólogo de profesión, Graziano vivió hasta 2006 en la Ciudad de Buenos Aires. De chico era vecino de Villa Soldati y mamó la pasión por Sacachispas, el club del barrio. Completó sus estudios universitarios, hizo la residencia hospitalaria en la Fuerza Aérea Argentina y luego se afincó en Viedma, Río Negro. Allí vive con su esposa, Ayelén (45), y su hija, Agustina (16).
“Mi mujer es de Choele Choel y nos íbamos seguido de vacaciones a Las Grutas. Ahí, hace 21 años, di los primeros pasos en el buceo y me cambió la cabeza”, cuenta Graziano.
El médico rindió el examen inicial de buceo y luego se fue formando en otras disciplinas dentro del mismo deporte, como pesca submarina y buceo nocturno. Se interesó principalmente en la apnea, donde el buzo realiza una suspensión voluntaria de la respiración dentro del agua mientras recorre largas distancias y desciende hasta grandes profundidades.
“Voy todos los años a Villa La Angostura, donde hay un bosque sumergido con árboles que tienen 100 años y no se degradan”, cuenta Graziano, que por las mañanas trabaja en la Superintendencia de Riesgos del Trabajo y por la tarde atiende en su consultorio o realiza cirugías. “Un día me traje los elementos que usaba para la pesca submarina: una boya inflable, que es obligada para todo buzo porque señaliza y evita accidentes con las lanchas, y una bolsa marisquera”, comenta.
De recolectar mariscos a limpiar el lago
Una tarde, incómodo ante la cantidad de basura que observaba en las profundidades, a Graziano se le ocurrió que la bolsa que solía usar para recoger mejillones y vieiras podía servir para limpiar el lago.
“Esto lo hago hace 15 años, pero nunca había sacado una foto. Ahora llevé una GoPro y grabé videos y tomé imágenes. Me encanta hacerlo”, cuenta, y menciona otro de sus infaltables en la actividad: “El cuchillo. Lo tenés que llevar siempre y tiene que estar bien afilado. Te puede salvar la vida. Hay lugares donde es común sufrir algún enredo, quedarte atrapado”.
Graziano ya es conocido en ese espejo de agua situado entre Río Negro y Neuquén. Turistas y residentes lo identifican por su indumentaria y la bolsa con la que recolecta la basura.
“Junto al lago hay hoteles, se suelen hacer fiestas y en el lago hay muchos vasos que quedan cerca de la orilla y terminan adentro del agua, o alguien los tira”, dice. “Generalmente saco muchas latas, también pañales”, agrega.
Hasta ahí, los residuos más frecuentes. Pero Graziano suele hallar rarezas en las profundidades. “A veces saco cubiertas de moto, que las usan como paragolpes entre los muelles y las lanchas. Señuelos y espineles también. Incluso encontré latas de pintura de algunas obras en construcción. Esas las tiran a propósito”, protesta.
En el lago, dice, también se encuentran objetos de valor. “Celulares hay un montón. Lentes de sol también. Una vez encontré una ecosonda (un instrumento que ayuda a determinar la profundidad o a detectar peces)”.
Algunos residuos hasta hicieron felices a algunos familiares. “En Villa Mascardi encontré latas y botellas que tenían varias décadas. Se las di a mi cuñado. A él le gusta coleccionar antigüedades y estaba chocho. Se conserva todo ahí adentro. Es agua mineral, casi”, describe con una sonrisa. Luego se pone más serio y remarca: “Cuando tiro las bolsas con la basura, trato de hacerlo a la vista de todos. No reto a nadie, pero quiero que vean todo lo que saco. A mí me gusta ver el lago limpio”.
A partir de la acumulación de sesiones de buceo, el médico fue conociendo el terreno y ya sabe cuáles son las zonas a limpiar. “Siempre me recorro toda la bahía a la redonda. Serán entre cuatro y cinco kilómetros. Ahí, cerca de la costa, está la basura”, precisa.