Milca y Jorge Velasquez dejaron su restaurante en Bélgica para alcanzar alimentos, pañales y ropa a la frontera entre Ucrania y Polonia. Allí, una mujer les contó que buscaba a su hija. “La subimos al auto. No vamos a parar hasta que se abracen”
Llegar a la frontera no es sencillo. El cruce es largo, incierto y las bajas temperaturas no favorecen. Sin embargo, frente al contexto de la guerra, es la única esperanza. Una vez que logran traspasar el límite y estar en territorio seguro, se presenta otro desafío: encontrar un lugar para resguardarse.
En la ciudad de Przemyśl, uno de los puntos de ingreso a Polonia, están Milca y Jorge Velasquez, una pareja de argentinos que viven en Bruselas, Bélgica, desde el 2002. Ella es enfermera, él un chef oriundo de Entre Ríos y juntos comandan un restaurante de comida argentina. No son ajenos al dramático escenario. Al contrario: quieren dar una mano.
Cuando Putin dio la orden de invadir Ucrania, Milca recibió un mensaje desolador. “Me escribió una argentina de origen ucraniano, Natalia, que me contaba que sus primas estaban intentando escapar de Kiev. Estaba muy afligida por ella y sus dos hijas, que tienen la edad de las mías”, relata. “Su dolor no me fue ajeno”.
Esa noche Milca no pudo dormir. Su cabeza no paraba de imaginar escenarios dramáticos, por lo que no quiso quedarse con los brazos cruzados. “La llamé y le dije que si bien no contaba con todos los recursos para el viaje, iría con mi marido a buscar a su familia a la frontera y traerlas a salvo hasta Bélgica, uno de los países abierto a recibir a las personas que deben escapar”.
Un plan solidario de más de 1700 kilómetros
Desde el lunes comenzaron una campaña solidaria de recaudación a través de sus redes sociales. “Le conté a mis conocidos que necesitaba acercar donaciones de ropa, pañales y comida porque la gente salió con lo puesto”, explica. En 48 horas Milca logró percibir una importante cantidad de dinero que le permitió abastecer su camioneta de provisiones.
Ya estaban listos para salir al rescate. “Me avisó Natalia que no me preocupe por su familia, ya que finalmente no dejarían su hogar para no separarse de su esposo. Al principio intenté convencerla, pero después entendí la decisión”.
La misión se mantuvo. El miércoles por la mañana dejaron Bruselas y a sus tres hijas al cuidado de amigos. “Estaban muy ansiosos”, describe. “Los primeros kilómetros se hicieron largos por el frío y la niebla”. Con su celular fue compartiendo el minuto a minuto en las redes, lo que le sirvió para obtener más recursos.
La primera noche durmieron en la camioneta. “No queríamos perder el tiempo buscando hoteles, así que paramos en una estación de servicio. Volvimos a retomar la ruta por la madrugada”, relata.
Atravesaron Alemania para ingresar a Polonia por el este del país. ”Cuando entramos al territorio polaco por el Este ya sentimos la solidaridad del pueblo. Había autos con patentes de otros países europeos yendo y viniendo, todos con banderas de Ucrania. No éramos los únicos, hay mucha gente que se moviliza como nosotros, eso nos dio tranquilidad y esperanza”, dice.
La primera ayuda
En la tarde del viernes alcanzaron la ciudad de Przemyśl, uno de los principales puntos de ingreso. Allí, los refugiados reciben la primera atención: comida, abrigo y luego la tarea más compleja encontrar un nuevo hogar. “Estacionamos la camioneta, y se nos acercó un Polaco que nos pedía ayuda para una mujer ucraniana. Ella estaba desesperada necesitaba reencontrarse con su hija de 17 años que se encontraba en otro de los ingresos”.
Milca y Jorge ni lo dudaron. Fueron para eso: tender una mano. “La subimos a la camioneta, y nos dirigimos hacia el norte. No será tarea fácil porque hay muchas personas separadas de sus seres queridos. Estamos muy expectantes los tres. Ya recorrimos algunos centros de ayuda. No vamos a parar hasta que se abracen. A eso vinimos”.