María Inés Baragatti enseñó en las universidades nacionales de La Plata y Quilmes durante más de cuatro décadas. Hoy sus videos alcanzan el millón y medio de reproducciones en YouTube.
María Inés Baragatti va a cumplir 75 años en agosto. “Son 900 meses”, subraya. “Cuando arrancó el año, pensé: ‘2023, qué número feo. No es par, no es divisible por 3 ni por 5″, sigue, y algo queda claro: la matemática es más que una buena parte de su vida. Es la sinfonía diaria de su existencia.
Casi una década después de jubilarse, sigue dando clases gratuitas a través de Internet. Viuda hace más de dos décadas y mamá de dos hijos -Lía y Francisco-, la profe también enseña a particulares, contesta “un millón de dudas” vía mail y es furor en las redes sociales: los videos con sus clases tienen un millón y medio de reproducciones en YouTube.
-La matemática es, desde siempre, una de las materias más temidas por los estudiantes y a usted la reconocen por hacerla más fácil. ¿Tiene algún secreto?
-Mirá, ¿la superficie del rectángulo cuál es? Seguro sabés la respuesta. El 100% contesta que es base por altura. Ahí pregunto: ¿por qué? Y nadie sabe. Menos por menos es más, lo sabe todo el mundo. ¿Por qué? Nadie sabe tampoco. ¿Qué es un rombo? Todos lo dibujan bien. ¿Qué característica tiene? Y ahí no saben responder. Creo que ahí está la cuestión: preguntarse por qué. Cuestionarse todo y, a la hora de enseñar, justificar todo. Si no, el alumno se ve obligado a aprender de memoria.
Vecina de Bernal -partido de Quilmes- desde siempre, María Inés dejó una huella en varias generaciones de alumnos de las carreras de ciencias e ingenierías en la Universidad Nacional de La Plata y la Universidad Nacional de Quilmes. “Yo cursé con Baragatti”, se titula el grupo virtual donde miles de estudiantes se reunieron a cruzar anécdotas con la profe. Fue creado en 2008, en los albores de la popularidad de Facebook.
Un día, María Inés, que suele renegar del conocimiento a través de los buscadores de Internet porque -dice- “están llenos de errores”, vio un mensaje en su casilla de correo. Era Damián Pedraza, un joven exalumno suyo y el profesional detrás de “El Traductor de Ingeniería”, donde publica videos educativos en YouTube. Quería invitarla a dar una clase en las mismas aulas de la UNLP que vieron a la profesora dejar el alma con sus enseñanzas.
Ella aceptó rápido y ofreció una cátedra bautizada “Fundamentos de números complejos”. La experiencia se repitió el año pasado con una clase sobre “Fundamentos del cálculo”. Pedraza subió el video y así nació el furor a través de las redes.
“Nunca usé la calculadora, nunca la necesité”
“Quiero que entiendan lo que es una función, aunque no sean matemáticos. Una función es simplemente una máquina. Yo dibujé la máquina (señala una figura en el pizarrón) y le voy a dar una orden. Supongamos que le digo: ‘te voy a meter un número, y quiero que lo multipliques por 2 y le sumes 5′. Si le meto ‘Pepe’, la máquina me larga 2 por ‘Pepe’ más 5″, explicaba María Inés ante decenas de alumnos reunidos allí en una tarde regada por risas y una buena dosis de nostalgia.
El sello inconfundible de la profe estaba ahí, impoluto, luego de atravesar más de cinco décadas de docencia. “Yo hacía de todo para dar clases -rememora-. Iba renga, o mal de un ojo. Hoy ayudo a todo al que puedo. No tengo un cartelito que diga ‘doy clases’. Si tu hijo o tu nieto tienen problemas con la matemática, voy a intentar ayudarlo. Y mirá que rezongo, eh. Rezongo bastante”.
-¿Por qué?
-Hay muchos colegios caros con docentes que desconocen lo más elemental. Por ejemplo, le di clases a un chico y tenía el cuaderno lleno de errores. Le pido prestado el libro. ¡Todo mal estaba! Errores muy burdos. Eran como 10 autores y, entre ellos, una eminencia como Pablo Amster, doctor en matemática de la UBA. Le escribí a él por correo.
-¿Qué le dijo?
-Le dije que no podía ser que él hubiese escrito algo en ese libro. Me contestó: “Le agradezco. Pero si usted se fija, yo escribí los prólogos, nada más”.
-¿Qué piensa del nivel actual de la docencia?
-Voy a hablar de la enseñanza de matemática. Yo creo que los docentes la hacen difícil. Hace poco tuve a un chiquito que iba al primer año de la secundaria en un colegio privado. Le enseñaban ecuaciones de segundo grado. Le pregunté si sabía los números negativos y me contestó que no, que solo conocía los naturales. Está en primero, no sabe los números negativos y le enseñan algo que yo veía en cuarto. Pedí hablar con el director del colegio.
-¿Y cómo le fue?
-No quiso recibirme. También tuve a una nena de segundo año que no sabía las tablas. No podía responder que 2 por 2 es 4. A ese nivel. Sin la tabla al lado, no podía. Y tampoco sabía dividir porque no se lo enseñaron.
-¿Y cuál es su método para remediarlo?
-El docente debe hacerse entender. Hay que empezar con un ejemplo de lo más ganso que se te ocurra, y después vas subiendo el nivel. Es simple. En matemática todo se define y todo se demuestra. Por ejemplo, una ecuación es una relación de igualdad. Empezás poniendo el signo igual y hay una incógnita. Si interviene una sola letra es una ecuación de primer grado, y así. ¡Mi papá usaba la trigonometría sin conocerla! Nunca terminó el secundario. Cuando definís, te hacés entender. Y el alumno, solito, se da cuenta.
-¿Cómo nació su pasión por la matemática?
-A veces me lo pregunto. Yo recuerdo que ni necesitaba estudiar, tal vez porque tenía docentes que justamente sabían definir, y me lo hacían más fácil. En mi casa partíamos la pizza en cuartos y ahí ya hablábamos de matemática. Con el helado, lo mismo. Yo nunca usé la calculadora. Nunca la necesité.
FUENTE TN