Para su tesis de investigación, Francisco Romero improvisó un laboratorio en su cocina, encontró una revolucionaria fórmula, con nutrientes y sustentable.
Francisco Romero usó la licuadora de la cocina de la casa de sus padres en Morón para probar de hacer leche vegetal, de almendras. Había visto un video en YouTube que le llamó la atención, y junto a un amigo decidió replicarlo. En el primer intento lo logró.
El experimento improvisado superó las expectativas. Si bien se había hecho de forma sin elementos específicos, Francisco recuerda que no podía creer el momento que tomó el primer vaso, y sintió el sabor. “Tenía gusto a rico, a almendras. A la receta jamás le agregamos conservantes o esencias como se suele intentar en la Industria alimentaria“, cuenta.
Seis años más tarde produce más de 40.000 litros de leche plant based, sin lactosa, ni agregados, bajo el nombre: Amande, (almendra en francés). “La gente lo pronuncia de varias maneras, y todas están bien. Lo importante es que este proyecto vino a cambiar las reglas del juego”, dice el joven que estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad de San Andrés, y durante su tesis encontró su propósito.
La historia
“Empezó como una curiosidad. Siempre disfruté de investigar. En un viaje a los Estados Unidos, allá por 2013, fui a una cadena de supermercados de comida orgánica. Me encontré con una gran variedad de productos lácteos en la góndola. Compré leches vegetales pensando que eran de vaca. Después leí su etiqueta, vi la composición y no entendía como la habían elaborado a través de plantas”, recuerda.
De vuelta en Buenos Aires, Francisco le comentó su idea a un amigo y montó su propia fábrica a puertas cerradas. “Llegamos a vender dos mil litros por mes. Mi mamá me quería echar de casa porque había descontrolado toda la dinámica familiar”. Al tiempo tuvieron que alquilar un galpón en San Martín para trasladar la producción a una escala mayor.
Lo que no podía imaginar es que esa inquietud se iba a convertir con el tiempo en su gran obra, y que crearía una empresa que se lanzó en 2019. “Usé parte de lo que había investigado para hacer mi tesis, donde planteaba al veganismo como una nueva manera de alimentarse. Me cuestioné qué buscaba el consumidor y qué estaba dispuesto a comprar”.
Su trabajo fue tan bien recibido que la Universidad lo derivó al sector de incubadoras, donde aplicó a un crédito no reembolsable y lo obtuvo. “Eso me ayudó a armar el modelo de negocio descentralizado, la clave para que funcione”.