Deporte inclusivo: el proyecto Trujuy Rugby para no dejar a nadie afuera

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Enrique Elías, histórico del club Mariano Moreno, armó un equipo con un fin social en el barrio de toda su vida.

Un rugby popular, más social y verdaderamente inclusivo son los objetivos que tienen para llevar adelante en Trujui Rugby Club, un proyecto que nació hace unos meses por iniciativa de dos conocidos ex jugadores del Mariano Moreno. Enrique Alejandro Elías, que en el barrio y el club es conocido como “Quique”, y su hijo Agustín Elías sueñan con generar a través del deporte igualdad de oportunidades para los chicos de una de las localidades más postergadas del partido de Moreno, en el Oeste del Gran Buenos Aires.

El nuevo club lleva adelante sus actividades en un lugar que les presta la Sociedad de Fomento San Martin de Porres, ubicada en la calle Paraguay y Einstein, a unas cuadras de la feria Las Flores, entre una quema y torres de alta tensión. Usan una cancha de fútbol 11

La convocatoria de jugadores arrancó en los primeros días de diciembre y sigue abierta para que todos los martes a las 18 se acerquen vecinos a jugar. No distingue edades, y está abierta a todos. En poco más de un mes, ya hay 20 jugadores estables, que no faltan nunca. Tienen desde 11 años hasta los 41 de la última incorporación, hace pocas semanas.

En el arranque, el proyecto se difundió por varios grupos zonales de las distintas redes sociales, y el boca en boca fue haciendo el resto. Hasta el momento se han sumado unos 20 jugadores estables, que no faltan nunca y son de edad variada: desde los 11 hasta los 41 de la última incorporación. Todos con sentido de pertenencia hacia el nuevo club del barrio. Un sueño común.

El principio fue con la única pelota que consiguieron, que estaba desinflada. Usaban buzos y bolsos para marcar la cancha y gritos para dar las indicaciones de punta a punta. Actualmente, en los  entrenamiento cuentan con seis pelotas donadas por vecinos, conos y silbatos para no desgastar tanto la voz. La feria cercana también da una mano.

Aquella camada de los ’70

Enrique vive y trabaja como docente en el barrio. En 1982 arrancó en la camada 70´ del Club Mariano Moreno. De familia laburante, su padre era operario de fábrica y le pagaba la cuota del club con mucho esfuerzo. Se juntaba peso a peso para que pudiera ir a las giras deportivas. La apuesta era que pudiera estar en una institución deportiva, algo que Quique dice “agradecer hasta el día de hoy”.

Su primer contacto con el rugby había sido en una de las primeras colonias del club, a cargo de un profesor de educación física de su escuela que estaba vinculado al club, Roque Paradiso. Los entrenamientos le daban una inyección de responsabilidad para no faltar nunca a las prácticas y disfrutar los sábados de partidos. Su grupo es conocido como “La cuarta del chuli”, una generación del Mariano Moreno que quedó en la historia como el equipo que le ganó a la Primera del CASI de Agustín Pichot.

El rugby le ha dado a Elías y a su grupo del Mariano Moreno buenas vivencias. Hace 30 años comparten una gira todos los veranos, a distintos puntos de la costa atlántica. Este 2022, como los veteranos del club, irán a Mar del Tuyú, no solo a jugar al rugby, sino a compartir esos momentos fraternos que quedan entre las anécdotas de los integrantes del equipo.

Algo de todo eso quiere transmitir Quique en su barrio de toda la vida, donde notó un déficit: muchos pibes eran excluídos por no tener nivel para jugar al fútbol. Es algo que -dice- no sucede en el deporte de la pelota ovalada. “Y todos sabemos dónde pueden terminar los pibes que con bajos recursos económicos si los excluyen hasta del deporte barrial”, afirma el impulsor de Trujui Rugby. 

“Llevar a la barriada una nueva disciplina que los saque de la calle, que les haga ser parte de un proyecto que tenga futuro y poder ayudar a su desarrollo es nuestro principal incentivo”, expresa quien oficia a la vez de profesor y jugador del club naciente.

Agustín, su hijo, lo acompaña en la aventura. El es de la categoría 97, otra generación del Mariano Moreno., pero don un proceso similar al de su padre en el mismo club: entrenó desde los cuatro años. Hizo el recorrido desde la escuelita, pasando por infantiles y juveniles. La diferencia es que, cuando estaba por ingresar al plantel superior, decidió dejar los entrenamientos para priorizar una carrera universitaria.

“El rugby no se abandona nunca”, asegura Quique con el sueño intacto de que su hijo siga adelante en los entrenamientos y sea en un futuro parte del plantel superior y comparta con los que están fundando este nuevo proyecto que llevan adelante. Han tenido juntos el desafío de explicarles el ABC del juego a los pibes que empezaron a responder a su convocatoria. Una disciplina que, dicen, “no tiene limites, ni distingue estereotipos”.

Desde distintos ámbitos del rugby se han ido generando, en los útlimos años, acciones solidarias y transformadoras. La idea, en la mayoría, es romper con el estigma de que se trata de un deporte sólo para las elites sociales. En una canchita con arcos de fútbol y lo que haya disponible, los Elías y sus aprendices lo ejercen cada martes, llenos de sueños. El sueño de Trujui Rugby.

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