No son artistas, lo hacen por amor. Con 51 años de casados encontraron la forma de mantenerse vitales y unidos en una pasión. Su energía, carisma y complicidad cautiva a los veraneantes que se encargaron de viralizar sus pasos
Elsa tenía 15 años cuando vio a Rubén en la pista de la matinée Sala Salu, en Lanús. Mientras bailaba la música disco de la artista Gloria Gaynor, le fijó la mirada y le comentó a una amiga al oído. “Ese, es mío”. El coqueteo inocente se repitió a lo largo de varios fines de semanas. “Sabía quién era, la había visto más de una vez pero no nos dábamos bolilla”, admite Rubén. Hasta que ocurrió lo inevitable.
“Un día caminando por Lanús me lo cruzo, no me olvido más, vestía una remera amarilla. Decido acercarme y pedirle 2 pesos para el boleto de colectivo. Él me respondió: ‘¿Cuándo me los devolvés?’. Aproveché y le dije: ‘El día que me saques a bailar’”.
Cinco décadas más tarde están entrelazados en la Rambla de Mar del Plata en pleno centro de la Feliz. Es el año 2022, y se escucha trap, cumbia y reggaeton. Al ritmo del hit Mi cama huele a ti del artista puertorriqueño Tito el Bambino, la pareja de bisabuelos jubilados hipnotiza a los turistas que forman ronda, aplauden y sacan fotos. “Son seres especiales”, se escucha decir.
Ella, que cumplió 72, tiene artrosis en las rodillas, eso no la impide de moverse con swing. Él, con espléndidos 75, hasta hace cuatro meses tenía dos trabajos. Son vecinos de Adrogué, en la provincia de Buenos Aires, y viajan todos los fines de semana del año al balneario con el mismo objetivo: “Ser felices”.
“Desde hace quince años hacemos 400 kilómetros para venir a bailar. La rutina es siempre la misma, él termina su jornada laboral, comemos algo y salimos a la ruta. El sábado vamos a la playa, y cerca de las 14 estamos en la pista hasta las 20. Lo mismo ocurre el domingo. A la noche volvemos a casa”, detalla.
Asombra la coordinación, la vitalidad y sobre todo la complicidad del matrimonio. “Siempre bailamos de a dos, y nunca quisimos probar otro compañero de baile. Tampoco tomamos clases. Los pasos y trucos salen de forma natural porque así lo sentimos”, dice Elsa, e interrumpe la charla para cantar Amor Fugitivo de Walter Olmos. Afina, lo disfruta. Rubén la sigue y le pide otra. “Soñaba con ser cantante…a lo Violeta Rivas”, acota.
Después de seis años de novios, Elsa y Rubén se casaron el 11 de noviembre de 1964. Llevan 51 años de casados. Se conocieron en la matiné, y desde entonces nunca dejaron las pistas. “Cuando tuvimos a nuestros dos hijos, le pedíamos a mi madre que los cuidara para ir a bailar los viernes a Enamour, después a Sunset en Olivos. Siempre fue importante tener nuestros espacio”, relata Elsa.
Amantes de casi todos los géneros, se identifican con los ritmos alegres como la salsa, el merengue, la cumbia, y los lentos que “pasaron a la extinción”. “Somos de otra época”, aclaran. “La última media hora del boliche estaba dedicada a la música romántica. Era hermoso estar cuerpo a cuerpo compartiendo una baldosa”, dice Rubén.
“La beso en plena coreografía, entre truco y truco”, cuenta orgulloso. “Hace lo mismo, pero en la oreja, mientras cocino. Dormimos todas las noches de la mano”, agrega Elsa. Dicen que el secreto para un matrimonio sólido es el compañerismo, entender al otro y jamás irse a dormir enojados.
Sin buscarlo se convirtieron en famosos en las redes sociales: hay videos de ambos en YouTube que fueron subidos por los veraneantes que se acercan a aplaudirlos. Incluso fueron convertidos en “memes motivacionales”. “Mi nieta un día me los mostró; no lo podía creer porque nos conectamos entre nosotros y nos olvidamos del mundo. Es cierto que muchos se nos acercaron para felicitarnos”.
Elsa tuvo distintos comercios en la zona de Adrogué hasta el 2001, mientras que Rubén fue empleado administrativo. Ya jubilado trabajó como chofer de transporte escolar en un instituto de educación especial. “En la pandemia decidí parar. Ahora disfrutamos a full de la vida. Tenemos más libertad para venir a Mar del Plata”.
En el único periodo que dejaron las pistas fue cuando no había lugares bailables para “gente grande”. “Ocurrió en los ‘90. Por suerte retomamos nuestra pasión en Radio Planeta, el espacio de Johnny Allon. Él nos veía desde el escenario y nos arengaba para que siguiéramos. Se popularizó tanto que nos regaló el pase vip… la pasábamos tan bien…”.
El baile para esta pareja también es sanador. Tuvieron dos hijos, Adrián y Mariana, quién murió por un cáncer terminal de cerebro. Además, tienen cuatro nietos y un bisnieto. “A los 44 años el día de su cumpleaños partió de manera fugaz. Una mañana me llamó mi yerno para decirme que había sufrido una convulsión, la acercó a una clínica y le diagnosticaron la enfermedad. Falleció a los meses, dejó dos hijos hermosos y un bisnieto que lleva su sonrisa. De la familia, era la única a la que le gustaba bailar, y amaba vernos en casa, siempre nos ponía música. Le bailamos al cielo, en su honor”.