Jean Maggi tiene 60 años, es cordobés y cumplió una meta histórica al pisar la Antártida, el séptimo continente que visita con la intención de transmitir un mensaje sobre la discapacidad. Con la energía, la constancia y el optimismo que embandera, sostiene una racha deportiva memorable desde hace dos décadas, cuando hizo un drástico cambio de vida. El emprendedor que, además, creó una fundación y una fábrica de bicicletas adaptadas, habló con Infobae sobre la majestuosa experiencia y su próxima hazaña: ir al espacio.
Le diagnosticaron poliomielitis cuando tenía un año, y pasó por dolorosas operaciones durante la infancia. Los bastones fueron sus compañeros de muchas rutas, y a los 50 años usó por primera vez piernas biónicas, lo que conllevó mucho entrenamiento para aprender a caminar de nuevo. Desde que tuvo un infarto a los 37 años siente que volvió a nacer, y empezó de nuevo, decidido a asumir la responsabilidad de luchar contra los prejuicios y la estigmatización.“Acá no hay naciones ni límites geográficos y eso me hace creer que en algún momento el mundo buscará un futuro mejor; es un lugar maravilloso que cuida de la humanidad, un tesoro que debemos proteger y un regalo que debemos preservar”, asegura el emprendedor y atleta cordobés
Padre de cinco hijos, y en pareja con Vicky, su compañera de toda la vida, hizo “el click”, y ya no hubo quién lo frene. Dijo presente en maratones en Nueva York, Roma, Madrid; cruzó a caballo la Cordillera de los Andes; representó a la Argentina en los Juegos Paralímpicos de esquí y nieve; y llegó a la cumbre del Himalaya. En cada uno de esos lugares dejó constancia de un pensamiento que enarbola y lo demuestra con hechos: “La discapacidad no tiene fronteras”.
“Un lugar increíblemente mágico, un aire que purifica el alma, que limpia los pensamientos, y me hace sentir como si fuera un niño descubriendo el mundo por primera vez”, define sobre el profundo impacto que tuvo cuando luego de tres meses de preparación fue consciente de que había llegado al continente blanco, el último de su lista. Fueron muchos los detalles que lo impresionaron, además del imponente paisaje de los témpanos helados.
“Ahí tenés que permanecer acostado y agarrarte fuerte porque hay olas de hasta 20 metros, y te dan un parche para los mareos que te permite pasar ese momento un poco mejor”, describe. Cuando arribaron recibieron una capacitación sobre cómo iban a moverse en las dos expediciones que salían por grupos a la mañana y a la tarde, para respetar todos los protocolos que protegen el uso del territorio bajo el Tratado Antártico dispuesto en 1959.
“No puede haber más de 100 personas en el lugar, y hay un gran respeto por la investigación, asumiendo que todas las naciones deben cooperar con las otras”, cuenta Jean, que quedó maravillado con la convivencia de múltiples nacionalidades de los expertos que se dedican a realizar estudios científicos en diferentes bases. En este sentido, el tratado que entró en vigor el 23 de junio de 1961 tiene como objetivo asegurar el uso pacífico y evitar la discordia internacional, por ser un lugar de interés de toda la humanidad.“El aire puro de la Antártida es un suspiro de vida en un mundo agitado, ojalá que tengamos como humanidad la grandeza de seguir cuidándolo”, anhela, mientras levanta los bastones con orgullo por haber cumplido la metaDurante el paseo en kayak en la Antártida: “El mar helado y sus témpanos flotantes, que se desplazan lentamente en su danza, son un espectáculo impresionante, que cautiva a la vista y al alma”, reflexiona Jean Maggi
Argentina, Australia, Bélgica, Chile, Estados Unidos, Francia, el Reino Unido, Japón, Nueva Zelanda, Noruega, Sudáfrica y Rusia lo firmaron en Washington, y nuestro país es parte consultiva: posee voz y voto en las reuniones anuales que realizan los estados miembros. “Ahí no hay posibilidades de acciones militares, de explotación del petróleo, realmente la Antártida no se toca; y me pareció increíble que la vida del ser humano en este planeta dependa de un lugar tan inhóspito”, expresa.
“Hay muchas regulaciones estrictas en cuanto a la desinfección, para evitar que cualquier persona pueda contaminar la fauna o la flora cuando va a una de las islas, por ejemplo si tenés una semilla en el zapato, y germina, puede generar una plaga o afectar la alimentación de los pingüinos. Había que tomar precauciones y cada vez que bajábamos teníamos que desinfectar bien las botas”, cuenta. Pudo sentir la pasión de quienes se dedican a hacer estudios, y asegura que le transmitieron con entusiasmo cada uno de los consejos para disfrutar de la experiencia.
Con un médico a bordo listo para asistir a la tripulación en caso de ser necesario y todas las explicaciones pertinentes, le anticiparon que la temperatura del agua estaba entre -2 y 4 grados centígrados. “Te atan con una cuerda para sacarte enseguida, es un chapuzón que a mí me encantó”, expresa, y aclara que como parte del tratamiento para las contracturas más de una vez se metió a la bañera con cubos de hielo, así que aunque esto fue muy diferente, ya había tenido un acercamiento a la sensación de aguas heladas.
“Recibí un abrazo de hielo, que a pesar de su fuerza implacable, es una caricia al alma, una sensación intensa de libertad que viste de paz mi existencia, sentir su frescura en cada célula de mi cuerpo, me llenó de energía y fuerza, y me hizo sentir renacido”, resumió con prosa poética en su Instagram sobre aquella excursión. También navegó en kayak en un día soleado, rodeado del paisaje, pingüinos, ballenas y focas.En el buque danés al que subió había geólogos y biólogos a bordo, que le fueron contando las características de cada especie que habita el continente“Nos explicaron sobre las ballenas y el krill, cómo es su alimentación, y pudimos ver algunas”, relata“Yo hacía chistes y decía que me mimeticé con las focas porque me arrastraba en algunos lugares para poder desplazarme”, dice con humor
Durante muchos años fue testigo de la asociación de la discapacidad con la inmovilidad y las barreras para cumplir sueños. “Está buenísimo dar el mensaje de que la gente no nos etiquete, por todo lo que te condiciona una etiqueta en la vida, y somos una sociedad muy acostumbrada a ponerle adjetivo a todo, a ‘el pobrecito’, ‘el flaco’, ‘el rengo’, ‘el gordo’, y sería genial dejar de prejuzgar y trascender eso”, sentencia.
Una anécdota le quedó sellada de esta travesía, y se relaciona con esa mismo pensamiento. “Alguien de Samoa, que también viajaba con nosotros se me acercó al final del viaje y me dijo: ‘Debo confesar algo, te vi en tu condición y pensé: ‘¿Qué hace este tipo acá? ¿Qué va a hacer en las expediciones, en los kayak?’, y me dijo que incluso cuando llamó a su esposa por teléfono le dijo: ‘Hay una persona que no entiendo a qué vino’; y cuando me vio subiéndome al Zodíaco, a los kayak y pisando la Antártida, su perspectiva cambió”, relata.
El humor y la actitud con la que afronta lo que otros ven como adversidad son las claves de su listado de hazañas. “Nada es imposible, que nadie nos diga qué hacer y qué no, porque sé que me tengo que adaptar a cosas en mi vida, y la Antártida es un gran territorio de adaptación, a donde tuve que planificar qué llevar y qué trayectos iba a poder hacer y cuáles no, pero mirá de todo lo que me hubiera perdido sino me animaba a ir”, reflexiona.“Son muy cuidadosos todos los que trabajan ahí, y te transmiten ese respeto por el Círculo Polar Ártico”, sentencia luego de haber estado diez días en la Antártida
“Se reían mucho de mis chistes en el barco, porque tenía que subir varias escaleras y algunos caminos bastante desafiantes en los que tuve que arrastrarme, así que yo decía que me había adaptado a la fauna y me mimeticé con las focas y sus movimientos”, bromea. Como la comunicación era por satélite, pudo hablar pocas veces con su familia durante la estadía, tan solo para avisarles que estaba bien y llevarles tranquilidad.
“A estas alturas ya están curados de espanto, ya saben que soy un loco aventurero consciente, y que no iba a hacer nada que no estuviera bajo los protocolos correspondientes y la contención de un equipo de profesionales”, manifiesta. Y celebra que lo más importante del viaje ya está hecho: “Pisar suelo antártico es mucho más que pisar mi séptimo continente, pisar suelo antártico es darle vida a la discapacidad”.
Desde que se graduó como astronauta civil en la National Aerospace Training and Research (NASTAR Center), y entrenó para formar parte de la tripulación de un vuelo suborbital, se mantiene en buen estado físico para que cuando lo llamen para ir, esté listo para la experiencia con la que sueña desde que era chico. Y como ya se terminaron los continentes, la siguiente parada es nada más y nada menos que el espacio.“Llevar la discapacidad al espacio”, es la próxima meta de Jean Maggi, que ya recorrió los siete continentes
“Me atrae mucho la idea de ver el planeta desde allá, como un todo sin las divisiones políticas que hacemos los humanos, y ya tengo el ticket reservado, así que voy a ir ni bien estén todas las aprobaciones internacionales”, proyecta. Mientras tanto, sigue enfocado en la Fundación Jean Maggi, que tiene como lema: “Lo difícil se hace, lo imposible se intenta”.
La independencia del movimiento sigue siendo la misión principal, y por eso la idea de expandir la propuesta y sumar otras iniciativas paralelas nunca se apaga. “A veces por la falta de transporte si se rompe una de estas bicis, no tienen dónde arreglarla, y estamos pensando en un taller móvil, para acercarnos a los lugares a ofrecerles soluciones”, explica. En simultáneo tuvo varias reuniones con empresarios que tienen a su cargo más de 500 empleados para hablar de la inclusión de personas con discapacidad a la actividad laboral.
“Cuando les preguntaba cuántas personas con discapacidad trabajaban en su compañía me decían que ninguna, y entonces hay que replantear esta situación, y no solo por la exigencia del cupo, sino porque es mucho más que un ingreso económico, trabajar dignifica para cualquier ser humano”, remarca. Su energía está puesta en agitar ese cambio más que necesario, y buscará demostrarlo con hechos, tal como hace en la fábrica. “Soy un convencido de que si uno ofrece las condiciones de adaptación al ambiente de trabajo, una persona con discapacidad es tan eficiente como alguien sin discapacidad, y ese es el camino”, sentencia.
FUENTE INFOBAE