Nicolás Marín Benítez quería ser tenista. Pero descubrió otra pasión: registrar en la profundidad del mar especies en extinción. Dos de sus tomas son finalistas en la competencia internacional de España. Cómo convirtió su profesión en un estilo de vida y los riesgos lejos de la superficie
Aún conserva la sorpresa, la misma que experimentó cuando subió a la superficie por primera vez después de haber estado algunas horas fotografiando, a 14 metros de profundidad, el mar del Caribe. “Bajé con el equipo de biólogos en busca de un avión hundido, y sin preverlo tomé la foto de mi vida”, dice Nicolás Marín Benítez.
La toma a la que hace referencia es la de una raya pintada que nadaba en el mar de Aruba. Esta imagen, con otra de su autoría, es finalista en el concurso de fotografía internacional española, FotovideoSub. Participaron profesionales de todo el planeta, y quedaron apenas 25 entre las mejores. Nicolás es el único argentino de la competencia.
“Aquella primera vez fue un encuentro inesperado porque fuimos a bucear con otra misión. Es una zona donde hay pulpos, peces de colores… y a lo lejos veo algo en movimiento. Con señas me indican que se trataba de una raya, un animal complejo de encontrar. Me acerqué todo lo que pude, y disparé. Sinceramente, pensé que no lo había logrado”, admite.
Debajo del agua se trabaja con cámaras profesionales de alta resolución protegidas por carcasas (housing). Es una tarea que requiere paciencia y precisión. “Por la profundidad, hay poca luz natural. Estás a ciegas, entonces tenés que acercarte al animal y para eso es necesario generar una conexión”, revela ante los desafíos de su profesión.
Nicolás no creció cerca del agua: es de San Miguel, provincia de Buenos Aires. Recuerda varios momentos de su infancia frente al televisor contemplando los documentales sobre la fauna marina. “Nunca pensé que eso sería una profesión”. Entonces tenía otra pasión ligada a la raqueta y al polvo de ladrillos: hasta los 17 años quiso ser jugador de tenis.
“Como deportista quería estar entre los mejores. Llegué a torneos internacionales como el Orange Bowl algo que pocos logran. Yo no quería ser un frustrado toda mi vida, y sentía que si me dedicaba al tenis y no funcionaba lo iba a ser”.
Por eso, antes de terminar la secundaria, comenzó una búsqueda intensa para encontrar el camino hacia su vocación. Primero se anotó en un curso de ingenio y creatividad. En paralelo sumó talleres de fotografía, redacción y marketing. Lo que jamás abandonó fueron los documentales.
Hasta que dio un paso sin pensarlo. “Ví que un amigo había publicado una vacante laboral como fotógrafo submarino. No tenía experiencia…. me la jugué”. La empresa estadounidense radicada en Cozumel Mexico ofrecía casa, comida y formación de buceo. Y Nicolás quedó seleccionado entre mil candidatos: “Todavía no me explica cómo pasó”.
Ya pasaron casi tres años y tiene una gran experiencia de viajes por el mundo con su cámara y su equipo de buceo. Hoy se define como “fotógrafo submarino que trabaja con equipo de biólogos reportando comportamientos de especies en peligro de extinción, y también soy activista en cuestiones ambientales”. En redes sociales es un influencer en materia de ecología.
La foto de la raya pintada no es la única seleccionada en el concurso internacional. En ese mismo mar de Aruba hizo una toma nocturna de los corales. “Bajé con luces UV -conocido como fluorescencia- que sirven para alumbrar. Es mágico lo que sucede, cuando te acercas al coral es como un árbolito de navidad, o mejor la Ciudad de Nueva York iluminada. Es preciso una larga exposición para obtener el resultado”.
En pocos días sabrá si sus imágenes son las ganadoras. Más allá del salto profesional y el incentivo económico, Nicolás se siente pleno. “Lo que tanto anhelé de chico se transformó en un estilo de vida. Ojalá pueda ayudar a otros a cumplir sus sueños”.