Desde hace poco más de un año, Walter Gareca se insertó en el empleo formal y no deja de ponerse metas: “Paso a paso las iré cumpliendo”, afirma. Llegó allí de la mano de la Fundación Empujar, que colabora para que los jóvenes puedan acceder al mercado laboral
Walter Gareca tiene 19 años, estudia Mantenimiento Industrial en la UTN, trabaja en una empresa de autopartes, compone canciones de trap y orgulloso, cuenta: “Estoy armando un estudio de música y haciendo mi propio departamento en el fondo de la casa de mis viejos. Pude comprar mi primer auto y creo que a mi edad, todo lo que logré es mucho. Los sueños se alcanzan gracias al trabajo”.
El joven, que vive en Pilar, recuerda que en 2019 cursaba su último año de secundaria cuando en la escuela pública en la que estudiaba “gente de la Fundación Empujar dio una charla sobre lo que era un empleo y la relación con las redes sociales. Nos contaron sobre un programa en el que daban capacitaciones laborales y de formación para los chicos recién salidos del colegio o que no pueden conseguir trabajo y nos explicaron todo lo relacionado al futuro y las perspectivas laborales”.
Esa fundación les ofrecía capacitaciones de cara a lo que vendría y decidió sumarse —alentado por sus padres y hermanas— y pronto se animó a armar su primer CV para postularse a su primer trabajo formal. A finales de 2020, recibió el llamado que anhelaba y que le representaba la oportunidad soñada. “Hice las entrevistas correspondientes para entrar a una fábrica autopartista y en febrero de 2020 obtuve el trabajo”, cuenta el joven que creció sabiendo qué era eso de “ganarse la vida”.
“Te diría que empecé a trabajar a los 7 años, porque ya de chiquito me gustaba ayudar a mi papá en todo lo que hacía, y siempre estaba en los talleres de tornería que tenía al fondo de casa o en el taller mecánico”, rememora y confía que cuando todo parecía encaminarse, la cuarentena lo afectó mucho. “Tuve ansiedad y algunos trastornos que me trajo el encierro. Por eso quise cambiar mi vida”.
A los 19 años, las amistades ocupan un lugar de privilegio en la vida de cada persona, sobre todo, cuando las metas las unen. En el caso de Walter, la música ocupa desde que recuerda un lugar relevante y disfruta de pasar tiempo con sus amigos rapeando, tocando instrumentos, batallando en freestyler, improvisando en ese vaivén de intercambios con rima y contenido social.
El fan de Homer, el Mero Mero, explica que esas batallas —en las que hace tiempo no compite— tienen varios formatos y detalla cómo es el más conocido: en un minuto cada competidor tiene 10 palabras para improvisar (o veinte) y quien hace de árbitro las va anunciado cada 5 segundos, además se propone una temática que puede ser sobre una situación actual o un objeto y quienes batallan tienen que hacer analogías “o lo que les surja”, resume sobre la competencia también conocida como “batalla de gallos”.
Gana quien tiene la velocidad de usarlas a tiempo en sus rimas, dándole un argumento claro y contundente, y hace emocionar al público. “A mi me gusta eso porque obliga a pensar rápido y amplía el vocabulario. También disfruto mucho de tocar instrumentos, ejecuto varios. Y escribo sobre lo que me sale, todo en rap”.
Otra de las cosas que disfruta es de su empleo. Admite que espera poder crecer profesionalmente en la empresa y pasar por distintos sectores “para seguir aprendiendo”. “Si bien tengo mi tarea, me gusta saber qué se hace en otras áreas para aprender bien el oficio. Cuando puedo, pido trabajar horas extras para hacer diferencia en dinero, que siempre viene bien. Así pude comenzar a tener mis cosas”, enfatiza feliz.
Encantado por lo que hace, Walter reconoce: “Este es un oficio al que le tengo cariño porque me recuerda a los años con mi viejo en los talleres. Es mi ámbito, por eso apenas vi la oferta para los puestos donde se hacen los ejes traseros para las camionetas, para el país y para importar, no lo dudé y comencé a buscar más información sobre la empresa y todo lo que vi me convenció”, detalla el estudiante de la Universidad Tecnológica Nacional donde le va “muy bien”. “Ya estoy en segundo año de la carrera. Esto también me sirve para el trabajo porque me ayuda para desarrollarme más”.
Agradecido por la posibilidad que siente que le llegó a tiempo, sigue: “Hasta ahora logré algunas metas que me propuse y me faltan otras por cumplir como terminar mi casa, por ejemplo. Pero ya estoy invirtiendo, trato de no gastar en lo que no necesito, esa es otra de las cosas que nos enseñaron”.
El trabajo de la Fundación
Walter pide destacar la labor que hizo con él la Fundación (nacida en 2013, con 14 sedes, más de 1.500 egresados y una red de más de 600 voluntarios que participan y apoyan a los estudiantes y su desarrollo) y cuenta que allí trabajan con jóvenes de entre 18 a 24 años en estado de vulnerabilidad: los ayudan a terminar la secundaria, les ofrecen talleres y los capacitan en un empleo formal. Además, tienen un acuerdo con más de 250 empresas para que les den su primer trabajo cuando están preparados. El nexo es la plataforma empleos.programaempujar.org.
“Es fundamental el rol de las empresas y voluntarios como aliados y socios estratégicos en el trabajo por la inclusión socio laboral de los chicos y chicas vulnerables, ya que contribuye a promover el desarrollo de nuestras comunidades y son protagonistas activos y agentes de cambio social”, sostiene Mariana Frenkel, directora de Desarrollo Institucional de Empujar.