Cabalgata de 14 meses y más de 8.000 kilómetros: la travesía de un joven que recorrió toda la Argentina a caballo

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Marcos Villamil, de 29 años e ingeniero agrónomo, llegó a la Ciudad de Buenos Aires este domingo, junto a Mora, Wayra y el Tordo.

El domingo pasado, poco después de las 8 de la mañana, Marcos Villamil llegó hasta el obelisco, el corazón de la ciudad de Buenos Aires, junto a Mora, Tordo y Wayra, los tres caballos que lo acompañaron en su travesía de poco más de un año y más de 8.000 kilómetros a lo largo y ancho de toda la Argentina, pasando por 16 provincias.

Villamil, un ingeniero agrónomo de 29 años, partió en septiembre de 2020 desde el campo de su familia en la localidad de General Alvear, provincia de Buenos Aires. Siguiendo principalmente los viejos trazados ferroviarios, bajó hasta Río Negro, atravesó esa provincia hasta la cordillera y luego cabalgó hasta la ciudad de Ushuaia. Después puso rumbo norte y, pasando por La Pampa, Córdoba, Tucumán y Salta llegó hasta la Quiaca. El último tramo lo hizo por el noreste y el Litoral argentino, y ahora culminó un recorrido con el que soñó durante años. Ayer, tras pasar por el obelisco porteño fue hasta La Rural de Palermo, donde lo recibieron los Granaderos a caballo y todos sus amigos y familiares para ovacionarlo.

Los caballos

Para hacer un viaje así necesitás caballos con ciertas condiciones, que no tenga cruz alta y otras cuestiones físicas, pero sobre todo necesitás que sea un caballo con espíritu, que sea un caballo que pueda estar 3 o 4 días en condiciones desfavorables y que no se venga abajo”, dijo Marcos respecto de la elección de los caballos para una aventura de este tipo.

Eso es lo que ya le habían demostrado Wayra y Mora en un viaje de 1.000 kilómetros por la provincia de Buenos Aires que había hecho con amigos hace algunos años. Por eso los eligió para este nuevo desafío. “En el comienzo del viaje, Mora ya tenía 14 años, y además tiene la cruz un poco alta, pero era Mora. Dije, tiene tanto empuje que no puedo no llevarla”.

Por su parte el Tordo es cruza de Mora con un percherón, y Marcos lo acababa de terminar de domar. “En General Alvear tengo siete caballos de los cuales yo crié y domé a cinco de ellos, entonces somos como una gran familia, son todos bastante hijos míos”, contó, y después detalló algunas particularidades sobre la relación entre ellos.

Si bien están todos juntos en el campo, esa manada de 7 caballos está partida en dos grupos, en los cuales Wayra es la líder en uno y Mora es la líder en otro. Al viaje me llevé a las dos líderes, que igual se conocen desde que nacieron. Cuando pongo la comida, Mora la corre a Wayra, Wayra lo quiere correr al Tordo pero el Tordo ni se inmuta porque es enorme. Wayra es una líder nata, pero Mora es la más grande, y el Tordo es como un bebé en el cuerpo de un gigante”, describió.

El espíritu de los caballos se puso a prueba muchas veces durante los 430 días que llevaron andando por el país. Entre los momentos críticos, Villamil recordó uno en el sur de La Pampa, llegando a la provincia de Río Negro. “En un tirón teníamos que hacer 76 kilómetros, que es una distancia que se puede hacer, pero acá eran 76 kilómetros sin agua, hasta llegar al Río Colorado. Fueron más de 10 horas al trote bajo el sol, sin parar. Una locura, yo tenía en la cabeza que había que atravesar eso como fuera, pasarlo lo más rápido posible, y los caballos acompañaron con un ritmo increíble. A la tarde, cuando llegamos a lo de la familia que me iba a recibir, al costado del río, salieron todos a recibirme y les tuve que pedir por favor que nos dejen llegar inmediatamente al agua. Estábamos los cuatro muertos de sed. Más tarde mientras comíamos me hacían preguntas y yo no podía ni articular las palabras, les pedí disculpas porque me di cuenta que mi cerebro no estaba funcionando bien, necesitaba recuperarme”.

El frío también se hizo presente en el otro extremo del país, la puna jujeña, donde hay una amplitud térmica de 30 grados. “Ahí tenía que salir a las 3 de la mañana, cuando todavía está templado, porque después al amanecer baja mucho la temperatura y quería que a los caballos el frío los agarre andando, pero yo me pegaba ese frío en el pecho. El día que entré a la Quiaca me agarró la madrugada con menos 12 grados. Me acuerdo de estar con los pies entumecidos, no los sentía, y había claridad pero no quería salir el sol. Yo decía “¡que empiece a calentar!”. Entonces me bajo y empiezo a caminar, y cuando la veo a Mora, se le había formado un hielo que le colgaba de la nariz. No lo podía creer”, relató el paisano. Por supuesto que más allá de los tramos ásperos, los buenos recuerdos son mayoría, como aquellas veces en que los caballos se acercaban a la mesa del asado como tres miembros más de la familia.

Su consejo

Como Villamil, son muchos los amantes de los caballos que sueñan con lanzarse a una aventura por el país. A ellos, el joven les recomendó lo siguiente: “Más allá de la planificación, entregate a confiar en que la gente te va a ayudar, a aplaudir en la puerta de un campo. Ir con respeto y con humildad. Aunque sea una cabalgata de dos días, les aseguro que se van a llevar algo en el corazón. Si nosotros no cumplimos nuestro sueño nadie lo va a cumplir por nosotros”, dijo “Si estamos los cuatro de vuelta es por las 400 personas y familias que nos han ayudado en el camino, y también desde Buenos Aires. No puedo rescatar a ninguno en particular porque sería injusto, es por cada uno de ellos que lo logramos. Parece una frase armada pero tengo que destacar a toda la gente”, afirmó. Y sobre el final de una charla emocionante, aseguró: “Esto es un sueño cumplido, hoy no tengo ningún deseo para mí, realmente, lo único que quiero es ver al Tordo, Mora y Wayra reencontrarse con el resto de su familia en el campo en el que se criaron. Les debo todo a ellos, quiero verlos volver con los suyos y decirles gracias por traerme hasta acá”.

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