Esteban Cichello llegó hasta donde se lo propuso en el ámbito profesional. Eso sí: tuvo que sortear muchos obstáculos de vida. El docente nació en La Falda, Córdoba, y vivió casi siempre en el conurbano bonaerense con su mamá, abuela, un hermano y un tío. Vivió épocas de violencia de su padre para con su madre, lo que los obligó a hacer los bolsos y trasladarse a la estación de ómnibus de la ciudad. En una infancia signada por la pobreza absoluta y la falta de servicios básicos, Esteban tuvo que ponerse la familia al hombro y pasar por varios oficios desde los 9 años: cadete, repartidor y botones de un hotel porteño.
Pero si algo tuvo claro, es que nunca quería dejar de estudiar: así, finalizó el secundario en el turno noche y, con sus ahorros, viajó a Israel a los 20 años para ganarse la vida cosechando paltas, fabricando pan y limpiando gallineros. Se cansó de esa vida rural y más adelante probó suerte en el Hotel Sheraton de Tel Aviv, en donde cursó Relaciones Internacionales y Ciencia Política en la Universidad Hebrea de Jerusalén. ¿Su sueño? Estudiar en la Universidad de Oxford.
¿Cómo llegó Esteban a Oxford? Empezó a aplicar para distintas becas, ya que para ir a allí necesitaba 11 mil libras esterlinas, y no tenía ni una. Consiguió algunas becas, pero no le alcanzaba el dinero. Entonces resolvió solicitar a las instituciones una prórroga por un año para poder juntarlo. Necesitaba trabajar en algo redituable: entonces, por la revista The Economist, el futuro docente descubrió que uno de los mejores países para ganar plata era Japón, por lo que no lo pensó demasiado y se fue a Tokio con 50 dólares. Allí trabajó en una construcción y vendía bijouterie en las calles por la noche, pero se hartó y decidió ir a París y probar suerte en atención al cliente. Trabajó en Eurodisney como empleado en el hotel (hablaba varios idiomas y lo pusieron en Recepción VIP). Una vida nómade y con muchos impulsos cotidianos. Hasta que, de repente, lo llamaron del British Council, para comentarle que decidieron otorgarle una beca para la Universidad de Cambridge. Pero él quería ir a Oxford. Entonces, se atrevió a pedir una reunión con el comité de becas y, a los ponchazos, los convenció: así le llegó la beca tan esperada. Luego, se convirtió en profesor, y completaría sus estudios con Lingüística Aplicada. ¿Superación? Claro que sí. Pero convicción y nunca bajar los brazos, por sobre todas las cosas.