Forjando ideales de Venezuela a la Argentina

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Magaly Monzón llegó hace 40 años al país y dedica su vida a la solidaridad

POR ALEXANDRA BARRETO

¿“Estás segura que te quieres casar”?, dijeron los padres de Magaly Monzón García, en ese momento era una joven de 24 años.

“Sí me quiero casar”, respondió con mucha seguridad. Esa respuesta afirmativa se la dio al argentino Oscar Meola. Ambos se conocieron en México cuando cursaban una especialidad en economía: Política Monetaria y Formación Financiera.

Desbordante de una precocidad intelectual, a los 22 años se graduó de economista. A los 16 ya se había ido a vivir sola, en una época que no era tradicional.

Nacida en Calabozo, Estado Guárico, actualmente Maracay, Estado de Aragua, donde su familia vive actualmente.

Marcadas diferencias corrían en sus vidas, él hijo único, vivía con sus padres y Magaly de una familia de 6 hermanos. Posteriormente cada uno regresó a su país pero había nacido el amor, primero como amigos, y luego en1981 Oscar le propuso matrimonio por teléfono.

“Yo estaba muy bien, en esa época Venezuela no era lo que es hoy, la idea era casarme y radicarnos en Argentina,” comentó.

Se casaron en la Iglesia Santa Teresita del Niño Jesús de Banfield, donde residen desde hace muchos años. “Al inicio vivimos en un departamento y luego compramos una casa”.

Tienen dos hijos y un nieto. Emprendedora y con ganas de hacer raíces en otra tierra, no se conformó con dedicarse a su hogar. Con una amplia experiencia laboral,  trabajó en varias empresas, entre ellas, Banco Mundial de la Plata. “Tenía alma de ser una profesional pero más allá, de ayudar a otros en comunidad”.

VIVENCIAS FUERA DE CASA

Revela que la fase del desarraigo no fue fácil pues en Argentina no tenía amistades, sólo la familia de su esposo. “Me sentí sola al comienzo y mi suegra de descendencia árabe (con otras costumbres) no comprendía porque había dejado mi país. No había entendimiento al inicio, pero después la situación fue cambiando”.

El primer cumpleaños de su padre fue una experiencia dura. “Una vez al mes lo llamaba, tenía que ir a una empresa telefónica y la operadora me comunicaba. Otro atenuante es que vivían pocos venezolanos en Buenos Aires; muchos eran estudiantes que regresaban y pocos los que se quedaban”.

Poco a poco, el círculo se fue armando, además de tener vecinas argentinas, tiene una amiga venezolana, Marisela Sánchez a la que considera como hermana.

También se involucró con las actividades que organizaba la Embajada. “Primero fuimos un grupo pequeño y el compatriota Otto Arias nos brindó su casa y hacíamos reuniones para estar con venezolanos, vernos, la mayoría eran estudiantes, la llamamos simbólicamente ‘La Casa de Venezuela’. Integró a gente que vivía en Provincia y sobre todo a muchas mujeres. Luego nos llamamos ‘Damas Venezolanas’, con un objetivo, ayudar a la gente; armamos un fondo para apoyar a un jardín de infantes de Martínez y posteriormente a otra institución, era muy alentador ver que además de las damas, también se involucraron los esposos”.

En 1998 siguieron reuniéndose pero también decidieron promover su cultura, costumbres, danza, especialmente el joropo que es un baile tradicional, reconocido internacionalmente.

Ese mismo año hubo elecciones en Venezuela y Magaly fue elegida como fiscal de mesa. “Era la primera vez que votaba en el exterior, conocí más compatriotas, y en ese instante formamos nuestra agrupación. La persona que se encargó legalmente fue  Jorge Cheren, argentino que vivió en Venezuela. Una de las situaciones más fuertes que enfrentamos se dio en 1999, ocurrió un deslave del cerro El Ávila por las constantes lluvias en Caracas, causó muertos, desaparecidos y daños materiales. Gestionamos donaciones entre la pequeña comunidad venezolana y la argentina, para su posterior envío a Venezuela, marcando el carácter solidario de la institución”.

La primera reunión como agrupación se realizó en un micro cine que tenía el Gobierno de la Ciudad y firmaron el acta de Asoven. “En esa época todos hacíamos todo, hasta limpiamos el salón. Era un espíritu de amor, de solidaridad”.

Magaly ocupó en Asoven varios cargos: tesorera, secretaria, presidenta y vocal. Su vida de constante actividad continúa, se dedica como catequista desde hace 25 años en la iglesia de Banfield.  “No lo considero un trabajo, lo siento como una labor de amor para los demás porque soy muy creyente”.

QUE NUNCA FALTE UNA AREPA

“Antes viajaba cada año y traía varios paquetes para abastecerme. Ahora es mucho más fácil encontrar la harina pan porque la venden en todos lados. Con amigas las elaborábamos y nos divertíamos mucho: eso sí, yo solita me comía mi arepa chiquita”, dice entre risas

Al consultarle cómo califica estos años en Argentina, admite que el país dio mucho. “Dos hijos, un esposo maravilloso, una vida de libertad que no existe en Venezuela, amigos y hasta el mate. Lo más importante es que en esta tierra formé parte de la creación de Asoven, ese pedacito de Venezuela en Argentina donde seguimos ayudando a más compatriotas que vinieron por diversas etapas. Cuando me radiqué hace 40 años no era lo mismo para un compatriota, por eso duele ver la situación actual, nuestra misión es ayudarlos, no sientan soledad y el desarraigo, sea más llevadero”.

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