Juegan al fútbol en el desierto sanjuanino y sueñan con fundar su propio club

Historias para contar Slider costado

Son un grupo de habitantes de La Planta, un pueblo de 350 habitantes al noreste de San Juan y casi al límite con la Rioja, que busca competir en una liga zonal. “Queremos mostrar lo que somos”, se ilusionan

A 135 kilómetros de la ciudad de San Juan, se ubica La Planta, un pueblo desértico y desprovisto de casi todo, excepto de sueños: tener su club para que grandes y chicos jueguen al fútbol, en su propia cancha, con sus camisetas, con botines a estrenar (por ellos, no les importa que alguien ya los haya usado un poco) y poder recibir allí a otros equipos para disputar algún torneo.

En el pueblo —que pertenece a Caucete, está habitado por unas 350 personas y también se ubica a 140 kilómetros de Chepes, La Rioja— hace unos años se formó un grupo que se puso al frente de concretar ese sueño y a fuerza de pico y pala, comenzó a limpiar un terreno descampado y árido para convertirlo en la canchita de tierra donde disputan sus encuentros.

“Esto lo comenzamos un grupo de personas hace unos años y ahora todos soñamos con tener un club y competir en alguna liga local. Aquí la vida es muy dura, pero tratamos de salir de la rutina, al menos por un rato, gracias al fútbol”, asegura Ariel Ibáñez, desde hace 15 años entrenador del equipo compuesto por 40 jugadores, entre mujeres y hombres, de hasta 42 años. Para ellos, este deporte también significa darles un futuro a sus hijos y sacarlos un poco de las pantallas.

Sueñan con tener un club y ser parte de una liga de fútbol

La historia

En 2012, en La Planta bajó el caudal de una vertiente del río Papagayos, que lo cruza, y quedó desprovisto de agua. La localidad fue fundada al tiempo en que llegó a la zona la instalación de la mina de oro y le dieron ese nombre debido a la actividad que allí se desarrolló hasta mediados del XX, cuando se la abandonó por completo.

No está del todo claro si fue a causa de esa mina, pero las características de la zona son la escasez de agua potable y que no todas las casas, en su mayoría de adobe y paja, cuentan con luz eléctrica. Allí, el calor y el frío se hacen sentir más que en otros lugares y, a veces, en el mismo día la marca térmica obliga a ponerse y quitarse los abrigos cuando el viento sopla fuerte.

Sus habitantes trabajan como leñadores y no siempre cuentan con un empleo o changa para hacerse de unos pesos. Eso genera que quienes ven la oportunidad en otro lugar, no dudan en irse. Igual pasa con los más jóvenes. “Muchos también se van a estudiar, otros se quedan. Y es por ellos que deseamos tener un club propio”, reclama Ibáñez, quien se disculpa porque la falta de señal suele imposibilitarles que se comuniquen más allá de unos textos escritos de WhatsApp, o por los audios que llegan y salen cuando logran conectarse.

Pese a eso, no necesitan mensajearse para darse cita en la canchita áspera para las caídas, donde se reúnen por lo menos tres días por semana. “Cuando tenemos que ir a jugar, nos movemos como podemos, porque no tenemos en qué salir. Pero allá vamos”, cuenta uno de los jugadores, Hugo Ibáñez, de 38 años, y dice que por la falta de trabajo les cuesta hacerse de los elementos necesarios para jugar, como botines.

“Por eso, estamos pidiendo donaciones para formar un club, para poder jugar en una liga”, suma el DT que cuenta: “Hace mucho que queremos hacerlo y que lo iniciamos muchas personas, pero no teníamos el medio para pedir ayuda”.

“Siempre quisimos tener un equipo y nunca recibimos de mucha ayuda para hacerlo posible. Estamos jugando con nuestros propios medios, viendo cómo otros equipos salen a jugar sus campeonato en Caucete, en Bermejo, en el Valle y se arman ligas, y nosotros nunca hemos podido hacerlo. Necesitamos poder jugar en una cancha, no solo para nosotros sino para los niños. Queremos salir a jugar, mostrar lo que hemos formado, que nos vean porque tenemos un buen equipo, pero no tenemos movilidad”, agrega el jugador Carlos Saavedra, de 29 años.

En estos años, y como pudieron trasladarse, el equipo (que aún no tiene nombre), jugó partidos contra sus vecinos de otros pueblo como Chucuma, la Difunta Correa, La Pala (La Rioja). “Hemos jugados triangulares o torneos cortos, y los ganamos. Yo creo que tenemos un equipo de buenos jugadores. Todo lo que jugamos lo ganamos, tenemos varios trofeos, pero no dónde ponerlos”, agrega.

Los equipos se dividen por edades y antes lo hicieron por género. “Había un equipo de fútbol femenino, con niñas de entre 12 y 15 años, pero era mucha responsabilidad viajar con las menores incluso hasta el límite de San Juan y La Rioja. Pero llegaron a competir”, recuerda.

Uno de los tantos trofeos ganados que no tienen donde exhibir

Convencido de las bondades del deporte, dice: “Creemos que el futbol es lo mejor para nuestros hijos, para que ellos se puedan entretener en algo. Vemos que ahora todo está muy avanzado, lleno de celulares y esas cosas que los chicos ahora juegan desde ahí, y no queremos eso. El fútbol es tan sano y bueno que queremos poder enfocarlos en eso y para que los más grandes también puedan salir de sus rutinas”, dice.

Hoy, con él entrenan chicas, unos 25 chicos de hasta 10 años. ”También nos queremos enfocar en ellos, para que puedan enfocarse, divertirse, cambiar su mentalidad y que el día mañana conozcan a otras personas y relacionarse porque el fútbol lleva a hacerse un montón de amigos y a conocer lugares. Queremos sacarlos de la rutina que vivimos nosotros, los grandes, porque nos hemos criado acá y sé que acá no hay salida”.

“Algunos chicos de acá están estudiando en otro lado y el trabajo acá es muy escaso. Los varones se van de la provincia, por eso queremos formar un club, tener una cancha reglamentaria, tener un saloncito para guardar nuestras cosa y poder recibir a otros equipos en un lugar cómodo.

Ariel es papá de dos varones y tiene a sus sobrinos. “Quiero que salgan adelante, que al igual que sus amiguitos que se divierta, que aprendan y jueguen. Este lugar está formado por 70 familias, que no tenemos los medios para hacerla, agrandarla o tener un espacio cerrado, techado para que los chicos y el equipo de los grandes (conformado por varones de 16 a 42 años) juegue”.

La canchita que desde hace más de 15 años sueña con ser un club

Además de ese deseo, necesitan ayuda para conseguir botines, canilleras, camisetas, equipo de entrenamiento. “Pensar que se puede llegar a levantar el club es un sueño para todo La Planta. No queremos que e unos años nuestros hijos, por falta de oportunidades, se vayan”, finaliza emocionado.

FUENTE: INFOBAE

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