Con su emprendimiento, Matías Hutin y Jessica Buznick buscan promover las etiquetas que respetan el planeta. Ella es médica neurocirujana y él, especialista en sistemas.
Hasta hace dos años Matías Hutin y Jessica Buznick eran dos simples amantes del vino. Todo cambio poco antes de la pandemia cuando decidieron crear un club de vinos orgánicos, para maridar su pasión por esa bebida con su creciente interés por la alimentación saludable y el cuidado del ambiente.
“Creamos Vivaz un poquito antes de la pandemia como parte de un proyecto con mi mujer”, dijo Hutin, un experto en sistemas. Su esposa tampoco tenía nada que ver con el sector, es médica neurocirujana.
Hacía rato que tenían ganas de tener un emprendimiento, pero no sabían muy bien qué forma darle. El cambio en sus vidas fue generado por otro más grande: la llegada de su primer hijo. “Estábamos por tener un bebé y comenzamos a transformar nuestra forma de comer, a buscar productos de alta calidad que respeten el ambiente”, dijo Hutin.
Entonces pensaron en hacer algo vinculado a la alimentación saludable, un sector en plena expansión y que creció aún más al calor de la pandemia.
“Pensamos en el vino porque que era una de nuestras pasiones y no es algo tan presente en las dietéticas y tiendas naturales. Si bien tomar vino en sí no es saludable, queremos hacerlo lo más saludable posible, respetando el ambiente. Buscamos acercar vinos de alta calidad con sustentabilidad ecológica a la mayor cantidad de gente posible”, explicó Matías.
Según detalló Jessica, en la producción de este tipo de etiquetas “no se utilizan pesticidas, herbicidas, fertilizantes, antibióticos y cualquier otro producto tóxico. Como resultado se obtiene un producto sustentable y honesto, que empatiza con el ecosistema y la salud del consumidor”.
Por qué un club de vino
Una vez definido el producto, les restaba elegir el modelo de negocio. El más apropiado les pareció ser el del club, al que se adhiere con una cuota mensual. “El modelo de suscripción es lo más parecido al modelo comercial de la venta de software”, al que Matías estaba acostumbrado por su trabajo.
Además, esto les permitió digitalizar y automatizar la mayoría de los procesos, así como planificar con mucha antelación las compras con las bodegas y los distribuidores. “No tenés que negociar todo el tiempo, es una forma muy práctica y estable de trabajar”, destacó como ventaja Matías.
“Nos dedicamos como mucho un día a la semana, un par de horas. Está todo bastante sistematizado, es superautomático porque la relación con los proveedores ya la tenés”, continuó.
Las mayores dificultades a las que se enfrentaron tienen que ver con temas de logística. “Es lo peor del negocio”, se lamentó Matías. Por ahora tienen cerca de 900 miembros y la idea es que sean 2000 el año que viene, con el sueño de llegar a 10.000 suscriptores en un par de años.
El perfil de los miembros es de ”gente de entre 30 y 40 años”. “Hay muchas mujeres, gente que está interesada en la alimentación saludable y consume productos orgánicos”, especificó.
“El vino también es una buena puerta de entrada para la gente que está haciendo una transición hacia este tipo de consumo”, agregó.
El club trabaja con unas 14 bodegas y más de 70 fincas pequeñas y medianas agroecológicas (es decir, que respetan los métodos de producción orgánicos, pero no cuentan con la certificación oficial).
El mismo empresario confesó que se sorprendió con la cantidad de productores orgánicos. “¡No sabía que había tantos! Nos llega información de bodegas y fincas nuevas todo el tiempo por el boca a boca. Y con el tiempo el negocio del vino orgánico va a ser cada vez mayor porque las bodegas grandes también se meten”, explicó.
Cómo funciona el club
La adhesión se hace en un par de clics online y los miembros luego reciben cada mes en casa una caja con botellas seleccionadas. Ofrecen dos opciones, con dos botellas ($2990) o a vinos mensuales ($5190), aunque la de dos es la que más suscriptores tiene.
El matrimonio también tiene una línea de negocio para eventos empresariales y regalos corporativos que ayuda a darle más solidez al emprendimiento.
Para minimizar aún más el impacto ambiental del proyecto y mejorar su huella de carbono, hicieron un acuerdo con la fundación ReforestArg, que trabaja en la conservación de los bosques patagónicos a través de un plan de plantaciones de árboles nativos.
Así, por cada nuevo suscriptor que se una al club, la fundación plantará un nuevo árbol. El socio obtendrá por su parte un certificado dentro de la caja de vinos con un código para poder realizar el seguimiento y crecimiento del árbol de por vida.
A Matías y su pareja también les mueve la idea de tener algún espacio físico para pasar de lo meramente virtual a lo presencial, poder organizar charlas con productores y compartir momentos con otras personas apasionadas por el vino como ellos.
FUENTE: TN