POR FERNANDA DI BENEDETTO
La danza clásica o ballet es una reconocida disciplina de baile, elegante, delicada, pero feroz a la vez. Podemos apreciarla en teatros y en numerosas producciones audiovisuales, y, aunque no las hayamos visto, probablemente nos suenen obras clásicas como El Lago de los Cisnes o El Cascanueces.
La gracia del ballet se despliega y se basa en el control total y absoluto del cuerpo, involucrando las manos, brazos, tronco, cabeza, pies, rodillas, en una conjunción simultánea y espléndida que deja maravillados a los espectadores.
Si nos remontamos a su origen, el ballet surgió en la Italia del Renacimiento (1400-1600). Fue en Francia durante el reinado de Louis XIV, apodado Rey Sol, que surge la necesidad de la profesionalización, y en 1661 se crea la primera escuela de danza: Académie Royale de la danse. En 1700 R. A. Feuillet publicó Choréographie ou Art de noter la danse donde por primera vez se reproduce la totalidad de los pasos codificados y se funda un primer conato de transliteración o notación de las figuras.
En la actualidad, el ballet continúa siendo una de las danzas más elegidas por los jóvenes para capacitarse y aprender, algunos abrazando lo clásico, otros fusionando con disciplinas modernas o contemporáneas.
Paloma Ramírez, bailarina de 18 años oriunda de Buenos Aires, no coincidió de inmediato con ese porcentaje de jóvenes que, como ella, abrazan el arte desde temprana edad. Si bien se inclinó de inmediato por la danza, su primer acercamiento con el ballet no vislumbraba la carrera que tiene actualmente.
“Mi mamá fue bailarina, fue y es maestra de ballet, y cuando nací enseguida intentó acercarme al ballet, ¡pero no me gustó!. De todas formas era una nena muy inquieta, y en mi mente tenía grabado que quería bailar con zapatos, asique le pedí que me lleve a jazz para probar y me encantó, lo hice toda mi infancia”, cuenta Paloma.
Cuando tenía 6 años, volvió a vivir a la tierra natal de su mamá en Brasil, y allí sus maestros de jazz le dijeron que no podía dejar pasar la oportunidad de ir a ballet. “Me convencieron, así que lo volví a intentar y ahí me encantó, los años que viví en Río de Janeiro hice las dos disciplinas a la par”, comenta la bailarina.
Al volver a la Argentina, de inmediato tomó clases con Rina Valverde, una eminencia del ballet que enseña en el Teatro Colón. “Cada vez me gustó más la danza clásica y cada vez me enfoque más asique de a poco fui dejando el jazz. A los 8 años hice el examen para ingresar al Colón y bueno, no me fui más”, relata sobre sus inicios.
Hoy, con 18 años, Paloma participó en numerosos eventos de ballet a nivel nacional e internacional, como ser el Prix de Lausanne de Ballet en Suiza, Tanzolimp, en Alemania, el YAGP en Nueva York, Festival de Danza de Joinville, en Brasil y Danzamérica en Argentina, entre otros. Además, en Brasil, a mediados del año 2018, obtuvo el primer puesto en la clasificación con lo que logró ingresar a la gran final del Prix de Lausanne, en Suiza, siendo la única representante de Latinoamérica en su categoría.
También, durante el aislamiento preventivo por la pandemia en el 2020, Paloma sacó a relucir no sólo su costado más creativo y artístico, si no también su costado más influencer: convocó a otras 40 chicas de distintos países para interpretar la misma variación de una coreografía, cada una desde sus casas, y el primer video que subió a las redes sociales (Instagram, Facebook y YouTube) sumó más de 8.000 visitas en los primeros tres días. Recibió elogios de célebres maestros y artistas.
Más allá de todos estos grandes logros, Paloma asegura que la vara con la que se mide la impronta en los concursos no es el resultado final. “Los que bailamos no tenemos esa visión de pensar ‘a ver en qué concurso me destaco más’, simplemente hay experiencias, en algunos concursos es muy subjetivo, uno intenta hacer lo mejor que puede y a veces ganas y otras veces no, pero eso no depende de vos, son muchos factores que te hacen disfrutar en mayor o menor escala”, añadiendo que el primer concurso en el que participó en Nueva York a los 10 años le cambió la cabeza totalmente.
A tan temprana edad, maestros y referentes son grandes formadores y acompañantes en el trayecto de cualquier persona. Para Paloma, tanto su mamá como sus maestros y maestras del Colón son muy importantes a la hora de hablar de su formación, pero entre ellos se destaca una bailarina del Royal Ballet de Londres que la cautiva particularmente. “Marianela Núñez, no solamente porque es argentina, si no por el hecho de que es una bailarina única, su técnica es perfecta, su calidad de movimiento, su parte artística, se conecta con el público a través de cualquier personaje que interpreta desde el corazón y, además, es una persona muy linda y muy simpática, es una cualidad que admiro mucho en un bailarín”, resalta Paloma.
Para Paloma, ser bailarina es su vida entera, y busca cada día superarse a sí misma. “Como bailarina siempre hay cosas nuevas para aprender, es una re motivación cada día despertarme e intentar mejorar algo diferente, tener la oportunidad de interpretar diferentes personajes, disfruto demasiado todo el preparativo para llegar al escenario, cada clase, cada ensayo, cada ampolla en los pies, todo me hace feliz”, remarca Paloma, y destaca que el compañerismo y el apoyo de sus maestros y compañeros es lo más importante para alimentar la energía y la pasión.
Ahora bien, ¿qué les diría Paloma a los jóvenes que quieren incursionar en la danza clásica?, “les diría que lo tienen que amar de corazón, porque te puede gustar y mucho, pero si no lo amas ni te gastes porque es difícil la carrera. y en la medida que lo ames y te apasione, no salir con amigos, cuidarte con las comidas, cuidar tu cuerpo, ensayar mucho, no lo vas a sentir como un sacrificio. Si estás dispuesto a eso y lo amas de verdad, que le den para adelante porque si tenés pasión que es la mayor cualidad, podés correr atrás de cualquier sueño que tengas”.