Pedro Bello nos relata su historia de vida desde aquella infancia en León, España, hasta ser uno de los dueños de uno de los locales gastronómicos más emblemáticos de nuestro país.
Con tan solo 17 años, Pedro, ahora de 82, llegó a la Argentina con una pequeña valija, poca ropa, pero con muchas de ganas de prosperidad y forjar una mejor vida.
Nacido en el pueblo de Trabadelo en la provincia de León, España, salió del puerto de Vigo en 1957.
Proviene de una familia numerosa de 6 hermanos: dos vinieron primero a estos rincones del mundo, y los otros se quedaron en España.
Su madre murió cuando tenía 9 años y a pesar del paso del tiempo la recuerda con profundo cariño. “Mamá después de tejer con sus tres amigas vecinas, se recostó y le agarró una parálisis, quedó inmóvil de medio cuerpo, llamaron al médico, la llevaron a un especialista pero falleció a los 46”, recuerda con nostalgia. Acota que su padre murió a los 87 años, cuando él tenía 35.
Con mucho orgullo, revela que su primer trabajo fue de lava copas en el Bar Suárez (Corrientes y Maipú), además limpiaba los pisos, pero siempre con mucha alegría, sin renegar de nada. El secreto de haber logrado prosperidad económica y emocional, radica en su filosofía de ser agradecido. “Uno tiene que estar contento, hacer las cosas con amor”, recalca y cuenta que estas palabras las dice sobre todo como un mensaje para los jóvenes.
Su primer sueldo fue de 1200 pesos, alquilaba un departamento pequeño con su hermano y un compatriota en Libertad y Sarmiento. “No era mucho lo que ganaba porque como no era mozo no tenía propinas”, pero la vida le tenía destinado un salto cuántico. Apareció esa especie de padrino. Un migrante español le ofreció trabajo en otro sitio donde pagaban más: el Café Maracaná. Posteriormente trabajó de mozo en el Bar Fénix, situado en el barrio de Flores, y confiesa que ganaba muy bien. “Luego unos paisanos me ofrecieron formar parte de una sociedad en la pizzería La Redoblona en Plaza Italia”.
Inició una vida como empresario gastronómico del conocido restaurante “El Palacio de la Papa Frita” que se inauguró en 1952 en la calle Lavalle 775, y otra sucursal en 1956 en Corrientes 1612.
Posteriormente, en 1965, los ex fundadores vendieron el restaurante a Pedro y un grupo de socios, convirtiéndose en el continuador de un lugar reconocido por el turismo y además declarado como Bar Notable.
El Palacio de la Papa Frita fue el bunker de personalidades diversas del mundo del espectáculo y de la política que se dejaron seducir por el bife de chorizo con huevos y las papas soufflé. La lista de comensales que transitaron, se destacan: Julio Iglesias, Joaquín Sabina, Tita Merello, Lola Flores, Sarita Montiel, Arturo Frondizzi, Néstor Kirchner, entre otros.
“Con mis socios decidimos venderlo en el 2013, iba pasando el tiempo, todo tiene un fin”, explica.
Con los años, Pedro Bello, no sólo fue un hacedor en la gastronomía, desempeñó múltiples cargos y dejó huella en cada paso que dio. Ocupó la presidencia de la Asociación de Hoteles y Restaurantes, Confiterías y Cafés. La presidencia honoraria de la Cámara de Restaurantes; la vicepresidencia primera de la Federación Hotelera y Gastronómica de la República Argentina; y la presidencia del sector gastronómico en el área de Turismo y Gastronomía de la Cámara Española de Comercio Argentina.
También realizó cargos directivos y fue socio en muchas instituciones como el Club Deportivo Español de Buenos Aires, el hogar gallego para ancianos, la Cámara Española de Comercio y el Hospital Español de Buenos Aires.
Su labor fue reconocida con la medalla de la Hispanidad de la Federación de Sociedades Españolas, el Premio Cátedra de España de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales, además la más alta distinción que otorga el Ministerio de Trabajo de España, la Medalla de Honor de la Emigración.
Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura Porteña y Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires.
HACEDOR DE RESTAURANTES
El español no se quedó atrás y fundó hace 13 años “La Rioja”, en el barrio de Monserrat, donde frecuentaban Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat y el presidente, Alberto Fernández. Debido a la pandemia y otros factores decidió cerró sus puertas. “Se hizo imposible sostener, además por las múltiples concentraciones que se realizaban afuera del Ministerio de Desarrollo Social. Indemnicé a los empleados con mucho esfuerzo, además porque nuestra relación con ellos, también es de amistad y respeto mutuo. No le eché la culpa a nadie; uno lamenta esas cosas, no fue fácil”, sostiene.
FORJANDO UN HOGAR
Pero no todo es trabajo en la vida del empresario gastronómico, en Argentina, su segunda patria, formó un hogar consolidado con una compatriota, María Jesusa.
“Soy un agradecido de vivir en este país, forjamos una familia, educamos a nuestros hijos y eso tiene un gran valor”, resalta en dialogo con Optimism.
El romance con su esposa, nacida en La Coruña, se dio por casualidad. “El papá era sastre, fui a verlo porque necesitaba un traje y así la conocí, hubo un flechazo, luego nos encontramos por los carnavales en el Centro Galicia en el Club de Olivos, charlamos mucho, estuvimos dos años de novios y después nos casamos. Tenemos cuatro hijos, tres mujeres y un varón, una de ellas vive en España, se recibió de arquitecta, y se fue a hacer un posgrado politécnica de Madrid”.
En todo momento, recalca su gratitud de vivir en Argentina y tener muchos amigos. A su vez, destacó el trabajo de quienes ayudaron para fomentar el trabajo de sus compatriotas en el país. “Conocimos a Claudio Avruj, cuando fue director de colectividades, nos ayudaba en las reuniones, fiestas, de nuestra agrupación. Siempre trabajaba con tanta inteligencia y humildad, pudo unir a la sociedad española e italiana. Cuando pedimos un favor, siempre está dispuesto”.
El inicio de la pandemia no detuvo sus ganas de estar activo. “Viví la etapa de estar más encerrado pero por suerte me vacuné y tengo mucha esperanza que todos podamos hacerlo“. A su vez, entre risas, cuenta que no es muy amigo de la tecnología: “Soy muy antiguo, no tengo WhatApp”.
Al consultar cuál es el lema de su vida, reitera que a pesar de cometer errores “hay que tener una línea de hacer el bien, con buena conducta en el trabajo, vivir la vida con respeto, lealtad y franqueza”.
Yo a éste Señor le agradezco el poder trabajar en el Hogar de Ancianos del Hospital Español. Gracias Pedro Dolores García