Mari, la jubilada que regaló más de 400 juguetes e hizo feliz a los niños de un comedor comunitario

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“Todas las mañanas tengo un motivo para levantarme. Esto me hace muy feliz”, dijo la abuela cordobesa. Conocé su historia.

Niños y niñas de Córdoba tuvieron sus respectivos regalos por el Día de las Infancias. Y gracias a Mari Simoni, que tuvo una acción extraordinaria, cada uno de los chicos y chicas pudieron pasar un día acorde a lo que necesitan. “Todo lo que pueda hacer por ver un niño feliz, lo haré”. Con esa seguridad y entusiasmo, Mari (75 años) cuenta que en la mañana de este sábado, los 450 juguetes que arregló en los últimos meses fueron entregados a las niñas y niños que asisten al Comedor Pekkes de la iglesia San Cayetano del barrio El Quebracho, en Córdoba. Esa fue la tercera entrega y se suman a los 1200 obsequios que había repartido entre el Día de las Infancias y la Navidad de 2020, cosa que piensa repetir este año.

Cómo comenzó

Cuando comenzó la cuarentena me puse muy mal. Me sentía triste, sola y mi hija Adriana tuvo la idea de hacerme participar de sus tareas con el comedor”, cuenta la mujer que es jubilada. Adriana Monachesi, su hija, agrega: “Yo trabajo en una iglesia que tiene un comedor adonde durante la cuarentena habían mandado donaciones en mal estado y le llevé esos juguetes y juegos a mi mamá para que los arreglara porque a veces llegan en bolsas de consorcio, sucios o rotos como autitos a los que les falta una rueda o muñecas sin un ojo… Y ella comenzó a repararlos y se entusiasmó mucho”.

Sin darse cuenta, esa tarea no solo ocupó sus días sino que además generó en Mari la reconexión con su propia infancia en la provincia de las sierras e hizo del nuevo “tiempo libre”, dice por el aislamiento, un momento que ahora recuerda bien. “Pasé de estar triste a tener un motivo para levantarme todas las mañanas: hacer algo por los chicos, que es lo que tanto me gusta. A veces hasta me ponía a jugar con alguna muñeca”, reconoce entre risas y cuenta el paso a paso que ideó para su tarea.

Arregla los juguetes y les agrega su toque personal

Apenas llegan en las bolsas, sacó los juguetes, los lavo bien, con lavandina —aclara—, dejo que se sequen y luego los clasifico. Después veo qué necesita cada uno y ahí arranco”, detalla Mari sobre la actividad. Además, también deja un valor agregado: “A las muñecas les cambio las ropitas, las peino bien y las coloco sobre un cartón a modo de presentación, como vienen cuando están nuevas. A los autitos les pongo algún sticker para que queden más lindo o en el caso de las carteras, van con un peine chico, algún jabón, de esos que solía traer de los hoteles cuando se podía viajar porque sé que a las nenas les gusta así”, asegura.

Todo llega envuelto con celofán trasparente y un moño. Así lo pidieron las voluntarias del comedor para que les sea más fácil reconocerlos a la hora de repartirlos. “Cada niña y niño recibe así lo que sabemos que necesita, lo que le gusta o son ellos los que se animan a pedir lo que les gusta”, aclara la ideóloga de esta acción. Al hablar de quienes reciben esos regalos, Mari agrega: “Los nenes que van a ese comedor tienen muchas necesidades. Allí les dan de comer muy bien, se ocupan de ellos con amor, pero no podían comprarles regalitos. Desde que comenzamos con esto tienen con qué jugar. Y se ponen felices, lo veo por las fotos que me mandan”.

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