Conocé a Ángel Pizzi, el abuelo youtuber

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Desde el garaje de su casa en Arroyito, provincia de Córdoba, graba los videos que luego sube a su canal. La vocación docente y su alma curiosa lo impulsaron a compartir sus conocimientos

Ángel Pizzi vive en Arroyito, provincia de Córdoba, y desde hace más de diez años filma videos en el garaje de su casa, los edita y sube a su canal de YouTube, donde tiene 1,2 millones de suscriptores. El contenido gira en torno a inventos caseros, experimentos de física y química, tutoriales, y su especialidad: la reparación de lavarropas. Su innata vocación docente y la curiosidad inagotable que siente desde que era niño, lo llevaron a compartir sus conocimientos tanto en el contenido que publica como en los cursos online que brinda. En charla con Infobae, explica cómo empezó en el mundo de las redes sociales y cuál es el verdadero motor de su pasión.

Lo conocen como El Angelito, y le hace justicia a la bondad que inspira su apodo con cada palabra durante la entrevista. Sencillez, humildad y talento, esa es la combinación que lo hace destacar. Una tarde de sábado se sorprende por el llamado de este medio, y con cada anécdota abre las puertas de su historia, una que vale la pena conocer. “Yo solo hice la primaria, no pude estudiar más, pero aprendí mucho investigando”, revela sobre la capacidad autodidacta que lo caracteriza.

“Cuando tenía 9 años todos los chicos de mi edad estaban en la canchita, y yo me quedaba en casa con dos pilas viejas para hacer algún invento, intentando encender un lamparita”, rememora con picardía. Por eso dice que “nació con él” el deseo de enseñar lo aprendido, y asume que si no encuentra la solución a un problema no puede conciliar el sueño hasta repensar el asunto y poner a prueba sus ideas. “Juguete que caía en mis manos yo lo desarmaba; miraba cómo estaban enganchadas las rueditas, y de pura curiosidad le modificaba algo para ver si así duraba más”, recuerda sobre aquella infancia inquieta de la que fue protagonista.

 “Ya de grande me preguntaba cómo haría con las partes de un lavarropas que se fueran deteriorando, y si veía que no iba a aguantar con esa pieza que tenía de fábrica, me ocupaba de buscar otra cosa que lo pudiera hacer funcionar por más tiempo. Aunque no hubiera repuesto, buscaba algo que se pudiera adaptar”, agrega. A los 26 años sintió el flechazo con su compañera de vida, y en 1978, año en que la Argentina levantó la copa del mundo siendo el país anfitrión, se casaron. “Yo vivía en el campo, así que no tenía televisor, y los partidos los vi en casa de un vecino”, cuenta.

En plena cuenta regresiva a Qatar, Ángel y su esposa mirarán juntos el Mundial por doceava vez. En 1981 se mudaron a Arroyito, y allí crecieron sus tres hijos. El oficio que aprendió lo hizo muy cercano con sus vecinos, que no dudaban en llamarlo para los arreglos de su hogar. “Reparaba todo a pulmón, electrodomésticos, antenas de televisión, videocaseteras, reproductores, y empezaban a llegar aparatos nuevos y desconocidos que había que desarmar uno para ver cómo funcionaban”, detalla.

“En su momento hice un curso de reparación de radio y televisores por correspondencia en el campo, y los que nos embarcábamos en esa experiencia epistolar, íbamos al correo cada 20 días para ver si habían mandado el próximo fascículo”, relata. Había que ir en persona a buscar el material, y si el día que iba hasta el pueblo no habían llegado, entonces había que esperar otro mes para retirarlo; te cobraban en cuotas y era toda una decepción cuando ibas y no estaba, representaba todo un problema”, comenta. Ya en esos tiempos soñaba con que algún día estudiar “fuese fácil”, que estuviera “al alcance de la mano” y había decidido formar parte de ese proceso.

“Hoy en día parece descabellado, pero en esa época se hacía, y ahora en cambio hay tutoriales de todo, y además existe Google, que encontrás tanta información que no podés creer”, celebra. Y enseguida aclara: “Si sabemos darle un buen uso a todas esas herramientas está buenísimo, solo hay que utilizarlas con precaución, porque uno busca y hay videos que pueden ser un fraude”. Cuando detecta algo que no le convence, lo pone a prueba, y si descubre que es falso, lo comparte con sus seguidores para que no caigan en el engaño.

A los 58 años empezó a subir contenido, y una década más tarde tiene videos que superan las siete millones de reproducciones (Facebook: El Angelito)

No duda cuando reflexiona qué valor lo define: el compromiso con la veracidad, porque jamás se perdonaría ser responsable de que estafen a otro. Lo mismo le pasaba cuando iba a la casa de algún amigo y le contaba que le habían pasado un presupuesto que no coincidía con los costos de los materiales y la instalación. “Siempre digo que busquen y comparen, que no se queden con una sola información, que consulten a varios, porque es mejor interiorizarse lo más que se pueda”, aconseja. Hace un año se retiró de las visitas a domicilio, pero sabe a quién recomendar cuando un vecino le pide auxilio. “Siguen entrando llamados y los derivo a mi hijo mayor, que él sí estudió todo lo que yo no pude, pero si por alguna razón se complica y necesitan traerlo a mi taller, los recibo con gusto”, asegura.

El proyecto familiar incluye también a su hijo menor, que se encarga de hablar con los sponsors, y lo ayuda con el manejo de las redes sociales. “Tengo mucho material porque registré muchos arreglos de lavarropas, entonces hay de todo, y la verdad es que el patio de mi casa parece un desarmadero”, reconoce, y promete que va a intentar “hacer un poco más de espacio por el bien de su matrimonio”. Aggiornarse no fue una tarea sencilla, pero la voluntad de Ángel no conoce la rendición, y gracias a que desde hace una década cultiva sus conocimientos, logró autogestionarse casi por completo: aprendió no solo cómo registrar de manera más profesional un tutorial, sino también a editarlos.

La llegada a YouTube

En abril del 2012 hubo una marcha del silencio en Arroyito por un caso policial, y publicó un video de ese momento en sus redes sociales, con la intención de compartir lo que estaba pasando en la ciudad. Notó que muchas personas lo compartían, y se maravilló con las repercusiones y la velocidad con que una noticia llegaba a tantas personas. “Me gusta contar y comentar cosas que me pasan, y como no tengo tapujos ni nada oculto de lo que avergonzarme, me pareció que podía subir otras cosas también”, cuenta.

 “Después mi canal se transformó en lo que es ahora, y yo refrescaba cada dos minutos la computadora para ver si alguien lo reproducía, tenía esa expectativa inmensa de saber cuántos lo miraban”, expresa con el entusiasmo a flor de piel. Luego contrasta las pequeñas cifras que veía en ese momento, con lo que sucede ahora en tan solo unos instantes cuando agrega un clip a su canal: “Hay 2000 vistas de entrada, y si arranca así me doy cuenta que puedo llegar a las 50.000 en pocos días, y si es de algún tema que causa furor puede alcanzar el millón en dos semanas”. Cauteloso, remarca que no hay fórmula exacta para el éxito, y que aún con diez años de experiencia en la materia, hay muchos misterios.

En cada entrega, aborda distintas temáticas en su canal (Facebook: El Angelito)

“A veces hay videos que yo siento que están buenísimos, súper bien realizados, me siento orgulloso de haber podido hacerlo, y de pronto es el que menos reproducciones tiene, nunca se sabe”, explica. Vislumbró la posibilidad de monetizar sus contenidos cuando alcanzó los 100.000 suscriptores. Entre risas, confiesa: “Yo esperaba que me llegara algo ‘gratarola’, porque veía que otros tenían patrocinadores, y de a poco empezaron a llegar cosas”. Sin embargo, todavía no podía ver su pasatiempo como un trabajo en sí mismo, que representara los mismos ingresos que las reparaciones en su taller.

“A medida que iba creciendo la cuenta, muchos colegas me decías: ‘Lo nuestro también es un trabajo, y no da que lo hagamos por el sánguche y la coca, hay que empezar a cobrar porque a través nuestro el sponsor también gana’”, revela. Siguió esa recomendación y con la ayuda de su hijo se animó a ponerle un determinado precio al intercambio de servicios. Fue mucho antes de lo que ahora se conoce como “canje” existiera como tal, y cuando fueron subiendo sus seguidores, decidió que iba a dedicarle más tiempo a su canal.

En el amplio listado, varios de sus videos superan las 7 millones de reproducciones, y le siguen otros arriba de las 4 millones. El más popular es en el que enseña a fabricar una cortadoras de pasto casera; otro el de un circuito de energía infinita; un generador eólico casero; la fabricación de un generador eléctrico basado en un motor quemado; recomendaciones sobre cómo arrancar un auto con batería descargada; cómo recuperar un blocapuerta de lavadora; entre muchos más.

“Soy un agradecido de la vida, porque soy una persona sin estudios, que con los tiempos que corren, donde te piden cada vez más requisitos para tener un buen empleo, sin dudas podría estar padeciendo una situación económica difícil”, reflexiona. Y como favor con favor se paga, la misión de su canal se basa en el feedback con aquellos que reproducen el material: “Busco transmitir un poco de mi experiencia a la distancia, y realmente me siento reconfortado cuando me dan un ‘me gusta’, y cuando veo que hay gente que me agradece porque vio algo que le sirvió de ayuda; eso para mí ya es todo un logro”.

Con una creatividad y un ingenio admirables, hace diez años publica sus videos en YouTube (Captura de video @ElAngelito)

Además de los 1,2 millones que están suscriptos a su canal, tiene los tres mejores fans del mundo: sus nietos, Angelina, Santino y Valentino. Los tres niños saben que su abuelo tiene un taller donde pone a prueba sus ideas y busca soluciones. “Vienen todas las semanas y pienso cosas para compartir con ellos que les diviertan, siempre bajo mi supervisión”, cuenta Ángel, y enfatiza que sin el apoyo de su familia no sería posible dedicarse a las redes sociales.

Sobre el final de la charla expone un deseo que concibe como “imposible” porque cree que no resultaría compatible con la temática de sus videos. Se mantiene fiel a la coherencia de los contenidos que buscan sus suscriptores, pero demuestra que su vocación de influencer supera ampliamente la etiqueta de “arregla tutti”. “Me encanta viajar, y no lo he hecho tanto como me gustaría, así que me encantaría recorrer un crucero por ejemplo, filmar la experiencia y compartirlo, pero el turismo no es algo que sea de interés para el público que me sigue”, expresa, sin perder la valiosa capacidad de soñar. Deja el proyecto en manos de la vida, y reconecta con el sentimiento de gratitud por todo lo que ha vivido.

“Me acuerdo lo feliz que me puse cuando un seguidor me dijo: ‘Aprobé mi clase de Física con un 10 gracias a un video tuyo’, y yo pienso: ‘¿Qué hice yo para ayudarlo en una materia tan difícil?’, si la verdad yo leo libros de física y química y no entiendo nada”, cuestiona con humildad. Y agrega: “Yo sé que si mezclo bicarbonato con vinagre y genera una reacción, pero me emociona cuando veo que gracias a esos videos se genera un interés en otro; incluso me han dicho: ‘Ojalá mi profesor explicara como usted e hiciera esos experimentos’; ‘Gracias a usted descubrí mi vocación y hoy me recibo de ingeniero’, y no lo puedo creer”. Conmovido, resume su historia de vida con la convicción de que cada paso valió la pena. “La vida me fue devolviendo más de lo que di, no tengo dudas de eso”, sentencia.

FUENTE: INFOBAE

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